La I Guerra Carlista: violencias en retaguardias



La Primera Guerra Carlista (1833-1840) fue un terrible conflicto civil de siete años de duración en España, con participación internacional. Hubo 200.000 bajas. Un desastre humano tremendo. Pero si algo la caracterizó fue la enconada espiral de violencias en retaguardias.

Al principio de la guerra, el ejército de la reina Isabel apenas contaba con 70.000 soldados. El de Don Carlos, no superaría los 30.000 en el frente Norte, 20.000 en Aragón. Hubo poca batalla campal formal (Mendigorría en 1835 y las de 1837). Predominaban las escaramuzas.

No había cuartel. Pobres de aquellos que caían prisioneros. Eran fusilados, en el mejor de los casos, inmisericordemente.






Aquello fue tan sangriento que llevó a la mediación internacional de la diplomacia británica. En 1835 los generales isabelino y carlista firmaron el Convenio Elliot. Se respetaría así la vida de los prisioneros... solo en el frente Norte (Provincias Vascas y Navarra).



En el frente aragonés hubo de esperar a 1838 al Convenio de Lécera-Segura firmado entre Cabrera y Van Halen.



Para muchos fue demasiado tarde. Como los prisioneros tomados por los carlistas en la batalla de Villar de los Navarros de 1837: acabaron en las cárceles de Cantavieja, dándose al canibalismo y siendo fusilados.

Tampoco evitó otras violencias de retaguardia, bien en motines de solados, movimientos revolucionarios, represión, o violencia específica contra las mujeres espías. Otras mujeres eran fusiladas, por su sindicación política o por mera represalia.



Se conocen los grabados de Goya de los "desastres de la guerra" referidos a la Guerra de Independencia, pero es que estos desastres se repiten en cada conflicto bélico, acelerador de tensiones latentes, de movimientos, de resolución de disputas mediante las armas.

 


Daniel Aquillué Domínguez


Para saber más: Armas y votos. Politización y conflictividad política en España 1833-1843, Institución Fernando el Católico, 2020. 

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