"Chorizo" vs "la Fiera Aragonesa": Bandas políticas en la Zaragoza del XIX



El siglo XIX fue una época convulsa, en la que en medio de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones la sociedad se movilizó y politizó, transversalmente. Voy a escribir sobre la Zaragoza de la Guerra Carlista y la regencia de Espartero (1833-1843), tema de mi Tesis, y algunos de los personajes más significativos que en ella vivieron y actuaron. En esta entrada, básicamente, voy a resumir el artículo que escribí para XIX y Veinte. Revista de Historia y Pensamiento Contemporáneo (2017) bajo el título: “Líderes populares y bandas políticas en la Zaragoza de1835-1843: El caso de Melchor Luna “Chorizo”.  Sobre este tema también se puede leer la obrade Celedonio García, lo que publiqué en Historia de Aragón o incluso en forma de hilo de Twitter con la etiqueta #AventurasDecimonónicas.



La película Gangs of New York muestra cómo en el Nueva York de 1846 y 1862 se enfrentaban bandas rivales -una de ellas liderada por Bill “el Carnicero”- en un persistente conflicto socioeconómico, cómo formaban parte de un trasfondo político de caciquismo oligárquico y guerra civil -lejos del frente pero muy presente en retaguardia-, y cómo fueron actores protagonistas de un motín antiquintas y de subsistencias. Aquella república estadounidense -tenida a veces mitificada como ejemplo de modernidad democrática- sufría las mismas tensiones sociales, políticas y económicas que la Europa de monarquías constitucionales del otro lado del Atlántico, incluida la española de Isabel II.

Algo no muy distinto ocurrió en la Zaragoza de las décadas de 1830 y 1840, pero entre Melchor Luna “Chorizo” y Andrés Puyans “la Fiera Aragonesa”. El primero era un carnicero de extracción popular, del barrio de San Pablo, mientras que el segundo era el hijo de un rico hornero del barrio del Arrabal. Ambos integraban las filas de la Milicia Nacional, ambos eran liberales, pero uno progresista y esparterista, mientras que el otro fue moderado y anti-esparterista.

Chorizo tenía 25 años cuando lo encontramos ya en los motines anti-absolutistas que estallaron en Zaragoza en 1835 (en abril y julio) y que pretendieron acabar con la vida del arzobispo, Bernardo Francés, tenido por carlista. Eso sí, fueron asaltadas casas y conventos marcados como partidarios de Don Carlos, produciéndose varios asesinatos. Pocos meses después, en octubre de ese año, el alcalde de Ejea de los Caballeros remitió un informe al Gobernador Civil de la provincia, indicando que por las Cinco Villas andaba Chorizo junto a Clemente Orcada, alias Chichorro, al parecer, en operaciones de contrabando.

Y es que, aunque Melchor Luna “Chorizo” trabajaba oficialmente regentando un puesto de carnes en el Mercado, se dedicaba también al contrabando y a servicios políticos y “de seguridad” a las autoridades liberales y otros vecinos zaragozanos. Adquirió popularidad al convertirse en jefe de una cuadrilla pero, como recordaban quienes le conocieron “se impuso entre los suyos, sin hacer alarde nunca de matonería”. Chorizo era temido, respetado, útil y querido en Zaragoza. Los “buenos liberales lo consideraban como uno de los más tenaces defensores de la causa y, efectivamente, gracias a él y a sus compañeros se salvó la ciudad, en muchas ocasiones, de las hazañas del carlismo” señalaba años después Mariano Gracia Albacar. Chorizo solía vestir chaqueta y lucir su gorra de miliciano. Y es que la vestimenta no era baladí. Su cuadrilla  estaba conformada por Redondo –torcedor de sedas-, los  seis hermanos Borbollas –vecinos del Arrabal-, Liso -de las Cinco Villas-, Perico Meléndez y otros. Se reunían en una bodega de la calle de las Señales –hoy calle Hermanos Argensola-. El dueño de dicho establecimiento era Perico Soda –alcalde de barrio-, y la cuadrilla hacía las veces de seguridad privada del local.

Chorizo era de navaja fácil. Tuvo un conflicto con Zardoya, jefe de otra cuadrilla. Poco después, una noche, cuando Chorizo volvía a casa “le tiraron un trabucazo a boca jarro que le quemó la capa en que iba embozado” del que milagrosamente salió ileso. El agresor era Zardoya. Un día, ambos se vieron en el Coso y se retaron en la ribera del Ebro. Zardoya acabó con un navajazo en el vientre, muriendo. Tras el duelo, Chorizo se presentó a las autoridades, estando preso unos días, al cabo de los cuales lo sacaron de la cárcel personajes influyentes que le debían favores.

En la madrugada del 5 de marzo de 1838, Chorizo y los suyos estaban tomando aguardiente en una taberna junto a la puerta de la Tripería. Sobre las 4:15h oyeron a los carlistas entrar por la plaza del Mercado. Con sus armas comenzaron a combatirles en una improvisada barricada de colchones bajo la puerta de Toledo. Allí se sumó a la defensa, al mando de otro grupo, el destacado liberal y burgués Andrés Padules. A las pocas horas la Zaragoza liberal había conseguido la victoria frente a las tropas carlistas de Cabañero, quienes habían intentado tomar la ciudad por sorpresa.
Tras la victoria de la Milicia Nacional y pueblo zaragozanos en la madrugada del 5 de marzo ante el asalto carlista, los ánimos estaban exaltados, todos buscaban culpables, responsables de tamaña sorpresa que casi deja en manos de la facción la ciudad. La responsabilidad cayó sobre quien debía haber organizado la defensa y resistencia: Esteller, 2º cabo y máxima autoridad militar en ausencia del Capitán General. Al amanecer del día 5, Esteller fue apresado en espera de un juicio que nunca llegó. Al día siguiente a las voces de “muera el general, mueran los traidores” un grupo sacó a Esteller de su prisión y “lo condujeron á la plaza de la Constitucion y debajo de la lápida fue muerto por aquellos á bayonetazos”. Años después se acusaría a Chorizo de haber participado en tal linchamiento.



En algún momento de los dos últimos años de la guerra civil en Aragón, Chorizo cayó prisionero de los carlistas pero consiguió escapar. Esto le sirvió para acrecentar su popularidad y que su nombre fuera conocido fuera de la provincia. La forma en que escapó, y de la que se hicieron eco la prensa madrileña: “Estando para ser fusilado por ellos en el campo, de rodillas ya, y apuntándole las bocas de los fusiles, saltó una liebre cerca del lugar del sacrificio, y al verla Chorizo se levanta de repente exclamando: “¡caramba, que liebre!” Los facciosos por un impulso también natural dispararon al inocente cuadrúpedo los fusiles que para Chorizo tenían cargados, pero ninguno la acertó. A pocos instantes se oyeron tiros á alguna distancia, y díceles Chorizo á los facciosos con mucha calma; “los compañeros deber haber visto la liebre, porque se oye fuego hacia aquel lado.” En esto asomaron algunas tropas de nuestras columnas; los facciosos huyeron, y Chorizo se salvó, gracias al salto de la liebre y á la serenidad suya; que pienso es hasta donde puede llegar la serenidad de un aragonés”.

Por su parte, Andrés Puyans era 4 años más joven que Chorizo, y vestía con chistera blanca, chaqueta y pantalón negro. Al principio habían colaborado, pero se enemistaron, y Puyans formó su propia cuadrilla con Sender y Guara. En 1841 viajó a Madrid por San Isidro con sus dos fieles seguidores. Los periódicos se escandalizaron ante los sucesos que se desarrollaron. Parece ser que los tres aragoneses entraron en una taberna “en la calle de la Fresa que pertenece á Pedro Sanchez (alias Perico no te veas)” llena de  manolos y chisperos madrileños. Empezaron a beber y los oriundos se burlaron de la forma de hablar de los forasteros. Estos tres no dudaron en sacar sus navajas, enzarzándose en una cruenta pelea, donde mientras ellos solo fueron heridos leves, diecisiete madrileños acabaron muertos o heridos.  Acabaron en prisión, pero al poco fueron indultados. Puyans se ganó el sobrenombre de “la Fiera Aragonesa”.

En 1841 se dio un conflicto laboral en Zaragoza que conllevó una combinación de dos tipos de protestas: la violencia directa y la huelga. Los mozos que trabajan en los hornos de la ciudad acusaron a los franceses de quitarles trabajo y bajar los jornales. Primero les atacaron y apedrearon las casas, después se reunieron en la arboleda de Macanaz “con ánimo de no trabajar”. Resulta fácil imaginar que Puyans, rico hornero, y Chorizo, líder popular, tuvieran algo que ver en este conflicto.



Donde sí estuvieron, con certeza, ambos presentes, y cruzaron armas, fue en los sucesos de 1843, desde la rebelión contra el regente Espartero hasta la defensa desesperada del régimen establecido desde 1837. El 9 de junio de 1843, los antiesparteristas liderados por Quinto y Ortega intentaron sublevar a la esparterista Zaragoza contra Espartero. Les apoyó la cuadrilla de Puyans. Sin embargo, la Milicia Nacional se movilizó, y fracasaron. Puyans acabó fusilado. Mes y medio después, ya exiliado Espartero, Zaragoza abrió las puertas al nuevo gobierno, pero por poco tiempo. En septiembre de 1843, Zaragoza se rebeló, formando una junta revolucionaria. Fue sitiada y bombardeada. En su defensa estuvo Chorizo. La prensa de Madrid llegó a decir que los aragoneses le habían nombrado Capitán General. El caso es que cuando el ejército gubernamental entró en la ciudad, Chorizo fue apresado y condenado. No regresó a Zaragoza hasta 1854.

Daniel Aquillué Domínguez

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