Rafael del Riego, con una pose muy napoleónica y alegórica de la Constitución. Fuente: BNE.
Los últimos días del año 1819
fueron agitados en varios pueblos de Sevilla y Cádiz. Aparentemente no ocurría
nada, pero los mensajes circulaban entre una red de conspiradores situados en
localidades como Arcos de la Frontera y Las Cabezas de San Juan. Los
liberales españoles iban a intentar un nuevo pronunciamiento, tras una
infructuosa intentona en julio de ese mismo año. Desde entonces se había implicado
un militar, convencido firmemente de las ideas constitucionalistas de 1812:
Rafael del Riego.
Sobre este personaje se defendió
en la Universidad de Alicante una Tesis Doctoral: Rafael del Riego, símbolo de la revolución liberal de Víctor Sánchez Martín
(dirigida por Emilio La Parra, codirigida por Rafael Zurita), que aparecerá
próximamente publicada en formato libro. Las siguientes líneas se sirven mucho
de dicha investigación.
Tras la Guerra de
Independencia (1808-1814) y la revolución liberal llevada a cabo por las
Cortes de Cádiz, Fernando VII había regresado a España, dando un golpe
de estado contra la Constitución y restableciendo el absolutismo. Este no
sería igual que el de su padre Carlos IV, pues la guerra y los cambios
liberales, de los que se aprovechó, le dieron más capacidad de maniobra, más
poder. Hubo varias intentonas liberales para restablecer el régimen constitucional
que acabaron en fracaso. Mientras, la España americana se ve sacudida por
guerras civiles, entre independentistas y realistas. Entre los realistas, unos
piensan que sólo cabe vencer en el campo de batalla mientras que otros
consideran que el restablecimiento de las libertades constitucionales bastaría
para poner fin a aquella sangría.
Así llegamos a 1819. La monarquía
española tiene problemas hacendísticos que no se consiguen solucionar, problemas
para restablecer la flota (ahí se enmarca el asunto de los barcos comprados
al zar de Rusia) y enviar nuevos cuerpos expedicionarios al otro lado del Atlántico.
En julio de 1819 ya se había intentado un pronunciamiento liberal, pero fue
desarticulado. Aprovechando la red conspirativa existente, se planteó uno
nuevo para finales de año. Finalmente sería el 1 de enero de 1820 cuando se
iniciara un nuevo pronunciamiento liberal.
Los pronunciamientos fueron
una forma de actuación política del siglo XIX. No eran golpes militares,
sino que los militares fueron la cabeza visible de todo un entramado cívico-militar
que pretendía establecer un poder civil y constitucional. Se trataba de lanzar
un manifiesto que insurreccionara a las ciudades y pueblos de país, presionando
así al gobierno establecido, para forzarlo a un cambio. Su intención no era
tomar el poder al asalto armado de la capital, sino presionar desde la
periferia al centro político. El pronunciamiento en sí era un hecho simbólico.
Sobre estos temas han escrito autores como Irene Castells, Josep Fontana,
Blanco Valdés, Sisinio Pérez Garzón…
En la nueva conspiración, a
finales de 1819, se encontraban personajes como Alcalá Galiano, Quiroga,
Mendizábal y Rafael del Riego. Los dos primeros planteaban que fuera un
pronunciamiento liberal pero sin aludir explícitamente a la Constitución de
1812, y que la cabeza visible fuera Quiroga. Por su parte, Mendizábal y Riego
se manifestaban claramente partidarios del texto constitucional de Cádiz y,
aunque reconocían el liderazgo de Quiroga, el papel otorgado a Riego iba en
aumento, dada su implicación, activismo y carisma entre las tropas acantonadas
en Cabezas de San Juan.
Riego comandaba el Batallón
Asturias, el cual estaba preparándose para partir a la guerra de América.
Nadie quería ir allí. Las noticias de la extrema dureza de aquel
conflicto (en la Isla de León estaba el depósito de heridos de América, con
mutilados que contaban los sangrientos detalles de la guerra), la lejanía, el
incierto viaje en barcos de dudosa consistencia, la desmoralización, la
creencia de que restablecer las libertades de los españoles de la Península y
América bastaría para acabar la guerra… abonaban
el terreno para el pronunciamiento.
Así las cosas, todo estaba
preparado. El 1 de enero de 1820 se inició el pronunciamiento constitucional.
A las 9 de la mañana, en la plaza de Cabezas de San Juan, Rafael del Riego
proclamó la Constitución de 1812 ante las tropas formadas, nombró alcaldes
constitucionales, y a las 3 de la tarde salieron del pueblo. En la madrugada
del 1 al 2 de enero llegaron a Arcos (Cádiz) donde se les debía unir el
Batallón Sevilla, pero que llegó con retraso. Ante la incertidumbre, Riego
actuó por su cuenta, deteniendo a las
autoridades militares de Arcos. Al amanecer del día 2 llegaron, por fin, los
soldados del Batallón Sevilla. Ese día lo dedicó a comunicarse con Quiroga,
quien debía tomar la ciudad de Cádiz, objetivo que no consiguió. El 3 de enero,
Riego consigue la adhesión del Batallón Aragón. El día 4 tiene 4 batallones
sublevados a su mando, pero le rodean 12.000 soldados del ejército de Ultramar. Riego se convirtió, desde el primer momento, en el símbolo de la revolución.
Se inició entonces un periplo de
los pronunciados, entre diversas noticias y persecuciones, que parecía condenar
todo al fracaso. En sí, el pronunciamiento había fracasado. Sin
embargo, sus efectos se notaron semanas después, con el levantamiento urbano y
la formación de juntas que acabaron por forzar a Fernando VII a jurar la Constitución
el 7 de marzo de 1820. Así pues, fue la revolución civil la convirtió aquello
en un triunfo, iniciándose el conocido como Trienio Constitucional, el
cual sería debilitado por una guerra civil desde 1821, y finiquitado por la
invasión de un ejército francés absolutista en 1823.
Daniel Aquillué
Domínguez
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