Tratamiento historiográfico de la
figura de Juan Carlos
Juan Carlos I, Rey de España. La visión transmitida sobre el
monarca por los medios de comunicación en las últimas cuatro décadas es
claramente una construcción a posteriori, la del mito de la Monarquía
democrática desde sus orígenes y salvadora de la Democracia en 1981. Si bien es
cierto, por el contrario, que toda esa percepción mitificada parece estar
disolviéndose cual azucarillo en agua en los últimos tiempos.
Pero realmente, si vamos a los trabajos realizados por la
comunidad historiográfica ¿cuál es la imagen que transmiten del monarca y su
papel en la Transición? Esto es lo que he intentado ver a través de distintas
publicaciones, tanto de historiadores españoles como hispanistas.
Cuatro son los principales autores que han tratado este tema:
Paul Preston, Charles Powell, Javier Tusell, y Ferrán Gallego. Pensaba
encontrarme distintos puntos de vista, pero lo cierto es que todos los citados
autores coinciden en ensalzar la figura del rey en mayor o menor medida,
afianzando una visión “pro juancarlista”. En la farragosa biografía realizada
por Tusell Juan Carlos I. La restauración de la monarquía deja claro que
Juan Carlos creía desde el principio en los planteamientos democráticos.
Charles Powell incide en su obra El piloto del cambio. El rey, la Monarquía
y la transición a la democracia en que Juan Carlos fue fundamental para la
transición y consolidación de la democracia desde arriba, sin rupturas, dándole
una “legitimidad retrospectiva”, siendo un auténtico “piloto del cambio”. Paul
Preston, ya conocido por su exhaustiva biografía de Franco, dedica un libro a Juan
Carlos. El rey de un pueblo donde repasa a la vida del rey haciendo
casi más una hagiografía que una biografía, señalando que al rey se le ha de
reconocer además de su importante papel en la Transición, todos los sacrificios
que ha hecho en su vida por una España democrática, especialmente cuando siendo
un niño de 10 años fue abandonado por su familia para ser sometido a una dura
educación y una agobiante vigilancia, que se prolongó por lo menos hasta 1969,
y continuas humillaciones. Preston concluye tajantemente en esta apología
diciendo que “Para Juan Carlos al menos, “vivir como un rey” ha significado
sacrificio y dedicación en un grado tal que ha dotado a la monarquía de una
legitimidad impensable”. Por último, la obra de Ferrán Gallego, El mito de
la transición: la crisis del franquismo y la crisis de la democracia (1973-
1977), quizás la única algo más disonante, algo más crítica que las
anteriormente señaladas, viene a decir que Juan Carlos trabajaba más por sí
mismo que en por una democracia amplia.
Juan Carlos, Príncipe de España, y la instauración de la
Monarquía
En agosto de 1947, a bordo del “Azor”, se reunían el Caudillo
de España, Francisco Franco, y el eterno pretendiente al trono de España, Don
Juan de Borbón. El asunto a tratar era el futuro de un joven Juan Carlos y de
una España constituida en Reino sin rey mientras viviese el Caudillo.
A raíz de lo acordado en aquella reunión, Juan Carlos, de
diez años, fue enviado a estudiar en España, bajo la atenta mirada del régimen
franquista. En un colegio en las Jarillas, a 17km de Madrid, comenzó a cursar
en 1948 sus estudios junto a 8 alumnos escogidos y la supervisión de un grupo
de preceptores, entre los que destacaban José Garrido Casanova y Heliodoro Ruiz
Arias. Garrido señaló que “este niño al que solo se le hablaba de deberes y
responsabilidades”. Y es que en Estoril importaba más el futuro de la monarquía
que aquel niño que entre 1950 y 1955 estudiaría en el colegio en Miramar para,
en 1955, ingresar en la Academia General Militar de Zaragoza. Allí permanecería
dos años siendo profesores suyos Carlos Martínez Campos y Alfonso Armada. En
1958 pasaría a estudiar en la Universidad Central, destacando su profesor de
Derecho Político Torcuato Fernández Miranda. En todo este tiempo entre 1948 y
1960, el joven príncipe solo tuvo contacto con Franco en tres ocasiones.
Durante estos años Juanito despertó las hostilidades de falangistas y
carlistas, viviendo agrios momentos. Pero si don Juan Carlos estaba en España
era porque Franco quería una monarquía entregada a él.
Y es que la monarquía llevaba años de exilio y aún no se
sabía responder a la pregunta de ¿y después de Franco quién? ¿el qué? Se
podría decir que existían a partir de 1947 “dos monarquías”, la monarquía de
Estoril representada por Don Juan y la Monarquía de las Leyes Fundamentales
establecida en 1947. La primera mantuvo tensas relaciones con las decisiones de
la segunda. Tres hitos, tres puntos de no retorno (o sí, si Franco lo hubiese
querido) jalonan el camino de Juan Carlos al trono, a contestar ese intrigante
futuro tras la desaparición de Franco. Estos tres pasos son: la Ley de Sucesión
en la Jefatura del Estado de 1947, el nombramiento de Juan Carlos como Príncipe
de España y sucesor el 22 de julio de 1969, y su promulgación como rey el 22 de
noviembre de 1975. Estos son los tres acontecimientos en los que me voy a
centrar a continuación.
En primer lugar, la Ley de Sucesión del 9 de junio de 1947.
En dicha ley España se constituía como Reino, si bien sin rey. Esto respondía
vagamente a después de Franco ¿el qué? Sí, una monarquía pero ¿con qué rey y cómo?
El primer artículo decía “España, como unidad política, es un Estado católico,
social y representativo, que, de acuerdo con su tradición, se declara
constituido en Reino”. En el artículo sexto se señalaba que “el Jefe del estado
(o sea, Franco) podrá proponer a las Cortes la persona que estime deba ser
llamada en su día a sucederla, a título de Rey o de Regente con las condiciones
exigidas por esta ley”. Pero el centro de la cuestión se encontraba en el
artículo noveno decía los requisitos necesarios para ser sucesor “Para ejercer
la Jefatura del Estado como Rey o Regente se requerirá ser varón y español,
haber cumplido la edad de treinta años, profesar la religión católica (…) y
jurar las Leyes fundamentales, así como lealtad a los principios que forman el
movimiento Nacional”. Franco tardaría, para angustia de muchos, 22 años en
nombrar sucesor.
Segundo hito, el nombramiento de Juan Carlos como sucesor. El
22 de julio de 1969 por fin se desveló el interrogante ¿después de Franco
quién? Una vez finalizados sus estudios académicos y militares, Juan Carlos
había contraído matrimonio con Sofía de Grecia en 1962. Poco después se habían
trasladado al palacio de la Zarzuela donde estuvieron sometidos a una absoluta
vigilancia. Bien, en esta situación, entre dimes y diretes en la Zarzuela,
Estoril y el Pardo, Franco se dignó a nombrar un sucesor. Aun así, el Caudillo
siguió utilizando a Alfonso de Borbón y Dampierre, primo de Juan Carlos, como
as escondido bajo la manga, recordando (amenazando) con que tenía otro
candidato al trono. La llegada a la vicepresidencia del gobierno en 1967 de
Carrero Blanco favoreció la toma de decisión del Generalísimo. Así pues, el 12
de julio de 1969, Juan Carlos, llamado al Pardo, fue informado de su elección
como sucesor. Tenía que aceptar o no en el momento. Y lo que estaba en juego
era la restauración de la monarquía y como dijo el propio Juan Carlos a su
padre “si no yo, ni tú ni yo”. Y es que este nombramiento no sentó nada bien en
Estoril, donde don Juan aún tenía esperanzas y no concebía esa aberración que
suponía el salto dinástico. Tras la entrevista con Franco, Juan Carlos se
apresuró a escribir a su padre en el siguiente tono:
“Queridísimo papá: acabo de volver de El Pardo a donde he
sido llamado por el Generalísimo (…) El momento que tantas veces te había
repetido que podía llegar, ha llegado y comprenderás mi enorme impresión a
comunicarme su decisión de proponerme a las Cortes como sucesor a título de
Rey. Me resulta dificilísimo expresarte la preocupación que tengo en estos
momentos (…) me obligan como español y como miembro de la Dinastía a hacer el
mayor sacrificio de mi vida, y cumpliendo un deber de conciencia y realizando
con ello lo que creo es un servicio a la patria, aceptar el nombramiento para
que vuelva a España la Monarquía”.
En la sesión de Cortes del 22 de julio de 1969 Juan Carlos
fue nombrado sucesor por 491 votos a favor, 20 en contra y 9 abstenciones. No
fue nombrado como Príncipe de Asturias sino como Príncipe de España. Y es que
como dejó bien claro Franco, se trataba de una “instauración” de la monarquía,
de la monarquía de las Leyes Fundamentales, de su monarquía. Si hubiese
querido restaurar la monarquía parlamentaria hubiese elegido a don Juan. Al día
siguiente el ya Príncipe de España juró lealtad al Jefe del Estado, a los
principios del Movimiento y a las Leyes Fundamentales.
A partir de su designación por voluntad del Caudillo, el
Príncipe hubo de moverse en un difícil equilibrio entre las “familias” del
régimen, y vigilando a una influyente “camarilla de El Pardo” que pretendía no
ponerle las cosas nada fáciles. Además, la oposición consideraba a Juan Carlos
un “príncipe de opereta” doblegado al franquismo, que le ignoraba en la toma de
cualquier decisión. El 20 de diciembre moría Carrero Blanco. Este
acontecimiento por una parte eliminaba a uno de quienes había apoyado la
candidatura de Juan Carlos y daba alas a la camarilla del Pardo, pero por otra
parte la desaparición de Carrero suponía la desaparición de posibles futuras
limitaciones a la acción del futuro rey.
Así se llegó al tercer hito. Una vez muerto Franco, con su
cadáver aún insepulto, el Príncipe de España se convirtió en Juan Carlos I.
Pero aún nadie sabía qué iba a pasar. Un rey designado por Franco ¿y ahora qué?
Desde las distintas posiciones políticas se esperaba expectante el primer
mensaje del nuevo rey únicamente legitimado por un Franco salido del 18 de
Julio. Juan Carlos quería distanciarse del régimen pero no quería contravenir
la legitimidad franquista, su legitimidad. ¿Qué pretendía realmente el
rey? Según la mayoría de autores una reforma desde arriba, de la ley a
la ley, con la democracia como objetivo final. Pero su discurso de proclamación
de 22 de noviembre de 1975 no dejó nada claro, apenas tranquilizó al búnker y
apenas mantuvo las esperanzas de la oposición. Antes las Cortes, con uniforme
de Capitán general, leyó su primer discurso como rey: comenzó con respetuosas
alusiones a Franco, hizo saber que comenzaba una nueva época declarando que la
monarquía incluía a todos los españoles, llamó al consenso nacional, reconoció
las enseñanzas de su padre, y omitió toda referencia al 18 de Julio pero
también a la democracia. El discurso, ambiguo, lo único que dejaba claro
realmente era que la monarquía era el único instrumento institucional capaz de
superar las condiciones heredadas de la guerra. A posteriori todos parecen
coincidir en que el rey ya anunciaba la llegada de la democracia, pero entonces
con el cadáver aún insepulto del dictador, no estaba nada claro…
Daniel Aquillué Domínguez
BIBLIOGRAFÍA:
PALACIO ATARD, Vicente, Juan Carlos I y el advenimiento de
la democracia, Espasa Calpe, Madrid, 1989.
TUSELL, Javier, Juan Carlos I. La restauración de la
monarquía, Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1985.
PRESTON, Paul, Juan Carlos. El Rey de un Pueblo, Plaza
Janes, Madrid, 2003.
POWELL, Charles T. El piloto del cambio. El rey, la
Monarquía y la transición a la democracia, Editorial Planeta, Barcelona,
1991.
NOTA: Este texto es parte de un trabajo de grupo que hice en
5º de licenciatura, parala asignatura de "Historia de España Actual:
Franquismo y Transición" (Prof. Julián Casanova). Es la primera parte de
un trabajo más amplio realizado con tres compañeras (Irene C., Sandra B. y
Pilar R.).
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