¡Viva
España con honra! fue el grito de la Revolución de septiembre de 1868 y que
abría el periodo conocido como Sexenio Democrático o Sexenio Revolucionario
(1868-1874). Durante el mismo, España conoció una nueva Constitución (1869), un
interregno, una monarquía democrática electa que recayó en Amadeo I de Saboya
(1870-1873), una I República (1873-1874), varias guerras civiles (la carlista,
la cubana y la cantonal), una revolución cantonal (1873), y una dictadura del
general Serrano (1874), antes de que el general Martínez Campos se pronunciara
en favor del rey Alfonso XII y se restaurase la monarquía borbónica en España
(1875).
La destronada Isabel II había sido educada, primero pésimamente por una absolutista aristócrata, la marquesa
de Santa Cruz, y después por Juana de Vega, viuda de Espoz y Mina, la cual
intentó imbuir a la joven reina de las ideas de la monarquía constitucional,
pero ya era tarde. María Cristina de Borbón nunca había prestado gran atención
a su hija, la cual observó a su madre actuar como una reina o un rey del
Antiguo Régimen: la política era conspiración e intrigas palaciegas, y si
hacías como Fernando VII dividir, vencías; y en cuanto a la vida personal,
llevar corona permitía una gran libertad de amantes, pero, a mediados del siglo
XIX, las cosas habían cambiado. La revolución liberal había triunfado.
Y
todo lo que la pequeña Isabel había aprendido indirectamente, tanto en lo
político como en lo cultural, en sus hábitos y costumbres, estaba mal visto por
el liberalismo político y la moral burguesa. Según los prohombres liberales, el
monarca debía reinar pero no gobernar, y las mujeres debían ajustarse a un
nuevo ideal de “ángel del hogar”, incluida la misma reina, la cual encarnaba,
además, a la Nación. La realidad fue totalmente diferente. Isabel II reinó y
quiso gobernar, con intrigas y divisiones, y además llevó una vida personal
como la de cualquier rey anterior, sin ataduras. Según su percepción ¿qué hacía
mal siguiendo los pasos de sus padres? Pero los tiempos habían cambiado. Era la
época del liberalismo. Al final, las derivaciones avanzadas del liberalismo se
llevarían por delante el trono borbónico, con un grito nada inocente ¡Viva
España con honra!. En él, con un marcado componente de género y nacionalista,
se aglutinaba toda la crítica a Isabel II que comentamos: participaba en
política antiliberalmente y tenía una vida personal no ajustada a los cánones
de la moral burguesa, deshonrando así a la Nación que representaba.
El movimiento revolucionario, tras varios fracasos anteriores, comenzó con el pronunciamiento de Topete, quien mandaba la escuadra en Cádiz, el 18 de septiembre de 1868. Después llegaron los exiliados conspiradores: Prim, Ruiz Zorrilla, Serrano... Mientras las juntas revolucionarias iban surgiendo por las ciudades y pueblos españoles, el ejército revolucionario marchó hacia Córdoba para enfrentarse a las fuerzas gubernamentales mandadas por Novaliches. Se encontraron en el Puente del Alcolea, donde combatieron 20.000 hombres el 28 de septiembre de 1868. Los revolucionarios vencieron. La reina Isabel II, de vacaciones en San Sebastián, partió al exilio. Se constituyó un gobierno provisional y se convocaron elecciones, por sufragio universal masculino, a Cortes Constituyentes. Las divisiones entre quienes habían echado abajo todo lo existente, surgieron enseguida. Unionistas, progresistas, demócratas y republicanos federales... Cada uno tenía su proyecto para España...
Algo de bibliografía sobre el tema:
ANGUERA, Pere: El general Prim. Biografía de un conspirador, Edhasa, Barcelona,
2003.
BURDIEL, Isabel: Isabel II. Una biografía (1830-1904), Madrid, Taurus, 2010.
HIGUERAS CASTAÑEDA, Eduardo: Con los Borbones, jamás: Biografía de Manuel
Ruiz Zorrilla (1833-1895), Marcial Pons, Madrid, 2016.
Daniel Aquillué
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