Como tantas veces en la Historia
(1792, 1808-1814, 1871, 1917, 1936-1939), la Guerra llevo aparejada la
Revolución. Y entre 1833 y 1840 España estuvo inmersa en una cruenta guerra
civil, la Primera Guerra Carlista.
Todo comenzó el 25 de julio de
1836 en Málaga. La ciudad llevaba (merecida) fama de revolucionaria. Allí, como
en otras partes, no había gustado el cambio de gobierno, con la destitución de
Mendizábal. Se temía el retroceso, la represión, el pacto con los carlistas. Además,
en Málaga estaban descontentos con los gobernadores. Donadío y Saint-Just eran
impopulares, y más desde que habían prohibido a los milicianos cantar El
Trágala, salir armados o en grupos por las calles. Así, la noche del 25 de
julio de 1836 estalló la revolución en Málaga. La Milicia salió a las calles a
tambor batiente. Gritaban "Viva la Constitución, Viva la Libertad, Mueran
los Tiranos y Pasteleros”. Los dos gobernadores fueron linchados por la multitud
y se formó una Junta. La Junta malagueña, presidida por Juan Antonio Escalante,
promulgó la Constitución de 1812, no reconociendo ni al gobierno de Istúriz ni
al Estatuto Real. La revolución se extendió como la pólvora... Pronto se
unieron más ciudades andaluzas.
Fuera de Andalucía, la primera
ciudad que siguió el camino revolucionario fue Zaragoza, donde “el nombre de
junta y escisión comenzó a volar de labio en labio”. La ciudad llevaba días
llena de pasquines llamando a las armas contra la tiranía que iba a acabar con las
libertades. El 1 de agosto de 1836, en previsión de un estallido violento, el
Capitán General de Aragón, Evaristo San Miguel se puso al frente de los
revolucionarios, reuniendo una Junta y proclamando la Constitución de 1812. A
los dos días, Huesca y el Alto Aragón, el Ejército del Centro... se sumaron a
la revolución.
Zaragoza mandó agentes a
Barcelona, para convencer a Espoz y Mina, Capitán General de Cataluña, de que
se uniera. Los pueblos por los que pasaron estaban en efervescencia
prerrevolucionaria. En Barcelona, Espoz y Mina, se mantenía en una posición
ambigua. Contenía a los revolucionarios, pero manifiesta su oposición al
gobierno.
Zaragoza también envió agentes a
Madrid. Allí, el Capitán General Quesada mantenía un férreo orden, cargando
contra los liberales progresistas en la Puerta del Sol y desarmando a la
Milicia.
"Madrid y Barcelona son los
únicos puntos de España donde no se ha proclamado la CONSTITUCION: esa ley
fundamental que tanto honor hace á los Españoles" señalaba, mientras
tanto, un pasquín aparecido en Barcelona.
Así pasaron varios días, con
medio país (Andalucía, Aragón, Valencia...) levantado contra el gobierno y en
favor de la Constitución de 1812, y el otro medio controlado por Istúriz y bajo
régimen del Estatuto Real de 1834. Sin embargo, la balanza se decantaría en La
Granja...
En el Palacio de La Granja estaba
pasando el verano la corte, con la reina Isabel II, una niña de 6 años, y su
madre, la Regente María Cristina de Borbón. La Regente, de ideas absolutistas,
era reacia a los liberales ¡y más a los progresistas!
La guarnición de La Granja estaba
descontenta. Acusaba de cobardía a los mandos y ministros, se le había prohibido
cantar el Himno de Riego, temían represalias, y diversos agentes les informaban
de los sucesos revolucionarios en las provincias... La noche del 12 de agosto
de 1836, la oficialidad estaba disfrutando de una velada en el Teatro, mientras
la tropa, en sus cuarteles, estaba bajo mando de los sargentos. Sobre las 20:00h
un regimiento de la guardia provincial, en número de 400, se amotinó en su
cuartel extramuros. Se dirigieron a la
puerta de Segovia, a los gritos de “¡Viva la Constitución de 1812! ¡Abajo San
Román! ¡Viva la Guardia Real! ¡Vivan los Guardias de Corps! ¡Abrid las rejas o
a la bayoneta!”. Hasta que un regimiento de la guardia real salió de su
cuartel, uniéndoseles al grito de “Viva la Libertad, mueran los Tiranos”.
Entraron todos en la plaza contigua a palacio, entonando pífanos y tambores el
Himno de Riego. Entre, disparos al aire, vivas constitucionales y mueras a la
camarilla –“Mueran los pajaritos de la reina” se escuchó-, se escuchaban quejas
por atrasos en las pagas. Así estuvieron casi dos horas. Entonces se les
unieron los guardias de corps.
Ante el temor a que fuera más
violento, la reina ordenó a San Román que dejase entrar a una comisión de los
amotinados. “El primero que se presentó fue un tambor” y dijo al centinela que
su objetivo era “hacer jurar la Constitución y la reina”. Iban, además, 14 sargentos.
Iban armados, con bayoneta calada en sus fusiles, pero se les convenció no
entrasen a hablar con la Reina así. Aunque mantuvieron sus sables. Manifestaron
que no querían "ningún arreglo con los facciosos", demandaban
"libertad", que "se armase la Milicia" y la Constitución de
Cádiz. Bajaron al patio, Se dispararon tiros al aire. Según el embajador
británico, los sublevados amenazaron con masacrar “Su Majestad si no aceptaba
inmediatamente la Constitucion”. A las 3 de la madrugada, la Regente accedió y
firmó el decreto de restablecimiento de la Constitución.
A la vez, se formaba un nuevo
gobierno, progresista, con Calatrava y Mendizábal, se convocaban elecciones
(por sufragio universal masculino) a Cortes Constituyentes.... Y en Madrid,
Quesada era linchado. Así acabó la Revolución Española de 1836, en la que
muchos vieron los fantasmas de las jornadas de 1792 en Francia.
Daniel Aquillué Domínguez
Bibliografía:
Daniel AQUILLUE DOMÍNGUEZ: El
liberalismo en la encrucijada: entre la revolución y la respetabilidad
1833-1843, Tesis Doctoral, Universidad de Zaragoza, 2017.
Daniel AQUILLUÉ DOMÍNGUEZ: Armas y votos. Politización y conflictividad política en España, 1833-1843, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2020.
Isabel BURDIEL: Isabel II. Una
biografía (1830-1904), Madrid, Taurus, 2010.
Muy bien contando, Don Daniel.
ResponderEliminarMuy didáctico
ResponderEliminar