Retablo de Santa Ana en Tardienta
Durante el curso 2011- 2012, mi último año de Licenciatura en Historia, cursé la asignatura "Cultura y Mentalidades en la Edad Media", que nos impartió magistralmente la profesora Carmen García Herrero, Carmina (y algunas clases Cristina Pérez Galán). Aquello fue un auténtico soplo de aire fresco en nuestra visión de la Historia y un dulce redescubrimiento de la Edad Media, que ahora se mostraba como algo apasionante, basado en vidas cotidianas y formas de ver el mundo; encarnada ahora en personas corrientes campesinos, artesanas, relojes, santos extraños, calendarios, óleos, miedos, colores, parturientas y matronas.
A lo largo de esas maravillosas clases, durante las cuales aprendimos y disfrutamos a partes iguales, hubo unas sesiones que a muchos nos dejaron un duradero recuerdo: las relativas a las parturientas, matronas y recién nacidos, y en especial el caso registrado de la zaragozana del siglo XV Isabel de la Caballería.
El pasado fin de semana del 17-19 de agosto de 2018, la asociación cultural de recreación histórica "Feudorum Domini" recreó con rigor (y lo divulgó de forma didáctica) un hospital medieval de finales del siglo XIII en la iglesia abacial de San Miguel de Foces (Ibieca), la cual fue cedida a la Orden de San Juan del Hospital. En ese contexto, en la zona de hospedería, en la cama noble, se recreó el parto de una dama. Durante las visitas guiadas que se llevaron a cabo, pudimos explicar lo que Carmina nos había enseñado al respecto. En los siguientes párrafos voy a resumir algunas cuestiones sobre el parto en la Edad Media, siguiendo los apuntes que tomé en la carrera, acompañándolo con la excelentes fotografías que "Valischka" tomó en la recreación histórica de Foces.
El momento del parto era muy peligroso, ya que fácilmente podía conllevar la muerte de la parturienta y del neonato, y, por tanto, se vivía con gran miedo. Es por ello, que cuando llegaba el momento se recurría a la religión, a la superstición y se hacía testamento ante notario -en algún caso hasta tomó acta del mismo parto-. La Iglesia aconsejaba a las mujeres que se confesaran antes de dar a luz. Durante el parto, los gritos de la mujer daban razón a la argumentación bíblica de que Dios castigó a la mujer "parirás con dolor". Además, el grito tenía un sentido purificador, comunicando el sufrimiento para dar la vida. A ese desgarrador sonido, se unían multitud de plegarias. Esta cuestión del dolor durante el parto suscitó grandes debates sobre el parto de la Virgen, y los franciscanos empezaron a propugnar el dogma de la Inmaculada Concepción.
Había un afán por propiciar la vida de la mujer y el niño en el parto. Para ello, además de acogerse a la religión, fueron surgiendo una serie de talismanes en la cultura popular que se creía facilitaban el parto: las etites o piedra del águila (concreción de hierro en bolas informes), el coral, diente de lobo, cruces y relicarios.
Además, estaba el santoral. A fines del siglo XIII, se intentó hacer a San Miguel patrón de la obstetricia -tras un supuesto milagro que en la abadía normanda de Saint-Michel salvó a una embazada de las aguas-, pero fueron dos santas las que más se invocaron durante los partos medievales: Santa Margarita de Antioquía -a la cual se supone se comió un dragón y salió intacta- y Santa Catalina de Alejandría -que rogó a Dios por las parturientas-. En el siglo XIII, también hay 21 milagros atribuidos a Santa María de Salas, muchos relacionados con la puericultura.
Más allá de santas y talismanes, la obstetricia se desarrolló como rama de la medicina. Entre los siglos XI y XII destacó la Escuela de Salerno, en la cual investigó temas relacionados con el parto Cleopatra de Salerno.
Una vez llegado el parto, la parturienta era asistida por la comadrona. Por ejemplo, en el caso de Ysabel de la Caballería, esta fue la madrina Salinas, e hizo parir de pie, ya que dar a luz en cama es algo de siglos posteriores.
Una vez se producía el parto, se celebraba si este había salido bien. Existía una dieta posparto concreta para la mujer: huevos duros, pan, vino aguado, carne de gallina, caldo de gallina.
El recién nacido era fajado por las matronas. Se les fajaba porque se creía que así crecerían derechas y así no molestaban. En los primeros momentos de la vida, era muy importante también la lactancia, ya que de eso dependería el carácter, y no se quería que saliese con "mala leche". Es por ello, que las judías y mudéjares tenían prohibido amamantar a niños cristianos.
Daniel Aquillué Domínguez
Nota: Este texto ha sido escrito en base a los apuntes que tomé de las clases de la profesora Carmen García Herrero y acompañado de las fotos de Valischka.
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