Un 27 de febrero de 1793 nacía en el pequeño pueblo manchego de Granátula de Calatrava Joaquín Baldomero Fernández Espartero. Estaba destinado a la carrera eclesiástica, pero como a tantas personas de su época la Guerra de la Independencia Española se le cruzó en el camino. Tomó las armas como estudiante, combatió en la gran y desastrosa batalla de Ocaña de 1809, vivió el ambiente de las Cortes de Cádiz, y en 1815 partió de Cádiz rumbo a la España americana que bullía en guerras civiles. Allí combatió a los insurrectos en Tierra Firme, en las provincias neogranadinas y en el Perú durante diez años. No participó en la definitiva batalla de Ayacucho de 1824 porque estaba de misión en la España peninsular, y a su vuelta casi lo fusila Bolívar. En aquellos diez años de horrible guerra forjó algo de fortuna, ascensos y una red de contactos y camaradería con otros militares.
Regresó a la España peninsular y estuvo en varios destinos. Se casó con la hacendada logroñesa Jacinta Martínez de Sicilia, quien se convirtió en su principal consejera política, quien sufragó los gastos de su ejército, y de la que tuvo una gran dependencia emocional. Espartero no se entiende sin Jacinta.
En 1833, el inicio de la Guerra Carlista le sorprendió en Mallorca, pero inmediatamente se trasladó a la Península para combatir a los carlistas en el frente vasco-navarro. Tras la Revolución de 1836 quedó al mando del Ejército del Norte, como general en jefe. Fue una guerra tediosa de marchas y contramarchas, de escasez y sufrimiento. Bilbao volvió a ser sitiada, pero casi de forma milagrosa consiguió salvarla con la victoria de Luchana en la Navidad de 1836. Ahí consiguió la fama de la que viviría el resto de su vida. No era un gran estratega pero era valiente hasta la temeridad, y logró un gran carisma entre sus soldados. Se convirtió en un auténtico mito.
En 1839 dio el primer paso para acabar la desgarradora guerra civil: el Abrazo de Vergara que trajo la paz al frente Norte. Eso le dio el aura y sobrenombre de "El Pacificador".
Sin embargo, a los carlistas aragoneses liderados por Cabrera le costó más doblegarlos y tuvo que iniciar una impresionante campaña en El Maestrazgo. Comenzó con el bloqueo, bombardeo y toma de la plaza de Segura (Teruel) en los día 26 y 27 de febrero de 1840.
Tras ello, se dirigió a Castellote, que se resistió épicamente, después Cantavieja y Morella, hasta que Cabrera y los suyos huyeron a Francia.
Al finalizar la Guerra Carlista se convirtió en paladín de la Libertad, defendiendo la Constitución de 1837 y los ayuntamientos electos. Tras el movimiento juntista de septiembre de 1840 quedó como regente provisional. En mayo de 1841 las Cortes le votaron como Regente del Reino hasta 1844. Pero en 1843 una coalición de progresistas descontentos y conspiradores moderados lo echaron del poder tras levantar en armas a medio país. Lo cierto es que bajo su regencia se parlamentarizó el país, teniendo gran poder el Congreso al aprobar Presupuestos Generales del Estado y triunfando las mociones de censura, y se vivió gran libertad de prensa. Desgraciadamente solo se le recuerda por el bombardeo de Barcelona de 1842 (un bombardero más a una ciudad más, algo "típico", por desgracia, en el XIX).
Entre 1843 y 1848 estuvo en el exilio, en Londres. A su vuelta se retiró a Logroño, con Jacinta. Allí recibía cartas de admiradores, de progresistas, de demócratas, de zaragozanos que le idolatraban, de catalanes que le querían a pesar de lo de 1842, de ex soldados bajo sus órdenes... Especialmente para su cumpleaños, cada 27 de febrero.
Y es que, como ha demostrado Adrian Shubert, el 27 de febrero, San Baldomero se celebró en las décadas centrales del siglo XIX en toda España, por familias de todas las clase sociales, si bien Espartero era ídolo de masas, de clases populares y del partido progresista. San Baldomero se celebraba con banquetes, brindis patrióticos, obras de teatro, acciones filantrópicas, se enviaban delegaciones y cientos de cartas a la residencia de Espartero en Logroño; se recordaban sus gestas militares, su labor como Pacificador de España, como espada de la Libertad, se le llamaba el Cincinato español, el Washington de España etc. En el siglo XIX Espartero fue un auténtico ídolo de masas. En ciudades como Zaragoza se alcanzaba un auténtico delirio con su figura. De hecho, Zaragoza lo defendió en varias ocasiones aunque tuviera que resistir asedios y bombardeos para ello. Zaragoza era más esparterista que Espartero.
Entre 1854 y 1856 aún fue presidente del Consejo de Ministros en el llamado Bienio Progresista, pero Espartero no se supo manejar en el campo de la política, que nunca le agradó. Retirado nuevamente, siguió recibiendo comitivas, cartas y honores. En el Sexenio Revolucionario (1868-1874) incluso se le propuso para rey de España o presidente de la República. Rechazó ambas candidaturas a pesar del apoyo popular. Falleció en 1879 en su Logroño de adopción.
Finalmente, recomiendo la lectura de la biografía sobre Espartero que ha publicado el hispanista Adrian Shubert.
Daniel Aquillué Domínguez
PD.: A Espartero lo pueden encontrar en Twitter @DuquedeVictoria y a Jacinta en Facebook.
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