La Primera Guerra Carlista
(1833-1840) fue un cruento episodio bélico que asoló España durante siete
años. Se enfrentaron dos grandes ideas, la Revolución y la Contrarrevolución.
La población estuvo movilizada y politizada, dividida transversalmente
en ambos bandos, los cuales tuvieron también ayuda internacional. Fue una
guerra civil total.
En esta entrada voy a hablar de
dos localidades que vivieron y sufrieron aquella guerra, en el frente del
Norte: Villarcayo y Oviedo. Ambas son muestra de que la Milicia
Nacional no disparaba solo “balas dialécticas” sino que tomaba las armas realmente
contra el carlismo, como también pasó en la Zaragoza del Cinco de Marzo de1838.
Tanto Villarcayo como Oviedo sufrieron
ataques de expediciones carlistas. Los objetivos de las expediciones
eran variados: aliviar presión sobre el pequeño territorio carlista, evitando esquilmar con requisas y reclutas, distraer tropas isabelinas, avivar
partidarios en el resto de la geografía española, ganar prestigio ante las
potencias extranjeras.
Comencemos por Villarcayo,
capital de las Merindades de Castilla la
Vieja, en la provincia de Burgos. “Disfruta de alegre y espacioso horizonte;
deliciosos paseos, y de una vega fértil
y bien cultivada (…). Tiene 100 casas, de construcción sólida y sencilla, pero
bastante cómodas y espaciosas, hallándose en su mayor parte, colocadas
alrededor de una plaza muy anchurosa y bien empedrada, á cuya parte N. está el
edificio titulado de las Merindades” describía Pascual Madoz en 1845 en su Diccionario
geográfico.
El 18 de septiembre de 1834
se presentaron ante Villarcayo unos 2.500 carlistas bajo mando de Manuel
Sanz (1801-1839). Formaban parte de un plan, urdido por Zumalacárregui, consistente
en lanzar dos expediciones sobre Castilla para que se unieran y actuaran en
combinación con las tropas del cura Merino. Una expedición la mandaba Sanz y
otra Cuevillas. Lo que no esperaba nadie era la resistencia de apenas 70
soldados y milicianos urbanos de Villarcayo, mandados por Francisco de la
Cuesta. Los defensores de la villa sostuvieron el fuego de fusilería
durante 17 horas, atrincherados en el ayuntamiento y la iglesia. Los carlistas,
desistieron de tomar la localidad y se retiraron, ya de madrugada, incendiando
más de 30 casas. Sólo un defensor murió, Pedro Arquiaga, el boticario.
Al día siguiente, el 19 de
septiembre, una columna del ejército isabelino, 900 soldados dirigidos por
el Brigadier Fermín Iriarte llegó en socorro de Villarcayo y sorprendió
a los carlistas en Cigüenza. En aquel combate, una veintena de
carlistas cayeron muertos mientras el resto huían. Iriarte elogió el valor del
soldado Narciso López y Diego López “que a pesar del vivo fuego que le hacía el
faccioso Fernando Zorrilla, oficial retirado, y titulado capitán de uno de los
batallones facciosos, cargó sobre él, e hizo prisionero”.
De ambos acontecimientos se dio parte
al Capitán General de Castilla la Vieja, José Manso: “Excmo. Sr., la victoria
se decidió por los buenos y la justa causa, y los infames tuvieron que
abandonar la villa como a la una de la madrugada, llevando consigo la ignominia
y un testimonio del valor de los Urbanos de Villarcayo, cuya memoria debe
ser eterna. Estos héroes no han tenido pérdida alguna”.
Todo ello se recreó el pasado fin
de semana del 21-22 de septiembre (organizado por “Quincena Histórica” con
apoyo municipal y colaboración de recreadores históricos).
En seguida, Villarcayo se ensalzó
por los liberales como ejemplo de heroicidad, sirviendo como ejemplo para los
milicianos del Valle de Mena y de Cenicero. Pero el papel de Villarcayo
durante la guerra fue más allá de su defensa en 1834. En 1836, los
generales Córdoba y Espartero pasaron por allí con sus ejércitos, en la
primavera de 1837 fue cuartel general de buena parte de la División Auxiliar
Portuguesa al mando del Barón Das Antas, y en 1839 fue la base de operaciones
de Espartero para la conquista de Ramales. “Villarcayo está todo atestado
de víveres y municiones” escribía la prensa.
Hablemos ahora de la capital
asturiana, Oviedo. Antes de iniciar un nuevo asedio a Bilbao, los
carlistas lanzaron expediciones para distraer a las fuerzas isabelinas. Ahí se
enmarca la invasión de Asturias en 1836 por parte de 2.500 carlistas al
mando de Sanz. La ciudad de Oviedo era abierta, sin defensas, pero resistió.
Una vez más, los defensores se atrincheraron, en la catedral y en el fuerte
de la Vega. El 18 de octubre de 1836, 400 milicianos nacionales, el
Provincial de Pontevedra y una compañía de artillería, comandados por
Pardiñas, resistieron el asalto carlista. Esto se va a recrear (organizado
por ARHCA) el próximo fin de semana del 19-20 de octubre.
Sin embargo, a Ramón Pardiñas
no le duró la buena estrella, pues fue derrotado y muerto por las tropas
carlistas de Cabrera en la batalla de Maella (Zaragoza) el 1 de octubre de
1838.
Daniel Aquillué
BIBLIOGRAFIA Y FUENTES:
J. A. GALLEGO: “Primera Guerra
Carlista: La Expedición Sanz (14 a 24 de septiembre de 1834)”, Aportes
87, 2015, pp. 159-202.
A. PIRALA: Historia de la
guerra civil y de los partidos liberal y carlista. Año 1836,
Turner/Historia 16, Madrid, 1984.
Prensa de la época: Eco del
Comercio, Revista Española-Mensagero de las Cortes, La Abeja.
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