Vista de La Habana en el XVIII. Fuente
Rivalidades coloniales
En la Europa de la Edad Moderna las
distintas potencias europeas, y las que pretendían serlo, rivalizaron en el
viejo y el nuevo continente. La Monarquía Hispánica partió con ventaja en lo
que refiere a los territorios del Nuevo Mundo pero pronto fue asaltada,
literalmente, por ingleses, franceses, y holandeses. Todos quisieron un pedazo
del jugoso pastel que representaban los territorios recién descubiertos.
Los primeros ataques a los territorios
hispánicos de ultramar se produjeron ya a mediados del siglo XVI, y sus
objetivos principalmente eran desarticular el puente marítimo de la plata
indiana y romper el monopolio hispánico con el establecimiento de colonias en
América. A lo largo del siglo XVII los distintos países europeos fundaron
colonias en el nuevo continente, promovidas por intereses mercantilistas de
compañías comerciales.
En el siglo XVII también se desarrolla con
fuerza el fenómeno de la piratería, en sus diversas variantes, en el escenario
caribeño. Los corsarios fueron alentados por los enemigos de la Monarquía
Hispánica, los bucaneros eran apátridas que atacaban cualquier navío y se
refugiaban en la isla de Tortuga, y los filibusteros fueron unos piratas
“domesticados” por ingleses y franceses que operaban entre Jamaica y Santo
Domingo. Un hecho destacado de esta actividad pirática fue la captura de la
flota de la plata en 1628 por el corsario holandés Piettleyn.
Entre 1664 y 1739 se desarrolla un periodo
de agresividad colonial británica que a lo largo de tres guerras (la
angloholandesa, la de los Nueve Años, y la de Sucesión Española) conseguirá
arrebatar la supremacía naval a las Provincias Unidas, poner fin a la hegemonía
francesa, y con la Paz de Utrecht (1713) se inventó el concepto de equilibrio
colonial y europeo.
Durante el siglo XVIII Gran Bretaña siguió
una política destinada a mantener un equilibrio entre potencias europeas,
hacerse con el control de los mares, y construir un imperio colonial. Para ello, se desarrollaron diversos conflictos bélicos, fundamentalmente dos: la Guerra
de los Nueve Años y la de los Siete Años.
1741. Sitio de Cartagena de Indias
En 1739 estalló la Guerra de la Oreja de
Jenkins entre la Monarquía Española y la de Gran Bretaña. Este conflicto se
inició tras un incidente anecdótico: las tropas coloniales españolas capturaron
a un pirata británico, el capitán R. Jenkins, y como castigo por su contrabando
le cortaron una oreja. En realidad, Gran Bretaña deseaba desarticular el sistema
español de flotas porque perjudicaba a su contrabando y, además, pronto iba a
rescindir el asiento de Negros del que gozaba la Compañía del Mar del Sur desde
Utrecht.
De esta forma, el ministro británico
Walpole declaró la guerra. Los británicos planearon una estrategia consistente
en tres grandes operaciones navales contra posiciones americanas de la
Monarquía Española. Una flota dirigida por Vernon destruiría La Guayra,
Portobelo y, si era posible, La Habana. Posteriormente, sería reforzada por otra
flota a cargo de Chaloner-Ogle y tomaría Cartagena de Indias. Finalmente, una
tercera flota mandada por Anson atacaría las costas hispanoamericanas. Los
planes no salieron según lo previsto por los almirantes de Su Majestad
Británica…
La armada británica se avistó en Cartagena
de Indias el 13 de marzo de 1741. El 20 del mismo mes desembarcaron en la playa
de La Chamba estableciendo allí su campamento. Daba así comienzo el sitio de
Cartagena de Indias. El contingente británico era considerable. La flota
mandada por el almirante Eduard Vernon se componía de 48 barcos de guerra (8 navíos
de tres puentes, 28 navíos de línea y 12 fragatas) y algunos brulotes y 2
bombardas, a lo que habría que añadir las embarcaciones de transporte que
ascendían a un número de entre 150 y 180. A todo este ingente contingente naval
se sumaban las tropas terrestres mandadas por el Brigadier Wentowrth. Se
componían estas de un total de 9.000 soldados distribuidos en los regimientos
Aricson, Wolfes, Robinson, Lwthers, Winyares, Grants, Movciens, Gooch y Lands;
a los que acompañaban 2000 negros equipados con machete “destinados al trabajo
de fajina”, o sea, a las obras de sitio.
Para oponerse a esta impresionante fuerza
militar, el virrey Sebastián de Eslava y el General Blas de Lezo contaban para
la defensa de la plaza con apenas 3.000 hombres. En Cartagena solo había 1.100
soldados de tropa regular repartidos en los batallones de España, Aragón, de la
Plaza, y de Piquetes Sueltos. A estos se sumaban 300 milicianos, 2 Compañías de
Negros y Mulatos libres, 600 indios, y los 400 soldados y 600 marineros embarcados
en los 6 navíos anclados en el puerto cartagenero.
Desde marzo a mayo de 1741 se
desarrollaron combates alrededor de la ciudad de Cartagena de Indias. Al poco
de desembarcar, los británicos bombardean intensamente la batería de Santiago y
el Fuerte de San Felipe que destruyeron obligando a las tropas defensoras a
retirarse de ellos. El siguiente objetivo de los sitiadores fue el Castillo de
Bocachica, vital para acceder a la bahía interior. Desde sus navíos los
británicos comenzaron un gran bombardeo sobre dicho Castillo y construyeron una
batería terrestre para batir los muros. Los españoles hicieron dos salidas, una
el 21 de marzo dirigida por el capitán Miguel Pedro con 60 hombres del Batallón
de Aragón y otra el 31 del mismo mes que acabó con 50 ingleses. El 1 de abril
abrieron “brecha capaz y fácil al asalto” en el castillo de Bocachica,
procediendo al asalto en tres columnas y con 50 lanchas. Ante esto los
españoles se repliegan. Paralelamente los británicos atacan la batería del
Baradero sufriendo 400 bajas.
Con el Castillo de San Luis de Bocachica en
su poder, los británicos se hacen con el control de la bahía interior
capturando o hundiendo 4 navíos españoles. Los otros 2 navíos restantes se
sitúan a la entrada del puerto para bloquear la entrada al mismo. Para forzar
el paso al puerto los británicos intentan tomar el fuerte de Manzanillo. El 12
de abril intentan un desembarco y el 24 lanzan un ataque terrestre al mismo
que, tras dos horas de combate, se salda con una retirada británica.
Desde el mar la flota de Vernon bombardeó
la ciudad durante dos semanas, desde el 12 al 27 de abril, quizás esperando
desmoralizar a los defensores, dirigidos en la práctica por Blas de Lezo. Por
tierra inician su avance tomando el convento de Nuestra Señora de la Popa, a
las afueras de la ciudad, el 17 de abril. Protegiendo los accesos por tierra a
Cartagena de Indias se encontraba el Castillo de San Felipe de Barajas que
había sido reforzado con un hornabeque de fajinas con camino cubierto en su
frente y una batería de 5 cañones a su derecha. Era el 20 de abril de 1741 cuando 4.000
casacas rojas divididos en tres columnas, y con escalas, asaltaron el Castillo de
San Felipe de Barajas cuya defensa estaba dirigida por Blas de Lezo. Los
británicos se estrellaron contra los muros del Castillo y las descargas de
fusilería españolas. A continuación, aprovechando la confusión entre los
enemigos, la infantería española hizo una salida a bayoneta calada que hizo
huir en desbandada a los británicos. La intentona de tomar San Felipe de
Barajas le costó al orgulloso Vernon por lo menos 800 muertos y 200 heridos .
Tras estos fracasos, sin poder tomar los
fuertes que protegían el puerto ni los que guardaban el acceso a la ciudad,
Vernon decide ordenar el repliegue paulatino de sus tropas el 29 de abril.
Además, las enfermedades estaban causando estragos entre la tropa. El 8 empiezan
a retirarse a Jamaica. Vernon abandona finalmente los alrededores de Cartagena
de Indias el 20 de mayo de 1741. Los planes británicos han fracaso estrepitosamente.
En combate las bajas británicas superaron los 3.000 hombres, y con los
fallecidos por enfermedades “pasan de 9000”.
Y así finalizó el sitio de Cartagena de
Indias, “aviendo sufrido el estrago de infinitos cañonazos y más de 9000 bombas”
con 200 bajas entre la tropa, la Monarquía Española obtuvo una resonante
victoria ante su gran rival colonial. Su Majestad Británica no olvidaría esta
ofensa…y se tomaría su venganza unos años después…
1762. Sitio de La Habana
La rivalidad colonial francobritánica en
los territorios de Norteamérica fue la causa principal del estallido de la
Guerra de los Siete Años en 1756. En el escenario de la vieja Europa, Francia
se alió con Austria, y Gran Bretaña con Prusia. En 1761, con la firma del Tercer
Pacto de Familia entre Carlos III de España y Luis XV de Francia, España entró
en la Guerra. Gran Bretaña no tardó en armar una gran expedición con dirección
al Caribe. Su objetivo era la “Llave del Caribe”, la joya de la Corona
Española… La Habana.
El sitio de La Habana se desarrolló
durante 65 días, entre el 6 de junio y el 12 de agosto de 1762. El numeroso
ejército de Su Majestad Británica fue avistado el 6 de junio. Comandadas por
Lord Abermale, las tropas británicas contaban con 24.000 soldados al final del
sitio. Inicialmente eran 10.000 fusileros, 4.000 marineros y 4.000 negros para
realizar trabajos de sitio. A estas tropas se sumaron los refuerzos llegados
desde Nueva York, 4.000 hombres que arribaron el 27 de junio y 2.000 más que
llegaron el 2 de agosto.
Para la defensa de la plaza el gobernador
Juan de Prado disponía de no más de 2.400 soldados, 6.300 marineros y 12 navíos.
El problema principal de este ejército era la escasez de tropas regulares, pues
solo se encontraban en la ciudad los batallones de España (8 compañías), Aragón
(5 compañías), el Regimiento Fijo y los dragones de Edimburg. El resto eran
Milicias de Blancos, Pardos y Morenos, tropa inexperta en batalla,
“absolutamente desacostumbrada al uso del fusil” y que “retroceden a las
primeras descargas”.
El 7 de junio de 1762 los británicos
desembarcaron en Cojimar, al este del Castillo del Morro. Posteriormente también
desembarcarían en la Chorrera, al oeste de la ciudad. Ante esto la Junta de
Guerra decidió replegar las tropas desplegadas por el litoral hacia las alturas
de La Cabaña, frente al Morro. Este castillo fue fortificado con artillería de
a 12. Además enviaron peticiones de socorro a Santo Domingo, peticiones que no
cesaran en los restantes días de asedio. Al ser el Castillo de los Tres Reyes del
Morro el punto clave de la defensa, fueron enviados allí artilleros de los
navíos anclados en el puerto. Solo dos días después, ante la imposibilidad de
su defensa por carecer de fortificaciones y suficiente tropa reglada, la Junta
tomó la decisión de abandonar los altos de La Cabaña al enemigo. Por la parte
de las murallas terrestres se decidió el 10 de junio romper los canales que
llevaban agua a la ciudad para inundar la campaña y evitar asaltos por esa
parte. Ese mismo día, la Junta eligió como Comandante general y Gobernador
Subdelegado de La Habana al Capitán de Navío Juan Ignacio Madariaga.
El 11 de junio, los británicos se hicieron
sin encontrar resistencia alguna con La Cabaña y la Chorrera. Desde el primer
lugar ya podían iniciar el ataque al Morro, y desde el otro amenazaban a la
propia ciudad por tierra. El día 17 los británicos tomaron la población de
Guanabacoa, al sur de La Habana, la cual saquearon. Sin embargo el alcalde de
dicho pueblo se destacó mandando una partida que no dejó de hostigar a los
británicos. En los alrededores de La Habana se trabaron escaramuzas a lo largo
de todo el asedio.
El capitán Luis de Velasco dirigía la
defensa del Morro con cerca de 600 hombres. Desde mediados de junio hasta su
caída mantuvo un intenso duelo artillero y de fusilería con los británicos.
Desde La Cabaña los británicos fueron realizando aproches en dirección al
Morro, colocando baterías cada vez más cercanas desde las que bombardearlo.
Ante el lento y costoso pero inexorable
acercamiento de los británicos con sus obras de sitio al Morro, Luis de Velasco
ordenó una salida el día 29 de junio. En ella participaron 638 soldados
repartidos en tres divisiones. La primera dirigida por el coronel Alejandro
Arroyo del Batallón de Aragón con granaderos de dicho batallón, fusileros del
Regimiento Fijo, tropa de marina y gastadores cuya misión era clavar la
artillería enemiga, destruir las trincheras e incendiar el monte. La segunda
división dirigida por el teniente coronel Ignacio Moreno con granaderos del
Regimiento Fijo y fusileros del Batallón de España seguiría a la primera
división. Por último la tercera mandada por el capitán Nicolás Amer con
granaderos del Batallón de España debía salir por el frente y situarse allí a
la espera de acontecimientos. Además para garantizar el éxito de esta salida se
planeó un falso ataque en dos divisiones hacia la parte de La Cabaña. La
primera y segunda división salieron en lanchas a las 12 de la noche y
entablando un vivo combate a bayoneta calada hubieron de retirase por la
resistencia que opusieron los británicos. La salida había fracasado y se saldó
con 38 españoles muertos y 64 heridos.
Una vez rechazas las salidas españolas,
los británicos remudaron con más ímpetu el bombardeo al Morro. Así pues el 1 de
julio bombardearon el Castillo con dos baterías (una de 8 y otra de 4) de
morteros y otras dos con cañones de a 24 y a 36. A la artillería terrestre le
ayudó la naval pues los navíos también abrieron fuego contra el Morro. Los
estragos dentro del Castillo eran considerables. Tal era así que el 3 de julio
ya habían de ser reparadas las defensas con fajinas y sacos de tierra; y el día
16 ya tenía sus parapetos deshechos y su artillería desmontada en parte,
pudiendo responder tenuemente al fuego enemigo.
Los días 18 y 22 de julio se
hicieron sendas salidas que no obtuvieron ningún logro. Fueron realizadas a
pesar del riesgo que conllevaban porque se tuvo noticia de que los británicos
estaban trabajando en una mina bajo el Morro. El 25 de julio los británicos ya
estaban con su paralela junto al camino cubierto. La situación se hacía
insostenible.
Los días 29 y 30 de julio
fueron vitales, en ellos se decidió el destino de la plaza. El 29 llegaron más
refuerzos británicos desde Nueva York, y el Morro estaba “reducido a un montón
de ruinas, sin parapetos, ni resguardos en que poderse mantener su Guarnición”.
El 30 a la “como a la una de la tarde prendieron los ingleses fuego a la Mina,
que tenían adelantada en la Cortina del Cavallero de la Mar, con la qual
lograron derribar, y abrir brecha, introduciéndose por ella”. Con brecha
abierta en los muros del Morro los británicos se lanzaron a un asalto masivo al
que los 300 hombres de la guarnición española se opusieron como pudieron.
Murieron o fueron heridos 146 soldados españoles, otros fueron capturados y
algunos pudieron huir. El capitán Luis de Velasco que tan bravamente había
defendido el Morro cayó muerto en combate. El castillo del Morro había recibido
los impactos de 18104 bombas…
Tras la caída de los Tres Reyes
del Morro, la suerte de La Habana estaba echada, era cuestión días su
capitulación. Con el control del Morro los británicos podían bombardear desde
una posición de altura al Castillo de La Punta y a la propia ciudad. Numerosos
británicos se desplegaron frente a los nueve baluartes de la ciudad. Desde el 3
de agosto bombardearon la ciudad, hubo escaramuzas junto a las murallas… y el
día 10 de agosto solicitaron la rendición de la ciudad que no aceptó.
Ante la negativa rendirse, el
11 los británicos bombardearon con más furia la ciudad abriendo brecha en el
Castillo de la Punta. Tras haber recibido 3070 bombas, la Habana solicitó la
Capitulación un día después. El 13 de agosto se formalizó la Capitulación y el
14 las tropas de Su Majestad Británica entraban en La Habana. Las pérdidas
españolas durante el sitio habían sido de 2910 soldados y 900 esclavos muertos
.
Este asedio supuso un antes y un después
para la Monarquía Española y para las fortificaciones en América. En 1763, con
la firma del Tratado de París La Habana volvió a la Corona Española a cambio de
ceder la Florida a Gran Bretaña.
---
BIBLIOGRAFÍA:
BLANES MARTÍN, Tamara, Fortificaciones
del Caribe, Letras Cubanas, Madrid, 2001.
ESLAVA, Sebastián de, MUR,
Pedro de, Diario de todo lo ocurrido en la expugnación de los fuertes
de Bocachica, y sitio de la ciudad de Cartagena de Indias: Formado de los
pliegos remitidos a su Magestade (que Dios guarde) por el Virrey de Santa Fé
Don Sebastián de Eslaba con D. Pedro de Mur, su Ayudante General. Año 1741,
[S. l.], 1741.
LUCENA SALMORAL, Manuel, Rivalidad
colonial y equilibrio europeo. Siglos XVII – XVIII, Editorial
Síntesis, Madrid, 1999.
MORÓN GARCÍA, Juan José, “La
Artillería en el sitio de la Habana, 1762”, MILITARIA, Revista de
Cultura Militar, nº 10, pp. 118 – 124, Madrid, 1997.
PRADO, Juan, Diarios de
las operaciones del sitio de La Habana en 1762. Formados por el Governador de
ella D. Juan de Prado, y por el Gefe de Esquadra Marqués del Real Transporte, y
remitidos à la Corte para noticia de S. M., [S.l], 1762.
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