Zaragoza 1118: la conquista feudal



Mi primera visión de la conquista cristiana de Zaragoza en 1118 quedó fijada por los dibujos del tebeo Breve historia de Aragón, editado por la CAI y que se encuentra en casi todas las casas aragonesas. La representación era tal que así: un dibujo de Alfonso I el Batallador, cual estatua del Parque Grande (del siglo XX, y que a la vez imita a los cuadros historicistas del XIX) en el que marchaba con Gastón de Bearn sobre Zaragoza. El de Bearn traía grandes máquinas de guerra, torres de asedio y catapultas como las de la I Cruzada (a Tierra Santa), que causaban el pavor en los defensores de Zaragoza. 

En este 2018 que se cumplen 900 años de dicha conquista, y 1.000 de la creación del reino de taifa de Saraqusta, me aventuro a escribir un pequeño texto sobre el tema. Las líneas que redacto se basan en una mesa redonda a la que asistí ayer en la Universidad de Zaragoza, y que contó con la participación de especialistas en la Edad Media y Arqueología (C. Laliena, M. Lafuente, J. Ortega, J. Gutiérrez, G. Tomás)



Con la disolución del Califato de Córdoba, la díscola Marca Superior se convierte en un Reino de Taifa, el de Saraqusta, uno de los más poderosos de la Península Ibérica. Estamos en 1018. Habitualmente se suele hablar del esplendor económico y cultural del mismo, a la par que de su debilidad militar. Ese esplendor se ejemplifica en los poetas, filósofos como Avempace y el palacio de la Aljafería. Sin embargo, J. Ortega manifiesta que la supuesta debilidad que parecía hacer inevitable la caída en manos cristianas, no fue tal, o no tanto. Muestra de ello es que mientras otros reinos andalusíes cayeron rápidamente en manos almorávides en 1090, Saraqusta se mantuvo independiente hasta 1110, frenando a las tropas aragonesas-pamplonesas y al Conde de Barcelona. Es más, en ello jugó un papel importante la contratación de mercenarios castellanos en el siglo XI, de los cuales el más famoso fue el Cid. En la propia batalla de Alcoraz de 1096 combatieron dos condes castellanos junto a los defensores de Wasqa y contra el ejército de Pedro I de Aragón y Pamplona, tal y como recuerda C. Laliena. 

A pesar de ello, a comienzos del siglo XII, el "estado feudal" de la monarquía aragonesa redoblaba sus esfuerzos de conquista, pues era una sociedad por la guerra, como indica C. Laliena. Esta era su medio y fin, estructurando la sociedad y la economía. Este feudalismo, en vez de atomizar el poder, consiguió aunar esfuerzos aristocráticos en torno al rey, con el fin de la conquista de los territorios andalusíes del sur. 
Alfonso I de Aragón y Pamplona planeó la conquista del valle del Ebro, con lo que triplicó la extensión de sus territorios. El cambio fue rápido y brutal. Recordemos que Aragón, como reino, había nacido en 1035, en un pequeño recodo de los Pirineos. La guerra contra los almorávides que dominaban Saraqusta desde 1110 se prolongó durante años, y culminó con un duro asedio de seis meses en 1118.

Estamos acostumbrados a ver la guerra en la Edad Media como nos la ha presentado Hollywood y otros medios de conocimiento informal, es decir, como grandes batallas con espadas a lo Braveheart y épicos asedios cual Reino de los Cielos. Nada más lejos de la realidad. Sobre la guerra en la Edad Media han escrito autores clásicos como G. Duby en su El domingo de Bouvines o el español F. García Fitz con sus trabajos en torno a las Navas de Tolosa. En la red se puede leer el blog de los jóvenes historiadores y recreadores históricos Aliger Ferrum. Y también hay que señalar que los caballeros revestidos de armadura eran minoría, predominando sus mesnadas de campesinos armados con lanzas y poco más. 
La guerra medieval se basaba en razias, golpes de mano, asedios, devastación de campos y rapiñas. La gran batalla campal era algo excepcional y extraño, al igual que los asaltos directos a castillos

Y la conquista de Zaragoza en 1118 fue un asedio muy largo, pero sin asaltos a sus murallas, a pesar de las máquinas de asedio cristianas. Y comenzó mucho antes, con la amenaza, quema de cosechas y bloqueo. Hay que tener en cuenta, que las fuerzas aragonesas ya estaba presentas años antes en las inmediaciones de la ciudad, con los castillos de Juslibol (Deus lo vol) y El Castellar. Desde esos puntos podían lanzar incursiones sobre toda el área circundante de Zaragoza, lo que hizo casi imposible que nadie viviera y trabajase allí, despoblándose amplias zonas del ámbito rural saraqustano. Es factible que mucha población emigrara a otras regiones, lo cual debilitaba el poder militar y de resistencia de la ciudad. Esta fue la primera fase de la conquista: el bloqueo y las cabalgadas sobre los alrededores, el arrasamiento de campos e infundir temor. 
Tras ello, en mayo de 1118, un conglomerado de fuerzas cristianas, dirigidas por el rey Alfonso I de Aragón, se presentó ante los muros de Zaragoza. Aragoneses, pamploneses, occitanos...  Les animaba la esperanza de botín, el reparto de nuevas tierras y las recompensas espirituales. El concilio de Toulouse dio bulas a los sitiadores de Zaragoza, revistiendo la conquista de guerra santa, de cruzada. En un primer momento, los defensores hicieron una salida, con objeto de evitar el establecimiento de los campamentos cristianos, pero fueron severamente derrotados. Fue una batalla ante los muros de Saraqusta. Una vez establecidos los campamentos de los sitiadores, el asedio se prolongó durante seis meses. Un punto clave fue la conquista del palacio de la Aljafería, extramuros, por parte de las tropas cristinas. En ambos bandos se pasó hambre. La guerra se solía hacer en verano, y esta duró hasta el invierno. Probablemente, los arrabales de la ciudad quedaron abandonados (estos han sido excavados por F. J. Gutiérrez) y la población se refugió tras las gruesas murallas de piedra de época romana, ya que el nuevo muro de ladrillo que circundaba los arrabales no ofrecía demasiadas garantías de defensa. 
Finalmente, la falta de refuerzos, el hambre y la desmoralización llevaron a la capitulación de Saraqusta el 18 de diciembre de 1118. La ciudad, Zaragoza, quedó bajo poder de Alfonso I el Batallador e integrada en el Reino de Aragón. Pero eso no había estado tan claro años antes, cuando los castellanos parecía que podían tomar la ciudad, desde sus posesiones riojanas, o si las tropas de refuerzo almorávides que llegaron en 1120 (y fueron derrotadas en la batalla de Cutanda, una excepción de gran batalla campal) hubiesen llegado antes. 



A partir de entonces, se inició la etapa de la Zaragoza cristiana y aragonesa. Los vestigios arqueológicos indican a que durante un tiempo, la población no vivió segregada por cuestiones religiosas, que eso fue ya cosa del siglo XIV. También, que la reactivación económica-constructora de la ciudad se dio ya a fines del siglo XII y durante el XIII, y no inmediatamente tras la conquista que había hecho padecer a la zona, de frontera durante un tiempo no pequeño, los desastres de la guerra.

---AÑADIDO el 18 de diciembre de 2018---

El 18 de diciembre de 2018 se cumplen 900 años del fin de la Saraqusta andalusí y el comienzo de la Zaragoza aragonesa.
El sábado 15, varios integrantes de varios grupos de Recreación Histórica de Aragón realizaron una caminata por el valle del Ebro, en recuerdo de aquellas gentes aragonesas que se lanzaron a la expansión feudal.
Dejo unas fantásticas fotos de David Arrieta de aquella recreación histórica conmemorativa de los acontecimientos de 1118:









Daniel Aquillué






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