Incendio de Nueva York, si bien en 1776. Fuente
El mundo colonial y atlántico que estaba configurando Gran Bretaña a comienzos del siglo XVIII se basaba en un sistema de explotación que generó resistencias populares, además de los conocidos conflictos internacionales con otras monarquías (la francesa y española, principalmente). Tras el fin de la Guerra de Sucesión Española, en 1715, la corona británica inició una ola de represión contra la piratería -que antes había alentado como corsarios- y también contra cualesquiera elementos de subversión en la metrópoli, las colonias o los navíos. Los motines de marineros y de subsistencias, las rebeliones de esclavos, la disidencia religiosa, las conspiraciones irlandesas... Todos eran la hidra de mil cabezas de la revolución que amenazaba el nuevo sistema de la incipiente potencia imperial británica. Los ahorcados se contaron por cientos.
Junto a ello, la Guerra del Asiento o Guerra de la Oreja de Jenkins entre las monarquías española y británica, desarrollada entre 1739 y 1748, y cuyo episodio más conocido es la victoriosa defensa de Cartagena de Indias en 1741.
Aprovechando este contexto, pues 600 soldados británicos habían salido de Nueva York, es cuando se desarrolla una variopinta conspiración que agrupaba a un variado proletariado urbano neoyorquino: trabajadores de los muelles, marineros, esclavos negros, irlandeses, radicales religiosos, hispanoamericanos... Conspiraban en la taberna de Hughson’s y su plan era deponer con las autoridades coloniales británicas, acabar con "los blancos con peluca y chorreras" y entregar la ciudad a los españoles, aparentemente menos represivos. De hecho, los esclavos negros de la América anglófona solían ver a España como "liberadora".
El motín estallaría en mayo de 1741 cuando una flotilla de barcos corsarios españoles aparecieran frente al puerto de Nueva York. Sin embargo, algo salió mal. Temiendo ser descubiertos, parte de los conspiradores adelantaron el motín marzo. Una vez desatado, quemaron la casa del gobernador y atacaron Fort George. La ciudad ya se había amotinado en 1712, y de nuevo, en marzo de 1741, el motín fracasó.
Las autoridades desataron entonces la represión y azuzaron el racismo con el fantasma de una rebelión de negros que asesinaría a todos los blancos, dividiendo así la unión de los pobres. Así, 13 personas fueron quemadas y 17 otras ahorcadas.
En mayo de 1741, efectivamente, varios barcos corsarios españoles aparecieron ante Nueva York, según lo acordado... pero el motín hacía tiempo que ya había sido sofocado.
Bibliografía: Peter LINEBAUGH y Marcus REDIKER: La hidra de la
revolución. Marineros, esclavos y campesinos en la historia oculta del
Atlántico, Crítica, Barcelona, 2005.
Daniel Aquillué
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