El Solitario de Logroño. Espartero en su retiro de 1856

 


Hace poco se publicó un número de la Revista Berceo en el que Javier Zúñiga y yo tenemos un artículo conjunto sobre Espartero tras su retiro a Logroño en 1856. Hemos hecho un trabajo de investigación en equipo, ¡muy fructífero! Se titula “El Solitario de Logroño. Política, redes y autopercepción de Baldomero Espartero a través de su correspondencia con el círculo esparterista catalán (1856-1870)". Lo resumo en las siguientes líneas.

Lo primero, ¿de dónde parte todo esto? Pues de unas cartas que compró el Instituto de Estudios Riojanos. Vimos la noticia y pensamos que sería interesante analizarlas, ¿con quiénes se carteaba Espartero?¿Aclararían algo sobre su desaparición política en 1856?¿Cómo se autopercibía?¿Qué redes tejía?¿Y Jacinta?

Metidos en harina, la primera cuestión que vimos es que Espartero se retiró a Logroño y de la política… pero no del todo. En 1857 con su renuncia a ser senador y con un manifiesto a los electores de Barcelona quiso ajustar cuentas políticas y explicar su inexplicable desaparición del verano de 1856.



En resumen, “el camino del progreso está obstruido” y toda la culpa de era de Leopoldo O’Donnell, un traidor para el que no ahorraba descalificativos, vamos que Baldomero se quedó a gusto: lo comparaba con lucifer, decía que era un irlandés peor que un judío, un apátrida sin honra.

En sus cartas, en las que daba cuenta de la lectura de la prensa nacional junto a Jacinta, escribía y se desahogaba con Luis Cutchet y Víctor Balaguer, espateristas catalanes, y hablaba de otros miembros del partido progresista como Pascual Madoz o de Patricio Escosura (hasta su transfuguismo, que le sentó bastante mal).

¿Y cómo afectaba la política a Espartero? Pues mal. Era un dramas, un romántico melodramático que no tenía reparo en mostrar sus emociones a sus amigos. Aquí es interesante el tema de las masculinidades decimonónicas que ha tratado Darina Martykánová.

Hay que comprender la trayectoria vital de Espartero. Lo había sido todo en España. Años de guerras, incluida la última civil que él venció, con batallas imposibles. Era el Pacificado. Había sido regente. Un ídolo de masas. Presidente del gobierno. Y desde 1856 estaba retirado en su casa logroñesa.

Se sentía abandonado, solitario, olvidado, traicionado. Aunque no fuera así, como atestiguan las numerosas cartas que recibía. Perdonad, pero me imagino a Jacinta su esposa, diciéndole un “¿Otra vez así, Baldo?”, y él respondiendo un “Mi Chiquita, nadie me quiere”. Drama en Logroño en varios actos.

Era la autopercepción de soledad del héroe romántico al no estar en primera línea de la esfera pública. Era la forma de afrontar psicológicamente la caída mediática de su figura, que se resignaba a aceptar. Su honor estaba tocado. Jacinta fue quien le sostuvo.

Y es que Jacinta Martínez de Sicilia fue un personaje clave, ¡ojalá encontrar sus cartas! Estaba siempre ahí. Todas las cartas que enviaba Espartero acababan con un “recuerdos de la duquesa” y todas las recibidas terminaban con un “recuerdos a la duquesa”. Su papel tejiendo redes sociopolíticas fue fundamental. Es fácil imaginársela en el despacho escribiendo y leyendo, junto con Espartero.

Víctor Balaguer (1824-1901) y Luis Cutchet (1815-1892) son con quienes más correspondencia hay, dando cuenta de la fuerza del esparterismo en Cataluña, pero no eran los únicos. Zaragoza siempre estuvo ahí como firme bastión esparterista. En la correspondencia también son asiduos los hermanos Gurrea. Ignacio y Venancio eran los huérfanos del general Gurrea muerto en combate en Andoain en 1837, y Jacinta y Espartero casi los querían como hijos, preocupándose por ellos constantemente.

 ¿Qué conclusiones sacamos?

  • Las redes esparteristas y su correspondencia ayudaron a Espartero en su caída mediática y política post 1856.
  • Razón y sentimiento se mezclaban en las decisiones políticas de Espartero.
  • La autopercepción de Espartero se inscribió en ciertos rasgos de la virilidad del héroe romántico, con la peculiaridad de un retiro privado en vida.
  • Jacinta Martínez de Sicilia tuvo un papel fundamental. No hay duque de la Victoria, en su dimensión individual y mitificada, sin Jacinta Martínez de Sicilia.



El artículo completo lo podéis leer AQUÍ

 

Daniel Aquillué Domínguez

Comentarios