Cartagena 1741 y La Habana 1762, cara y cruz de una rivalidad colonial


Vista de La Habana en el XVIII. Fuente


Rivalidades coloniales

En la Europa de la Edad Moderna las distintas potencias europeas, y las que pretendían serlo, rivalizaron en el viejo y el nuevo continente. La Monarquía Hispánica partió con ventaja en lo que refiere a los territorios del Nuevo Mundo pero pronto fue asaltada, literalmente, por ingleses, franceses, y holandeses. Todos quisieron un pedazo del jugoso pastel que representaban los territorios recién descubiertos.

Los primeros ataques a los territorios hispánicos de ultramar se produjeron ya a mediados del siglo XVI, y sus objetivos principalmente eran desarticular el puente marítimo de la plata indiana y romper el monopolio hispánico con el establecimiento de colonias en América. A lo largo del siglo XVII los distintos países europeos fundaron colonias en el nuevo continente, promovidas por intereses mercantilistas de compañías comerciales.

En el siglo XVII también se desarrolla con fuerza el fenómeno de la piratería, en sus diversas variantes, en el escenario caribeño. Los corsarios fueron alentados por los enemigos de la Monarquía Hispánica, los bucaneros eran apátridas que atacaban cualquier navío y se refugiaban en la isla de Tortuga, y los filibusteros fueron unos piratas “domesticados” por ingleses y franceses que operaban entre Jamaica y Santo Domingo. Un hecho destacado de esta actividad pirática fue la captura de la flota de la plata en 1628 por el corsario holandés Piettleyn.
Entre 1664 y 1739 se desarrolla un periodo de agresividad colonial británica que a lo largo de tres guerras (la angloholandesa, la de los Nueve Años, y la de Sucesión Española) conseguirá arrebatar la supremacía naval a las Provincias Unidas, poner fin a la hegemonía francesa, y con la Paz de Utrecht (1713) se inventó el concepto de equilibrio colonial y europeo.

Durante el siglo XVIII Gran Bretaña siguió una política destinada a mantener un equilibrio entre potencias europeas, hacerse con el control de los mares, y construir un imperio colonial. Para ello, se desarrollaron diversos conflictos bélicos, fundamentalmente dos: la Guerra de los Nueve Años y la de los Siete Años.


1741. Sitio de Cartagena de Indias

En 1739 estalló la Guerra de la Oreja de Jenkins entre la Monarquía Española y la de Gran Bretaña. Este conflicto se inició tras un incidente anecdótico: las tropas coloniales españolas capturaron a un pirata británico, el capitán R. Jenkins, y como castigo por su contrabando le cortaron una oreja. En realidad, Gran Bretaña deseaba desarticular el sistema español de flotas porque perjudicaba a su contrabando y, además, pronto iba a rescindir el asiento de Negros del que gozaba la Compañía del Mar del Sur desde Utrecht.

De esta forma, el ministro británico Walpole declaró la guerra. Los británicos planearon una estrategia consistente en tres grandes operaciones navales contra posiciones americanas de la Monarquía Española. Una flota dirigida por Vernon destruiría La Guayra, Portobelo y, si era posible, La Habana. Posteriormente, sería reforzada por otra flota a cargo de Chaloner-Ogle y tomaría Cartagena de Indias. Finalmente, una tercera flota mandada por Anson atacaría las costas hispanoamericanas. Los planes no salieron según lo previsto por los almirantes de Su Majestad Británica…

La armada británica se avistó en Cartagena de Indias el 13 de marzo de 1741. El 20 del mismo mes desembarcaron en la playa de La Chamba estableciendo allí su campamento. Daba así comienzo el sitio de Cartagena de Indias. El contingente británico era considerable. La flota mandada por el almirante Eduard Vernon se componía de 48 barcos de guerra (8 navíos de tres puentes, 28 navíos de línea y 12 fragatas) y algunos brulotes y 2 bombardas, a lo que habría que añadir las embarcaciones de transporte que ascendían a un número de entre 150 y 180. A todo este ingente contingente naval se sumaban las tropas terrestres mandadas por el Brigadier Wentowrth. Se componían estas de un total de 9.000 soldados distribuidos en los regimientos Aricson, Wolfes, Robinson, Lwthers, Winyares, Grants, Movciens, Gooch y Lands; a los que acompañaban 2000 negros equipados con machete “destinados al trabajo de fajina”, o sea, a las obras de sitio.

Para oponerse a esta impresionante fuerza militar, el virrey Sebastián de Eslava y el General Blas de Lezo contaban para la defensa de la plaza con apenas 3.000 hombres. En Cartagena solo había 1.100 soldados de tropa regular repartidos en los batallones de España, Aragón, de la Plaza, y de Piquetes Sueltos. A estos se sumaban 300 milicianos, 2 Compañías de Negros y Mulatos libres, 600 indios, y los 400 soldados y 600 marineros embarcados en los 6 navíos anclados en el puerto cartagenero.

Desde marzo a mayo de 1741 se desarrollaron combates alrededor de la ciudad de Cartagena de Indias. Al poco de desembarcar, los británicos bombardean intensamente la batería de Santiago y el Fuerte de San Felipe que destruyeron obligando a las tropas defensoras a retirarse de ellos. El siguiente objetivo de los sitiadores fue el Castillo de Bocachica, vital para acceder a la bahía interior. Desde sus navíos los británicos comenzaron un gran bombardeo sobre dicho Castillo y construyeron una batería terrestre para batir los muros. Los españoles hicieron dos salidas, una el 21 de marzo dirigida por el capitán Miguel Pedro con 60 hombres del Batallón de Aragón y otra el 31 del mismo mes que acabó con 50 ingleses. El 1 de abril abrieron “brecha capaz y fácil al asalto” en el castillo de Bocachica, procediendo al asalto en tres columnas y con 50 lanchas. Ante esto los españoles se repliegan. Paralelamente los británicos atacan la batería del Baradero sufriendo 400 bajas.

Con el Castillo de San Luis de Bocachica en su poder, los británicos se hacen con el control de la bahía interior capturando o hundiendo 4 navíos españoles. Los otros 2 navíos restantes se sitúan a la entrada del puerto para bloquear la entrada al mismo. Para forzar el paso al puerto los británicos intentan tomar el fuerte de Manzanillo. El 12 de abril intentan un desembarco y el 24 lanzan un ataque terrestre al mismo que, tras dos horas de combate, se salda con una retirada británica.

Desde el mar la flota de Vernon bombardeó la ciudad durante dos semanas, desde el 12 al 27 de abril, quizás esperando desmoralizar a los defensores, dirigidos en la práctica por Blas de Lezo. Por tierra inician su avance tomando el convento de Nuestra Señora de la Popa, a las afueras de la ciudad, el 17 de abril. Protegiendo los accesos por tierra a Cartagena de Indias se encontraba el Castillo de San Felipe de Barajas que había sido reforzado con un hornabeque de fajinas con camino cubierto en su frente y una batería de 5 cañones a su derecha. Era el 20 de abril de 1741 cuando 4.000 casacas rojas divididos en tres columnas, y con escalas, asaltaron el Castillo de San Felipe de Barajas cuya defensa estaba dirigida por Blas de Lezo. Los británicos se estrellaron contra los muros del Castillo y las descargas de fusilería españolas. A continuación, aprovechando la confusión entre los enemigos, la infantería española hizo una salida a bayoneta calada que hizo huir en desbandada a los británicos. La intentona de tomar San Felipe de Barajas le costó al orgulloso Vernon por lo menos 800 muertos y 200 heridos .

Tras estos fracasos, sin poder tomar los fuertes que protegían el puerto ni los que guardaban el acceso a la ciudad, Vernon decide ordenar el repliegue paulatino de sus tropas el 29 de abril. Además, las enfermedades estaban causando estragos entre la tropa. El 8 empiezan a retirarse a Jamaica. Vernon abandona finalmente los alrededores de Cartagena de Indias el 20 de mayo de 1741. Los planes británicos han fracaso estrepitosamente. En combate las bajas británicas superaron los 3.000 hombres, y con los fallecidos por enfermedades “pasan de 9000”.

Y así finalizó el sitio de Cartagena de Indias, “aviendo sufrido el estrago de infinitos cañonazos y más de 9000 bombas” con 200 bajas entre la tropa, la Monarquía Española obtuvo una resonante victoria ante su gran rival colonial. Su Majestad Británica no olvidaría esta ofensa…y se tomaría su venganza unos años después…





1762. Sitio de La Habana

La rivalidad colonial francobritánica en los territorios de Norteamérica fue la causa principal del estallido de la Guerra de los Siete Años en 1756. En el escenario de la vieja Europa, Francia se alió con Austria, y Gran Bretaña con Prusia. En 1761, con la firma del Tercer Pacto de Familia entre Carlos III de España y Luis XV de Francia, España entró en la Guerra. Gran Bretaña no tardó en armar una gran expedición con dirección al Caribe. Su objetivo era la “Llave del Caribe”, la joya de la Corona Española… La Habana.

El sitio de La Habana se desarrolló durante 65 días, entre el 6 de junio y el 12 de agosto de 1762. El numeroso ejército de Su Majestad Británica fue avistado el 6 de junio. Comandadas por Lord Abermale, las tropas británicas contaban con 24.000 soldados al final del sitio. Inicialmente eran 10.000 fusileros, 4.000 marineros y 4.000 negros para realizar trabajos de sitio. A estas tropas se sumaron los refuerzos llegados desde Nueva York, 4.000 hombres que arribaron el 27 de junio y 2.000 más que llegaron el 2 de agosto.

Para la defensa de la plaza el gobernador Juan de Prado disponía de no más de 2.400 soldados, 6.300 marineros y 12 navíos. El problema principal de este ejército era la escasez de tropas regulares, pues solo se encontraban en la ciudad los batallones de España (8 compañías), Aragón (5 compañías), el Regimiento Fijo y los dragones de Edimburg. El resto eran Milicias de Blancos, Pardos y Morenos, tropa inexperta en batalla, “absolutamente desacostumbrada al uso del fusil” y que “retroceden a las primeras descargas”.

El 7 de junio de 1762 los británicos desembarcaron en Cojimar, al este del Castillo del Morro. Posteriormente también desembarcarían en la Chorrera, al oeste de la ciudad. Ante esto la Junta de Guerra decidió replegar las tropas desplegadas por el litoral hacia las alturas de La Cabaña, frente al Morro. Este castillo fue fortificado con artillería de a 12. Además enviaron peticiones de socorro a Santo Domingo, peticiones que no cesaran en los restantes días de asedio. Al ser el Castillo de los Tres Reyes del Morro el punto clave de la defensa, fueron enviados allí artilleros de los navíos anclados en el puerto. Solo dos días después, ante la imposibilidad de su defensa por carecer de fortificaciones y suficiente tropa reglada, la Junta tomó la decisión de abandonar los altos de La Cabaña al enemigo. Por la parte de las murallas terrestres se decidió el 10 de junio romper los canales que llevaban agua a la ciudad para inundar la campaña y evitar asaltos por esa parte. Ese mismo día, la Junta eligió como Comandante general y Gobernador Subdelegado de La Habana al Capitán de Navío Juan Ignacio Madariaga.

El 11 de junio, los británicos se hicieron sin encontrar resistencia alguna con La Cabaña y la Chorrera. Desde el primer lugar ya podían iniciar el ataque al Morro, y desde el otro amenazaban a la propia ciudad por tierra. El día 17 los británicos tomaron la población de Guanabacoa, al sur de La Habana, la cual saquearon. Sin embargo el alcalde de dicho pueblo se destacó mandando una partida que no dejó de hostigar a los británicos. En los alrededores de La Habana se trabaron escaramuzas a lo largo de todo el asedio.

El capitán Luis de Velasco dirigía la defensa del Morro con cerca de 600 hombres. Desde mediados de junio hasta su caída mantuvo un intenso duelo artillero y de fusilería con los británicos. Desde La Cabaña los británicos fueron realizando aproches en dirección al Morro, colocando baterías cada vez más cercanas desde las que bombardearlo.

Ante el lento y costoso pero inexorable acercamiento de los británicos con sus obras de sitio al Morro, Luis de Velasco ordenó una salida el día 29 de junio. En ella participaron 638 soldados repartidos en tres divisiones. La primera dirigida por el coronel Alejandro Arroyo del Batallón de Aragón con granaderos de dicho batallón, fusileros del Regimiento Fijo, tropa de marina y gastadores cuya misión era clavar la artillería enemiga, destruir las trincheras e incendiar el monte. La segunda división dirigida por el teniente coronel Ignacio Moreno con granaderos del Regimiento Fijo y fusileros del Batallón de España seguiría a la primera división. Por último la tercera mandada por el capitán Nicolás Amer con granaderos del Batallón de España debía salir por el frente y situarse allí a la espera de acontecimientos. Además para garantizar el éxito de esta salida se planeó un falso ataque en dos divisiones hacia la parte de La Cabaña. La primera y segunda división salieron en lanchas a las 12 de la noche y entablando un vivo combate a bayoneta calada hubieron de retirase por la resistencia que opusieron los británicos. La salida había fracasado y se saldó con 38 españoles muertos y 64 heridos.
Una vez rechazas las salidas españolas, los británicos remudaron con más ímpetu el bombardeo al Morro. Así pues el 1 de julio bombardearon el Castillo con dos baterías (una de 8 y otra de 4) de morteros y otras dos con cañones de a 24 y a 36. A la artillería terrestre le ayudó la naval pues los navíos también abrieron fuego contra el Morro. Los estragos dentro del Castillo eran considerables. Tal era así que el 3 de julio ya habían de ser reparadas las defensas con fajinas y sacos de tierra; y el día 16 ya tenía sus parapetos deshechos y su artillería desmontada en parte, pudiendo responder tenuemente al fuego enemigo.

Los días 18 y 22 de julio se hicieron sendas salidas que no obtuvieron ningún logro. Fueron realizadas a pesar del riesgo que conllevaban porque se tuvo noticia de que los británicos estaban trabajando en una mina bajo el Morro. El 25 de julio los británicos ya estaban con su paralela junto al camino cubierto. La situación se hacía insostenible.

Los días 29 y 30 de julio fueron vitales, en ellos se decidió el destino de la plaza. El 29 llegaron más refuerzos británicos desde Nueva York, y el Morro estaba “reducido a un montón de ruinas, sin parapetos, ni resguardos en que poderse mantener su Guarnición”. El 30 a la “como a la una de la tarde prendieron los ingleses fuego a la Mina, que tenían adelantada en la Cortina del Cavallero de la Mar, con la qual lograron derribar, y abrir brecha, introduciéndose por ella”. Con brecha abierta en los muros del Morro los británicos se lanzaron a un asalto masivo al que los 300 hombres de la guarnición española se opusieron como pudieron. Murieron o fueron heridos 146 soldados españoles, otros fueron capturados y algunos pudieron huir. El capitán Luis de Velasco que tan bravamente había defendido el Morro cayó muerto en combate. El castillo del Morro había recibido los impactos de 18104 bombas…

Tras la caída de los Tres Reyes del Morro, la suerte de La Habana estaba echada, era cuestión días su capitulación. Con el control del Morro los británicos podían bombardear desde una posición de altura al Castillo de La Punta y a la propia ciudad. Numerosos británicos se desplegaron frente a los nueve baluartes de la ciudad. Desde el 3 de agosto bombardearon la ciudad, hubo escaramuzas junto a las murallas… y el día 10 de agosto solicitaron la rendición de la ciudad que no aceptó.

Ante la negativa rendirse, el 11 los británicos bombardearon con más furia la ciudad abriendo brecha en el Castillo de la Punta. Tras haber recibido 3070 bombas, la Habana solicitó la Capitulación un día después. El 13 de agosto se formalizó la Capitulación y el 14 las tropas de Su Majestad Británica entraban en La Habana. Las pérdidas españolas durante el sitio habían sido de 2910 soldados y 900 esclavos muertos .

Plano de La Habana en 1762. Fuente

Este asedio supuso un antes y un después para la Monarquía Española y para las fortificaciones en América. En 1763, con la firma del Tratado de París La Habana volvió a la Corona Española a cambio de ceder la Florida a Gran Bretaña.


Daniel Aquillué Domínguez

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BIBLIOGRAFÍA:

BLANES MARTÍN, Tamara, Fortificaciones del Caribe, Letras Cubanas, Madrid, 2001.

ESLAVA, Sebastián de, MUR, Pedro de, Diario de todo lo ocurrido en la expugnación de los fuertes de Bocachica, y sitio de la ciudad de Cartagena de Indias: Formado de los pliegos remitidos a su Magestade (que Dios guarde) por el Virrey de Santa Fé Don Sebastián de Eslaba con D. Pedro de Mur, su Ayudante General. Año 1741, [S. l.], 1741.

LUCENA SALMORAL, Manuel, Rivalidad colonial y equilibrio europeo. Siglos XVII – XVIII, Editorial Síntesis, Madrid, 1999.

MORÓN GARCÍA, Juan José, “La Artillería en el sitio de la Habana, 1762”, MILITARIA, Revista de Cultura Militar, nº 10, pp. 118 – 124, Madrid, 1997.

PRADO, Juan, Diarios de las operaciones del sitio de La Habana en 1762. Formados por el Governador de ella D. Juan de Prado, y por el Gefe de Esquadra Marqués del Real Transporte, y remitidos à la Corte para noticia de S. M., [S.l], 1762.



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