Los 300 de Castellote. El asedio de 1840

Vista de Castellote en 1840. Grabado de la época que he coloreado con acuarelas

El 31 de agosto de 1839 se selló la paz en los campos de Vergara. Finalizaba la Primera Guerra Carlista... pero sólo en el frente norte del País Vasco y Navarra. En Aragón, Cataluña y Valencia, el general carlista Cabrera se mantuvo en sus trece. Ramón Cabrera había creado, desde 1836, casi un estado propio en el Bajo Aragón y El Maestrazgo. Tenía miles de hombres a su mando, tenía a su merced el valle del Ebro y la Huerta de Valencia, editaba un periódico, fundía cañones, reclutaba soldados, recaudaba impuestos... Sus principales focos eran las plazas de Cantavieja y Morella, rodeadas por otras plazas fortificadas, entre las que destacaban Segura y Castellote. 

La campaña aragonesa de 1839-1840

El general Espartero, con su ejército (50.000 hombres aprox.), llegó a Aragón en el otoño de 1839, estableciendo su cuartel general en Mas de las Matas. Su ejército se extiendió en una línea desde Montalbán a Alcañiz. Poco antes, el 4 de octubre de 1839, Espartero había entrado en Zaragoza, dándose un baño de masas, como "El Pacificador", con 44.000 infantes, 3.000 caballos, 224 jefes, 2021 oficiales y artillería.
El Capitán General de Aragón, Valencia y Murcia, O’Donnell, con el Ejército del Centro (más de 10.000 hombres), se situó entre Teruel, Camarillas y Castellón.
Todas las tropas isabelinas concentradas para acabar con los últimos carlistas en armas sumaban casi 100.000 hombres a comienzos de 1840 (pues a la tropa regular había que que sumar cuerpos francos y milicianos nacionales).

Cabrera, por su parte, comandaba el Ejército de Aragón (20.000 hombres aprox.). En diciembre de 1839 contaba con 19.300 soldados, en 4 divisiones, 30 batallones de infantería. y 17 escuadrones de caballería, además de artillería -6 piezas ligeras y 71 de sitio- (según Wilhem Von Rahden); 20.584 infantes, 2.115 caballos y 180 piezas artilleras (según Pirala), pero Cabrera  cayó enfermo en aquellos momentos decisivos. Sin embargo, confiaba que resistiera la línea fortificada entre Segura, Castellote, Aliaga y Alcalá de la Selva. 

Los preparativos del asedio de Castellote: entre Segura y Alcorisa (27 de febrero-12 de marzo)

El 27 de febrero de 1840, Espartero conquistó Segura. Tras eso, Espartero fue a por Castellote,  mientras que el general O’Donnell a por Aliaga y Alcalá de la Selva. O’Donnell tomó Aliaga el 15 de abril y el 30 Alcalá de la Selva.

En principio, Espartero llevaba consigo a la artillería de campaña y 5 piezas de a 16.
El 12 de marzo Espartero se situaba en Alcorisa, desde donde partió a reconocer las cercanías de Castellote. De allí se trasladó a Mas de las Matas pero antes, en las inmediaciones de Seno, su estado mayor y la Compañía de Tiradores del 1er Batallón de Luchana que le escoltaba, sostuvieron “un vivo tiroteo” contra los carlistas. En esta escaramuza dos oficiales isabelinos resultaron heridos.
El 13 de marzo, partió definitivamente el ejército de Alcorisa hacia Andorra, para desde allí bajar por Ejulve hacia Castellote. La artillería llegaría desde Muniesa. En vanguardia iba la división del general Ayerbe. 
El 21 de marzo, a las 11 de la mañana, el Ejército de Espartero llegó a Ejulve. Llegada la noche, el ejército acampó a dos horas de Castellote, “con frío tan intenso que hubo nueve helados”.
El 22 de marzo, a las 6 de la mañana se levantó campamento y se marchó hacia Castellote.

El asalto a la villa de Castellote (23 de marzo de 1840)

Castellote tenía “un castillo más fuerte que el de Segura, en un monte más empinado, con fortificaciones nuevas más bien entendidas” y con posibilidad de ser socorrido desde Cantavieja. Además, tenía varios puntos de defensa:
  • Cerro del Calvario.
  • Reducto en la Ermita de San Marcos.
  • Fuerte del Monte de San Cristóbal: consistente en una casa aspillerada y caponera.
  • Caponera aspillerada.

La tarde del día 22 de marzo, Espartero, con su estado mayor y artilleros, reconoció Castellote. Espartero se alejó de la Compañía de Guías que le escoltaba, y una partida carlista le atacó, debiendo el Estado Mayor desmontar y quedarse “al abrigo de los caballos” hasta la llegada de una Compañía del Batallón de Luchana que los socorrió. Mientras tanto, se efectuaron disparos de obús desde Castellote, muriendo un granadero isabelino.
El plan para el día siguiente era tomar el pueblo, el Cerro del Calvario y la Ermita de San Marcos, dejando encerrados en el castillo a los carlistas.
El resto del ejército de Espartero y artillería llegaron a Castellote el día 23 de marzo. El asalto a la población se produjo al amanecer:
  1. 8:00h. La Brigada de vanguardia, división de la Guardia Real y algunos batallones de la Provincial, avanzó hacia el Cerro del Calvario.
  2. La artillería isabelina abrió fuego y marcharon las compañías de ingenieros y zapadores.
  3. Los carlistas viendo que podían ser envueltos, abandonaron el Cerro y el núcleo urbano.
  4. Una Compañía de Granaderos del 5º Batallón de Aragón (carlistas) resistieron en el reducto establecido en la Ermita de San Marcos, extramuros. Los batallones isabelinos de la Princesa y Luchana les obligaron a retirarse hacia el castillo. El combate duró hasta las 12h.
  5. Los ingenieros isabelinos construyeron espaldones en las calles del pueblo para evitar el fuego de artillería y fusilería que los carlistas hacían desde castillo, caponera y San Cristóbal, sufriendo muchas bajas.




El asedio y bombardeo del Castillo (23-27 de marzo de 1840)

En la tarde del día 23 de marzo los isabelinos colocaron 2 cañones de a 8 en el camino de la Ermita de San Lázaro, “a tiro de fusil del Castillo”, que disparan con acierto a la Torre del Homenaje.
La noche del 23 al 24 de marzo las tropas de Espartero construyeron dos baterías en el Cerro del Calvario, una de 2 piezas a la derecha de la ermita, y otra de 3 piezas a la izquierda.
Los carlistas que defendían San Cristóbal, al ver las baterías que les enfilaban, prendieron fuego a las fortificaciones y se retiraron al castillo.Entonces, los defensores del Castillo enarbolaron la bandera negra.
300 carlistas se aprestaban a la guerra a muerte. El gobernador del castillo era Pedro Marcó, su 2º Ildefonso Martínez. Entre ambos mandaban 4 Compañías: 1º de Cazadores, 3ª del 1er Batallón, 2ª del 5º Batallón de Aragón, y compañía de granaderos del 5º de Aragón.
El día 24 de marzo, junto a las dos baterías, los sitiadores montaron una más con piezas de a 12, en la Ermita de San Lázaro. En el Monte de San Cristóbal erigieron otra batería con 2 obuses de a 12, y en los de enfrente otros 2 con algunas piezas de montaña. Con todas ellas, iniciaron un bombardeo que destruyó “el torreón sobresaliente y los bastiones principales”.
Por su parte, los tiradores carlistas disparaban con acierto, y presentaban una defensa “obstinada”, apuntalando las murallas desplomadas. 
El día 25 de marzo, los artilleros isabelinos reforzaron la batería de San Cristóbal con 2 cañones de a 18, y la batería del Cerro del Calvario con 4 cañones de a 12. Además, construyeron una nueva batería delante de la Ermita de San Marcos, con 2 cañones obuseros de a 24.
“Estando fundado el castillo sobre una escarpadísima roca, no había otro medio de rendirlo que destrozándolo con artillería o volándolo por medio de una mina”, ya que no se podían formar columnas de asalto.
Al amanecer, se acercaron 4 Compañías isabelinas (Luchana y Princesa) a los muros del Castillo, pero fueron rechazadas. Se dirigió el bombardeo contra las torres desde las que disparaban los carlistas defensores, “valientes”, “respetables aun a ojos de sus enemigos”.
En la noche del 25 de marzo, los zapadores abrieron una mina capaz de contener dos quintales de pólvora, a costa de 1 oficial muerto y 6 zapadores heridos. Entonces, con esa amenaza, Espartero mandó un parlamentario al Castillo, pero fue recibido a balazos. Los defensores  gritaron “vencer ó morir”.

El día 26 de marzo, enfurecido por la resistencia, Espartero mandó al brigadier Manuel de la Concha, jefe de la vanguardia, que se apoderase del edificio que había “en la parte extrema oriental del castillo y en lo más alto”. Para ello, tenían que pasar los soldados por un estrecho desfiladero. El asalto se dirige contra las ruinas del castillo, y durante “una hora se trabó un combate el más horrible”. Los carlistas se defendieron con granadas de mano y hasta a pedradas. Concha consiguió apoderarse del edificio tras luchar sobre los escombros. 96 muertos entre los isabelinos, 150 bajas entre los carlistas (la mitad de los defensores).
Es en esa situación insostenible cuando desde el castillo ondearon bandera blanca. Los defensores apenas tenían munición ya. Se produce entonces la rendición. Se respetó a la vida de los defensores. Espartero dirigió una proclama alabando la valentía española también de los defensores, la Constitución, la obstinación de una defensa “que fue preciso reducir a escombros la mayor parte del castillo” pues sus defensores “eran españoles que, obcecados, demostraron también su bravura, y sensible mi corazón al derramamiento de sangre española, no dudé en hacerles probar vuestra generosidad con los rendidos. Soldados: este glorioso hecho de armas es digno de vosotros, y yo cada vez tengo más orgullo de mandaros”.

Daniel Aquillué
*Este texto tiene como base la charla que ofrecí en Castellote en marzo de 2018, y en la que su vecindario me recibió con gran hospitalidad e interés por la Historia

Bibliografía:

ASIN REMIREZ DE ESPARZA, Francisco: Aproximación al carlismo aragonés durante la guerra de los siete años, Editorial Librería General, Zaragoza, 1983.
CABELLO, SANTA CRUZ y TEMPRADO: Historia de la guerra última en Aragón y Valencia, Ed. de Pedro Rújula, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2006.
PIRALA, Antonio: Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista. Tomo VI La regencia de Espartero, Turner/Historia 16, Madrid, 1984.
RÚJULA, Pedro: Contrarrevolución. Realismo y carlismo en Aragón y el Maestrazgo, 1820-1840, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 1998.

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