Respuesta y debate al escrito de Jorge Marqueta, Gerente de Turismo de Aragón, a propósito de la recreación de Los Sitios

(Foto de Valischka)

Los días 28 y 29 de abril tuvo lugar la IV Recreación Histórica de Los Sitios de Zaragoza. El Director Gerente de Turismo de Aragón, Jorge Marqueta Escuer, ha escrito algunas cuestiones al respecto, criticando algunas cosas. Como me gustan los debates sobre Historia, copio aquí su texto de Facebook, que ha publicado el día 29 de abril, y mi respuesta.
“Jorge Marqueta Escuer
29 de abril a las 19:22 ·
Hoy, organizada por el Ayuntamiento de Zaragoza y con la colaboración de las Cortes de Aragón, según aparece en la cartelería anunciadora, se ha realizado la IV Recreación de los “Sitios de Zaragoza”, enalteciendo el triunfo de la superstición, la superchería y la ignorancia que encarnó el Fernando VII Borbón frente a la Razón y la Ilustración dieciochesca (una de las épocas más brillantes de Aragón) y el inicio de la decadencia y el atraso de Aragón.
Veo en TV un señor vestido de cura trabucaire con un sable en la mano dando vivas a España. En las celebraciones de los Sitios aparece casi siempre la Iglesia reaccionaria. Es cierto que la principal resistencia contra la Ilustración se hizo desde conventos y monasterios, no olvidemos que los principales asesores de Palafox eran el escolapio Boggiero, el cura Sas y fray José de la Consolación; pero tampoco olvidemos la figura del Obispo auxiliar de Zaragoza del momento, el ilustrado Padre Santander, que tuvo que exiliarse.
El nacionalismo español tiene una auténtica obsesión con la celebración de los "sitios de Zaragoza" y presentarlos como un símbolo de lo español y un enfrentamiento frente a Francia. Se obvia que en la Novísima Recopilación de época de Carlos IV aparecía Aragón, no como provincia, sino como Reino, lo que le daba una sustantividad propia de gran relieve dentro del Estado. Esa organización jurídica y administrativa fue respetada por José I Bonaparte: el cargo de Intendente se denominaba "Intendente General del Reino de Aragón".
Pero hay más, en los sucesos de 1808 y posteriores, para legitimar los actos de guerra se vuelven a convocar las Cortes de Aragón, en su momento se destruyen símbolos y bienes que eran elementos de identificación del Antiguo Reino de Aragón, quienes luchan se definen como defensores de Aragón en ambos bandos. La organización administrativa y militar siempre tuvo como referencia Aragón, por eso Palafox actúa como General de Aragón, por eso Suchet (en el otro bando) fue nombrado Gobernador General de Aragón, por eso un Decreto Imperial napoleónico de 8 de febrero de 1810 creó el Gobierno Particular de Aragón por entender que el Antiguo Reino tenía suficiente entidad, otorgando a Aragón capacidad legislativa (algo que no volvería a tener hasta 1982) y Hacienda propia recaudando todos los bienes y ejecutando su propio presupuesto, y regulando que si había excedente, la Hacienda Aragonesa se ajustaba directamente con la Hacienda de París.
Por lo tanto, no era una guerra de dos países, era una guerra civil con intervención internacional que confrontaba dos modelos de sociedad. El del Antiguo Régimen y el surgido en las revoluciones burguesas de finales del XVIII, hijas de la Ilustración, iluminadas por la Razón, que hablaban de Derechos Humanos bajo el lema de Libertad, Igualdad y Fraternidad.
José I Bonaparte no fue ningún intruso y su gobierno fue legítimo. Recordemos que el 11 de octubre de 1807 el Príncipe de Asturias, Fernando de Borbón, hijo de Carlos IV escribió una carta de adhesión a Napoleón, presentándole su admiración y respeto, que el 27 del mismo mes y año se firmó en Fontainebleu un Pacto entre la Corona española y el Imperio de Napoleón, que Carlos IV renunció a la Corona de España en favor de Napoleón el 6 de mayo de 1808, que fue el Consejo de Castilla (supremo órgano de la Corona y del Estado en esa época) quien pidió a Napoleón que designase Rey de España a su hermano José (entonces Rey de Nápoles), bajo cuyo reinado se aprobó la primera Constitución Española el 15 de junio de 1808 (que la historiografía posterior incomprensiblemente obvia, convirtiendo en primera la segunda, la aprobada en las Cortes de Cádiz el 19 de marzo de 1812).
No se pueden entender los graves sucesos de esas jornadas sin comprender la Ilustración, la revolución urbano-industrial del siglo anterior, el ascenso de la burguesía frente a la rancia aristocracia, los movimientos emancipadores americanos (la independencia de las "trece colonias" y los posteriores movimientos del resto de América en el siglo XIX) y los movimientos revolucionarios (que arrancan con la Revolución Francesa) que desembocarán en los movimientos nacionalistas en Europa (que llevarían incluso a la creación de Estados como Alemania e Italia).
No existió dominación extranjera alguna, sino una lucha entre dinastías (por cierto, las dos francesas), igual que la había habido, por ejemplo, un siglo antes entre los Anjou y los Habsburgo que finalizó con la entronización de Felipe V, el primer Borbón, al que debemos los aragoneses los Decretos de Nueva Planta y la disolución, por derecho de conquista, de la Corona de Aragón, nuestros Fueros y Libertades.
La mal llamada "Guerra de la Independencia" y su resolución supone el fracaso de la idea de España como Nación en el momento en que surgen las Naciones en Europa. Surgen las "dos Españas" y el fracaso de la idea de España que aún hoy -guste o no- está vigente. El siglo XIX y dos terceras partes del XX se resumen en la dialéctica entre absolutistas y "afrancesados", carlistas y liberales, monárquicos y republicanos, fascistas y republicanos. Y casi siempre la España negra la constituyen los mismos grupos sociales: clases bajas sin preparación y fácilmente manipulables desde el poder, la aristocracia, la Monarquía y parte de la Iglesia Católica.
Al margen de lo anterior, lo que resulta un tanto insultante a la memoria de tantos luchadores por la libertad es identificar a los partidarios de Fernando VII con poco menos que "libertadores"; eso supone olvidar que su nefasto reinado supuso la abolición del constitucionalismo, el reforzamiento de la Inquisición, del Antiguo Régimen, del absolutismo, de la persecución sistemática de los liberales, de los primeros exilios masivos de la época contemporánea, de la vuelta a los señoríos -que había abolido José I Bonaparte, rey liberal e ilustrado-, en definitiva, la vuelta a los años oscuros y a la España negra y reaccionaria. Goya no murió en Burdeos porque estaba haciendo turismo. Murió exiliado. El reinado de Fernando VII supuso el asesinato, la tortura, la persecución, la marginación o el exilio de la práctica totalidad de los ilustrados, intelectuales y ciudadanos "progresistas" de la época en el Estado Español, con las graves consecuencias que de ello se derivan.
Conociendo la Historia de España mínimamente, vemos que la figura de José I Bonaparte, cuyo reinado fue mucho más largo que -por ejemplo- el de Amadeo I de Saboya ha sido silenciado cuando no cubierto de falsedades y adjetivos insultantes a un reinado legítimo de hecho y de derecho. Quienes hablan de reinado "intruso" o "invasor" que piensen en inicios de reinados anteriores (el inicio de la dinastía Borbón, sin ir más lejos) o que analicen en profundidad todos los reinados y gobiernos posteriores, muchos de los cuales tienen muchos más merecimientos para llamarse "intrusos" que el de José I Bonaparte.”

(Foto de Valischka)
Buenos días. Muchas de las cuestiones que comenta las conocemos sobradamente los que estudiamos y recreamos (divulgamos) el periodo y los sucesos de 1808. Luego, plantea cuestiones historiográficas desfasadas, y otras interesantes, que a continuación discutiremos. Lo que no entiendo es la crítica a una recreación que, precisamente, da a conocer el periodo napoleónico en Zaragoza, de una forma didáctica y mostrando la complejidad del momento (yo mismo guié a varios grupos en el campamento-museo sito en el Parque Tío Jorge). Tras el escrito amplio que responde a sus palabras, voy a enlazar una serie de textos, tanto propios como de otros compañeros historiadores también especialistas en siglo XIX (ese gran desconocido) que le renueven historiográficamente, dejando atrás superadas teorías de la modernización que no nos permiten comprender el pasado en su contexto y nos lleva a cometer graves anacronismos. También le dejo un artículo para que entienda lo que es la recreación histórica.
En ningún momento enaltecemos la superstición, la superchería ni la ignorancia. Ni siquiera a Fernando VII. Recreamos lo más rigurosamente posible (y la recreación histórica es una forma didáctica de divulgación histórica) los acontecimientos que se desarrollaron en la Zaragoza de 1808 y 1809 (al igual que hemos recreado otros, anteriores y posteriores). Recrear no es celebrar, recrear no es exaltar, recrear es representar y divulgar la Historia. Si voy de soldado, campesino o eclesiástico defensor de Zaragoza en 1808 y grito Fernando VII, eso no me convierte en fernandista de 2018. Igual que si voy de fusilero francés de 1815 en Waterloo y grito Vive l’Empereur no me convierto en bonapartista de la Francia de la V República. Igual que si voy de campesino rebelde en el señorío de Foces (Huesca) de 1265 y exclamo que cuando Adán cavaba y Eva hilaba no había señores, no me convierto en un milenarista de la actualidad. Los gritos que se dan representando un papel se procuran ajustar a lo que pudo ser el momento recreado, no a nuestros pensamientos presentes, porque sino caeríamos en lo contrario al oficio de historiador, el anacronismo.
Fernando VII era, a la altura de 1808, un símbolo, pues apenas había reinado. Simbolizaba el rey paternal, el rey justo, el buen gobierno, frente al despotismo ministerial que se achacaba a Godoy. No se sabía lo que sucedería después, y por ello fue tomado por bandera de regeneración y esperanza por una parte importante de la población española de ambos hemisferios. Y aun su regreso en 1814, tuvo amplios apoyos, para restaurar su gobierno absoluto, que no se pretendía tan absoluto como fue.
El Reino de Aragón, tuvo tres grandes momentos de esplendor (siempre depende para quién, pues una masa sustancial del campesinado nunca vio ese esplendor) en la Edad Moderna: el siglo XVI, con el auge del comercio, los palacetes (casas) de la nobleza, la elevación de más torres mudéjares, los cronistas del Reino (de Zurita a Blancas) etc.; bajo el reinado de Carlos II, en que Cataluña andaba en decadencia y la presión de la corte Habsburgo de Madrid disminuyó, Aragón y Valencia se reactivaron económicamente; y tras los desastres de una guerra internacional, civil y dinástica (la de Sucesión Española), Aragón (ya desaparecido como ente político, abolido por un Felipe V de Borbón que aplicó injustamente, según las quejas de la propia época, “su derecho de conquista”) desarrolló, al igual que en otros territorios, su Ilustración, no exenta de conflictos, como el fuerte motín del pan de 1766.
¿Cuándo se inicial el “atraso” de Aragón? Pues hablar de atrasos y avances, a grandes rasgos, a veces en la Historia es complicado y complejo, porque comparamos y ponemos unos parámetros un tanto artificiales. Incluso en la actualidad, que siempre nos quejamos (con razón) de que el Gobierno central nos desatiende, tenemos mejor calidad de vida que otras Comunidades. Pero, es cierto, que hay momentos de paralización de la actividad económica, como por ejemplo entre 1809 y 1815, cuando Aragón se debía recuperar, al igual que muchos lugares de Europa, de los desastres de las guerras napoleónicas, que tuvieron cariz incluso de “guerra total” en algunas partes, como en el caso de la misma Zaragoza. Los Sitios supusieron una trágica e inhumana pérdida demográfica (esencialmente por la epidemia de tifus desatada en la ciudad bloqueada y hacinada del invierno de 1808-1809), pues Zaragoza pasó de 42.000 habitantes a comienzos de 1808 a unos 15.000 en marzo de 1809. A ello hay que sumar la tala de miles de olivos y vides en los alrededores de Zaragoza, para evitar que las tropas atacantes se acercasen a las tapias sin ser vistas, como ocurrió en el Primer Sitio. Esta cuestión, que conocemos y contamos, llevó a que la ciudad no se recuperase de estos estragos hasta la década de 1830, justo para enlazar con otra guerra civil e internacional, la Primera Carlista y otra Revolución (que también recreamos de diversas formas). Fue, precisamente, durante la guerra carlista, cuando otra zona de Aragón sufrió graves desastres de la guerra, me refiero a todo el sur del Ebro, especialmente las zonas del Bajo Aragón y El Maestrazgo, que soportaron el esfuerzo de guerra del carlista Cabrera y sus represalias, y después el esfuerzo de guerra isabelino, sus exacciones y bombardeos. Otro punto que se puede señalar es la relativa tardía industrialización, aunque a comienzos del siglo XX (tras la pérdida de Cuba y sus plantaciones azucareras), la provincia de Zaragoza se convirtió en la principal productora de azúcar de remolacha de España, además de desarrollarse fundiciones como la desaparecida (destruida vilmente) Averly (sin que la DGA moviese un dedo y los concejales zaragozanos la condenasen). En esa época también se convirtió Zaragoza en foco del anarcosindicalismo, con numerosas huelgas. Y algunos planes costistas se llevaron a cabo, ampliándose regadíos en Aragón. Un punto de no retorno lo supuso la Guerra Civil de 1936-39 y el franquismo. Como se ha demostrado (y hay una excelente y recentísimo libro sobre esto), la batalla de Teruel destrozó a la provincia con una guerra de masas y total que arrasó todo, acelerando la despoblación. La inmediata posguerra autárquica y esa paz de los cementerios, no ayudó precisamente a mejorar la situación. Y la puntilla al Aragón rural vino del llamado desarrollismo franquista que inundó los valles y pueblos del Pirineo para hacer pantanos, obligó a la emigración masiva del campo a la ciudad, y ya de pasó destruyó muchas iglesias y palacetes en Zaragoza.
Ese señor que vio en la televisión era, probablemente mi compañero recreador e historiador Enrique, profesor de la enseñanza pública, encarnando al padre Basilio Boggiero. Por tanto, tal y como los representaron los artistas Gálvez y Brambila (que visitaron la Zaragoza entre Sitios) iba con sable en mano. Y como eclesiástico de la élite, que tenía su idea de lo que era la monarquía, pues daba vivas a España. Nada extraño en 1808, que es lo que recreamos. No sé qué pretende que hiciera. La Iglesia, como bien menciona, no fue un ente homogéneo, pues se dividió, al igual que otros sectores. Arce era afrancesado Boggiero fernandista, ambos con estudios. Boggiero fue maestro de Palafox y es bien sabido que no solo le aconsejaba sino que le escribía muchos discursos, cuestión que también explicamos repetidamente (quizás si se hubiera acercado al campamento-museo instalado en el Parque Tío Jorge se lo podría haber contado personalmente, tal y como hice con diversas personas). En la recreación de Los Sitios aparece Boggiero porque estaba en Zaragoza, y no Arce porque estaba en Madrid.
Sigo insistiendo que recrear no es lo mismo que celebrar, aunque a veces se confunden términos. El nacionalismo español, como todos los nacionalismos, tiende a buscar mitos fundacionales en los que legitimarse. Sobre el caso de la Guerra de Independencia le puedo remitir a buenos estudios de historiadores como Ignacio Peiró o Alberto Martínez Cebolla, cuestión que también conocemos, y que en más de una ruta histórica he explicado, se lo aseguro. Pero la recreación histórica no va de nacionalismos sino de Historia, que para eso estamos.
Seguía existiendo Aragón culturalmente, como administración, pero no como ente político, pues los Decretos de Nueva Planta ahí seguían. De hecho, en sus primeros discursos, del 26 y 27 de mayo de 1808, Palafox hace más referencia a Aragón y sus Fueros que a España o al rey, tal y como se recreó, pues el discurso pronunciado por mi amigo Jon Valera, que encarnó a Palafox, empezaba con alusiones a los aragoneses, a Aragón y sus Fueros. Discurso que dio desde el Palacio arzobispal (y puede buscar el vídeo en youtube). Dicho discurso se lo facilité yo personalmente, adaptando esos primeros discursos de Palafox, recogidos en diversas fuentes tanto españolas como francesas (Casamayor, Belmas). Con las Cortes Aragonesas de 9 de junio de 1808 Palafox buscaba legitimarse según tradición de Antiguo Régimen, ya que había accedido al poder de una forma tumultuaria, que no gustaba a la nobleza, por un motín esencialmente popular, el de 24 de mayo de 1808. Esos motines y la formación de Juntas fueron procesos que crearon nuevas legitimidades y formas de acceso al poder, desde abajo. En 1810, Napoleón continuó siendo el peor enemigo de su propio hermano, el rey de España e Indias, José I. Con aquellos decretos ponía bajo su jurisdicción (la de su mariscal Suchet) Aragón, dejándolo al margen de su teórico rey, José. De Suchet se dice que gobernó cual virrey de Aragón y Valencia, con mano de hierro en guante de seda. Puede leer sobre su gobierno la obra de Javier Maestrojuán.
La llamada Guerra de Independencia (denominación que aparece una década después de los hechos) fue un conflicto complejo y de múltiples caras. Fue una guerra de dos países, el I Imperio francés y la Monarquía española, fue una guerra internacional (Coalición, Portugal, UK… contra Napoleón), y fue una guerra civil, aunque a veces de baja intensidad, pues enfrentó a afrancesados (bonapartistas, josefinos, colaboradores, hasta 2 millones de una población de 12) contra fernandistas; y se incubó el germen de la guerra civil entre liberales y absolutistas. También fue una revolución en dos vertientes, tanto en la liberal de las Cortes de Cádiz, como en la popular campesina y artesana -muchos dejaron de pagar impuestos- que a veces derivaría en la unión a fenómenos contrarrevolucionarios o revolucionarios exaltados.
Respecto a las “revoluciones burguesas” (denominación historiográfica discutida), que yo llamo revoluciones liberales, tuvieron sus luces y sombras, ya que no existe una línea recta de progreso y “modernidad” ¿qué es la “modernidad”? Esas sombras del liberalismo -impuestos, reclutamientos, liberalización económica- hicieron que una parte de las clases populares españolas derivasen en la contrarrevolución (luego encarnada por el carlismo), al igual que pasó en Portugal (miguelismo), América hispana (realismo), Francia (Vendée y legitimismo), Nápoles etc. Sin embargo, en España se produjo una fuerte Revolución Liberal, muy semejante a la revolución francesa. Y empezó durante el periodo 1808-1814, siendo su punto de no retorno la virulenta Revolución de 1836, en la que, por cierto, Aragón tuvo un papel principal (esto lo he tratado en mi Tesis Doctoral). Sobre Historia liberal comparada y frente a tópicos de una excepcionalidad española, remito a historiadoras como María Cruz Romeo o Manuel Santirso.
José I, fue rey de España e Indias. Lo de intruso y borracho viene de la propaganda de guerra. De hecho, tenía una doble legitimidad: de Antiguo Régimen (cesión de una corona entre reyes absolutos en las Abdicaciones de Bayona de mayo de 1808) y de nuevo régimen (Estatuto de Bayona de junio de 1808). Él quiso realmente reinar y hacer progresar al país, pero al margen de que tenía a más de la mitad de sus vasallos levantados en armas, su hermano y los generales de su hermano fueron sus principales obstáculos. Sobre su ejército y su figura va a publicar próximamente un libro Luis Sorando, presidente de una de las asociaciones culturales a las que pertenezco, Voluntarios de Aragón. Sobre el Estatuto/Constitución de Bayona hay un amplio debate historiográfico. Yo me decanto porque fue una Carta Otorgada revisada por una Asamblea de notables, puesto que hubo tres borradores que los Bonaparte presentaron a los españoles reunidos en la Asamblea de Bayona. Aquel texto estableció algunas medidas de representación y algún derecho, aunque mantuvo la religión católica (no se concebía lo contrario) y grandes poderes en manos del rey. Sin duda, fue la Constitución de 1812 mucho más revolucionaria y liberal.
La Ilustración no fue solo cosa de burgueses, sino de aristócratas y eclesiásticos. No hay mas que ver, al inicio de las revoluciones en España y Francia quienes se sientan en Cortes Constituyentes y Asambleas Constituyentes: eclesiásticos, nobles y burgueses que votan lo mismo, separación de poderes, representación, sufragio censitario (o universal indirecto), ley, derechos individuales, propiedad etc. El liberalismo nació vinculado al nacionalismo, y paradójicamente, también a la idea internacionalista de exportar esas ideas, a (muchas) veces con bayonetas. Hay historiadores que hablan de una internacional liberal y otra blanca (contrarrevolucionaria) a comienzos del XIX. Sobre este tema del liberalismo internacional, recomiendo los trabajos del historiador Juan Luis Simal.
Entre 1808 y 1814 hubo tanto dominación extranjera (y más al norte del Ebro que dependió directamente de París) como lucha de dinastías, ambas de raigambre francés, correcto. Y una de esas ramas, la borbónica, fue la que abolió los Fueros aragoneses, valencianos y catalanes. El centralismo bonapartista, de herencia jacobina, no era muy diferente del centralismo liberal doctrinario que se impuso en la Europa liberal posteriormente. De hecho, los moderados de 1845 copiaron el modelo francés orleanista, heredero del bonapartismo, pasado por el tamiz de la restauración borbónica de 1815-1830.
España no podía fracasar como nación antes de existir como tal. Sobre naciones y nacionalismo remito a historiadores como Ferrnán Archilés y Quiroga. Sobre el tema de las Cortes de Cádiz y la nación española, hizo hace años ya una buena síntesis Juan Sisinio Pérez Garzón. La nación española, aunque se basa en elementos culturales anteriores del siglo XVIII (y alguno del XVII) y pilares asentados por el reformismo borbónico, nace y se crea en 1810 cuando las Cortes proclaman que la Soberanía reside en la Nación Española y no en el rey, y que España no es patrimonio ni de familia ni persona alguna, y que las Cortes tienen potestad para legislar en nombre del pueblo español de ambos hemisferios. A partir de ahí, el discurso nacionalista español es adoptado por diferentes culturas políticas, desde absolutistas a exaltados liberales, siendo de gran éxito durante todo el siglo XIX. Todos combatían en nombre de España, todos querían su modelo de estado para España. La crisis del nacionalismo español vino desde 1939 cuando el franquismo se apropió durante 40 años de una única y excluyente idea de España. Y en los últimos años se ha reavivado el nacionalismo banal español con el tema del deporte, y ahora hay elementos de nacionalismo español que responden a otras dinámicas más “agresivas”, respondiendo a otros nacionalismos en un cóctel explosivo. Pero en el XIX afrancesados, liberales, absolutistas y republicanos hablaban de España como nación.
Las clases populares no han sido siempre mero sujeto pasivo de la Historia, ni un pueblo tonto y manipulable, sino que han tenido sus propias dinámicas, y durante el siglo XIX en más de una ocasión pusieron en aprietos a las autoridades, forzándolas a hacer lo que querían, entre ellos el mismo 1808. Ver a las clases populares de una forma pasiva y entes ignorantes nos lleva a una visión elitista que poco nos permite comprender de la sociedad. Ronald Fraser ya escribió sobre la historia social de la Guerra de Independencia, haciendo hincapié en varias de estas cuestiones. 
España no ha sido excepcional en la época contemporánea, pues igual que ha habido "dos" (o más) Españas, ha habido dos (o más) Francias, Portugales etc. 
No veo el insulto a los luchadores por la libertad en ningún lado ¿por hablar de Historia? En 2013 recreamos la reconquista de Zaragoza en 1813 por tropas fernandistas. Allí comentamos ya que Espoz y Mina (liberal) hizo bastantes excesos contra la población, que denunció ante autoridades superiores. También recreamos la proclamación de la Constitución de 1812 en la Zaragoza libre de franceses de julio de 1813.
Sobre Fernando VII acaba de sacar biografía el historiador Emilio La Parra. Sin duda, es el rey con peor fama, en gran parte merecida, aunque hay historiadores que señalan fue un Borbón más, con lo que ello supone. Volvemos a las líneas teleológicas y anacrónicas cuando hablamos de lo malo que fue Fernando VII y lo bien que habría ido con los franceses. Me remito a aspectos ya comentados. De Fernando VII, al que en 1808 poco se conocía, se esperaba encarnase a un rey paternal, que regulase precios, que impartiese justicia, y que respetase tradiciones y usos comunes (de hecho, muchas clases populares lo veían como “su” rey, puesto por ellos en el motín de Aranjuez). Otros creyeron ilusamente que juraría la Constitución de 1812, entre ellos el propio Palafox -en su prisión de Vincennes leyó a los ilustrados-. Para los segundos quedó el exilio, la represión y el camino al pronunciamiento, muchas veces infructuoso. Para los primeros, Fernando VII pareció ser buen rey, aunque cuando volvieron a tener armas en las manos, como Voluntarios Realistas en 1824, no dudaron en usarlas contra las autoridades que no se ajustaban a los usos de la comunidad, y en 1827 por ejemplo se sublevaron en Cataluña muchos campesinos. Y en Zaragoza también hubo en esos años motines anti-diezmo. Sobre esto ha trabajado profusamente el historiador Álvaro París, sobre las dinámicas de politización popular en clave realista. Yo, por mi parte le puedo hablar de las clases populares liberales, muy activas en los años 30 y 40 del XIX y que llevaron al éxito de la Revolución liberal en España.
Muerto Fernando VII, y tras vencer en una guerra civil, y con una revolución (la de 1836) y varios motines en la retaguardia isabelina, se impuso el Estado Liberal en España. Es más, durante los años 1836 a 1843, el régimen político español fue el más avanzado de la Europa de la época, con la Constitución progresista de 1837 y la puesta en vigor de la legislación exaltada de 1823 en lo referente a ayuntamientos y Milicia Nacional. En 1845, con los moderados, el régimen se ajustó reaccionariamente a los parámetros europeos de la hegemonía doctrinaria, reinante en la Inglaterra victoriana y la Francia orleanista. Este es tema de mi tesis Doctoral.
Y finalmente, creo que precisamente, conociendo la Historia de España (y más allá), vemos como muchas de las cosas que ha escrito se basan en manidos tópicos, mientras que algunas críticas a la recreación histórica se basan en el desconocimiento de la misma.
Seguiremos recreando para divulgar de forma didáctica de la Historia. Personalmente me tomo la recreación histórica rigurosa como una extensión de mi oficio, el de historiador.
Le invito a acercarse a alguna recreación. Si participa o la organiza alguno de los grupos en que estoy (Feudorum Domini, Voluntarios de Aragón), estaré encantando de explicarle lo que recreamos y su contexto histórico.
A continuación, dejo enlaces a artículos, otras entradas de blog, y vídeos:
Texto resumen de los afrancesados, en la web de Voluntarios de Aragón: http://www.voluntariosdearagon.com/afrancesados-josefinos-y-colaboradores/
Entras del blog que pueden interesar:
Discurso de Palafox en la recreación:

Daniel Aquillué

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