Villarcayo 1834 y Oviedo 1836: la Milicia frente a Sanz



La Primera Guerra Carlista (1833-1840) fue un cruento episodio bélico que asoló España durante siete años. Se enfrentaron dos grandes ideas, la Revolución y la Contrarrevolución. La población estuvo movilizada y politizada, dividida transversalmente en ambos bandos, los cuales tuvieron también ayuda internacional. Fue una guerra civil total.
En esta entrada voy a hablar de dos localidades que vivieron y sufrieron aquella guerra, en el frente del Norte: Villarcayo y Oviedo. Ambas son muestra de que la Milicia Nacional no disparaba solo “balas dialécticas” sino que tomaba las armas realmente contra el carlismo, como también pasó en la Zaragoza del Cinco de Marzo de1838.

Tanto Villarcayo como Oviedo sufrieron ataques de expediciones carlistas. Los objetivos de las expediciones eran variados: aliviar presión sobre el pequeño territorio carlista, evitando esquilmar con requisas y reclutas, distraer tropas isabelinas, avivar partidarios en el resto de la geografía española, ganar prestigio ante las potencias extranjeras.

Comencemos por Villarcayo,  capital de las Merindades de Castilla la Vieja, en la provincia de Burgos. “Disfruta de alegre y espacioso horizonte; deliciosos paseos,  y de una vega fértil y bien cultivada (…). Tiene 100 casas, de construcción sólida y sencilla, pero bastante cómodas y espaciosas, hallándose en su mayor parte, colocadas alrededor de una plaza muy anchurosa y bien empedrada, á cuya parte N. está el edificio titulado de las Merindades” describía Pascual Madoz en 1845 en su Diccionario geográfico.
El 18 de septiembre de 1834 se presentaron ante Villarcayo unos 2.500 carlistas bajo mando de Manuel Sanz (1801-1839). Formaban parte de un plan, urdido por Zumalacárregui, consistente en lanzar dos expediciones sobre Castilla para que se unieran y actuaran en combinación con las tropas del cura Merino. Una expedición la mandaba Sanz y otra Cuevillas. Lo que no esperaba nadie era la resistencia de apenas 70 soldados y milicianos urbanos de Villarcayo, mandados por Francisco de la Cuesta. Los defensores de la villa sostuvieron el fuego de fusilería durante 17 horas, atrincherados en el ayuntamiento y la iglesia. Los carlistas, desistieron de tomar la localidad y se retiraron, ya de madrugada, incendiando más de 30 casas. Sólo un defensor murió, Pedro Arquiaga, el boticario.

Al día siguiente, el 19 de septiembre, una columna del ejército isabelino, 900 soldados dirigidos por el Brigadier Fermín Iriarte llegó en socorro de Villarcayo y sorprendió a los carlistas en Cigüenza. En aquel combate, una veintena de carlistas cayeron muertos mientras el resto huían. Iriarte elogió el valor del soldado Narciso López y Diego López “que a pesar del vivo fuego que le hacía el faccioso Fernando Zorrilla, oficial retirado, y titulado capitán de uno de los batallones facciosos, cargó sobre él, e hizo prisionero”.
De ambos acontecimientos se dio parte al Capitán General de Castilla la Vieja, José Manso: “Excmo. Sr., la victoria se decidió por los buenos y la justa causa, y los infames tuvieron que abandonar la villa como a la una de la madrugada, llevando consigo la ignominia y un testimonio del valor de los Urbanos de Villarcayo, cuya memoria debe ser eterna. Estos héroes no han tenido pérdida alguna”.
Todo ello se recreó el pasado fin de semana del 21-22 de septiembre (organizado por “Quincena Histórica” con apoyo municipal y colaboración de recreadores históricos).

En seguida, Villarcayo se ensalzó por los liberales como ejemplo de heroicidad, sirviendo como ejemplo para los milicianos del Valle de Mena y de Cenicero. Pero el papel de Villarcayo durante la guerra fue más allá de su defensa en 1834. En 1836, los generales Córdoba y Espartero pasaron por allí con sus ejércitos, en la primavera de 1837 fue cuartel general de buena parte de la División Auxiliar Portuguesa al mando del Barón Das Antas, y en 1839 fue la base de operaciones de Espartero para la conquista de Ramales. “Villarcayo está todo atestado de víveres y municiones” escribía la prensa.


Hablemos ahora de la capital asturiana, Oviedo. Antes de iniciar un nuevo asedio a Bilbao, los carlistas lanzaron expediciones para distraer a las fuerzas isabelinas. Ahí se enmarca la invasión de Asturias en 1836 por parte de 2.500 carlistas al mando de Sanz. La ciudad de Oviedo era abierta, sin defensas, pero resistió. Una vez más, los defensores se atrincheraron, en la catedral y en el fuerte de la Vega. El 18 de octubre de 1836, 400 milicianos nacionales, el Provincial de Pontevedra y una compañía de artillería, comandados por Pardiñas, resistieron el asalto carlista. Esto se va a recrear (organizado por ARHCA) el próximo fin de semana del 19-20 de octubre.

Sin embargo, a Ramón Pardiñas no le duró la buena estrella, pues fue derrotado y muerto por las tropas carlistas de Cabrera en la batalla de Maella (Zaragoza) el 1 de octubre de 1838.


Daniel Aquillué

BIBLIOGRAFIA Y FUENTES:

J. A. GALLEGO: “Primera Guerra Carlista: La Expedición Sanz (14 a 24 de septiembre de 1834)”, Aportes 87, 2015, pp. 159-202.
A. PIRALA: Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista. Año 1836, Turner/Historia 16, Madrid, 1984.
Prensa de la época: Eco del Comercio, Revista Española-Mensagero de las Cortes, La Abeja.

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