Alzarse contra los Señores. Unas notas sobre las rebeliones campesinas en la Edad Media. De los libros al reenacment, Foces 2017
En el verano de
2017 se recreó en San Miguel de Foces (Ibieca, Huesca) una factible rebelión
campesina contra el señor de Foces y el arzobispo Bernat de Olivella por
pretender recaudar un nuevo impuesto, el bovaje, extranjero a los fueros, usos
y costumbres del Reyno de Aragón. Tras el pago del diezmo hubo quejas,
circularon sencillos pasquines con imágenes, volaron las piedras, se alzaron
las voces y las hoces. Se intentó negociar y se acabó con el cabecilla rebelde
ahorcado en efigie. Pero ¿en qué nos basamos para plantear aquella recreación?
El siguiente texto pretende sintetizar algunas cuestiones sobre el tema.
Las rebeliones campesinas solían ser cortas y localizadas la mayoría de
ocasiones. Solo nos han llegado bien documentadas las grandes rebeliones que
amenazaron desestabilizar a un reino (revuelta inglesa de 1381, Jacquerie francesa, irmandiños en
Galicia, remensas en Cataluña), pero como escribió el gran historiador Marc
Bloch: “A ojos del historiador… la revuelta campesina aparece tan inseparable
del régimen señorial como, por ejemplo, la huelga de la gran empresa
capitalista”.
Respecto a la
Península Ibérica, debemos señalar que no tuvo una historia excepcional al
resto de Europa, tampoco en la Edad Media. Existían similares dinámicas del
feudalismo, similitudes entre el campesinado europeo a pesar de los contextos
particulares.
Hubo una variada participación social en las revueltas. No era solo el
campesinado, pues también se unían trabajadores urbanos a veces, clérigos o
incluso caballeros rivales del señor. Era habitual que entre los rebeldes
hubiera algún miembro del bajo clero
que esparcía ideas igualitaristas en
base al milenarismo, herejías o
interpretaciones bíblicas.
Las causas de una rebelión podían ser variadas, casi nunca era una en
exclusiva, sino confluencia de varios factores: cuestiones fiscales, malas
cosechas, subida de precios,
situación de crisis o guerra, aumento de la presión señorial “más allá
de la costumbre”, ruptura del
“pacto” según ley o costumbre, dejación
de funciones del señor (los guerreros no cumplen su función de proteger e
impartir justicia, que no cumplen con su parte)…
Los campesinos
preferían pagar una tasa fija anual, conocida, a una excepcional e imprevista. Es
por esa razón, por ejemplo, por la que el bovaje
no fue bien visto en el Reino de Aragón.
Además de las
rebeliones como tal, existieron numerosas
resistencias cotidianas del campesinado: fraude en el pago de diezmo,
cambio de residencia para evitar pagar, ocultación de cosechas, boicot a usar
los medios del señor (molinos, tabernas) u ocupación de los mismos (tierras),
abandono de los trabajos que debían al señor… Antes de llegar a mayores muchas
veces se intentaba negociar a través
de los organismos feudales, dándose largos pleitos con mediación de letrados.
Un asunto clave era
la mentalidad justiciera ante un
sentimiento de agravio. Demandar justicia en la Edad Media “desde abajo”
era, ante todo, salvaguardar la integridad física y los medios de vida de las
personas frente a la violencia y anarquía de los caballeros. Existía cierta
idealización del rey justiciero pero, en la realidad, la fragmentación del
poder hacía que los ejecutores de la justicia (o no), fuesen los señores.
La violencia popular era de escarnio y
simbólica, selectiva contra familiares o empleados del señor (o
recaudadores), edificios simbólicos del poder... Este tipo de violencia
trasciende la Edad Media e incluso el feudalismo.
Una vez estallaba
la revuelta abierta y armada, en los combates no solían salir bien parados los
sublevados. Los rebeldes no solían tener una organización militar, siendo
rápidamente derrotados en enfrentamiento abierto (excepción de los remensas en
Cataluña).
La consecución de objetivos rebeldes solía
ser parcial a veces, nula otras. No
se pretendía subvertir el orden feudal (generalmente) sino ajustarlo a la
“costumbre”. A veces la reivindicación era pasar a ser de realengo, y eso podía
hacerse por cauces legales, combinado con presiones y amenazas.
Por su parte, la actuación del señor ante un conflicto
solía ser una mezcla de autoritarismo
incontestable, tácticas dilatorias y
estudiada benevolencia, actitudes que en su conjunto tendían a derivar el
conflicto por canales no traumáticos.
Reconocía los intereses plebeyos en la medida que pudiera controlarlos o
admitirlos, siendo una premisa para el ejercicio de su potestad. Sólo cuando la situación se desbordaba en
condiciones de crisis orgánica, el señor respondía despóticamente eliminando a los sujetos irreductibles.
Daniel Aquillué
Domínguez
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
ASTARITA,
Carlos: Del feudalismo al capitalismo.
Cambio social y político en Castilla y Europa Occidental, 1250-1520,
Publicaciones de la Universidad de Valencia/Editorial de la Universidad de
Granada, 2005.
BARROS,
Carlos: Mentalidad justiciera de los
irmandiños, siglo XV, Siglo XXI, Madrid, 1990.
HILTON,
Rodney: Conflicto de clases y crisis del
feudalismo, Editorial Crítica, Barcelona, 1988.
HILTON, Rodney: Siervos liberados. Los movimientos
campesinos medievales y el levantamiento inglés de 1381, Siglo XXI
-
Además, para
sociedades preindustriales, siguen siendo clave las obras clásicas de Hobsbawm,
Rudé y Thompson.
Nota: Esta entrada
estaba preparada para colgarse después de la recreación histórica de Foces
2017, organizada por Feudorum Domini en Ibieca, pero, por alguna extraña razón,
se me pasó. Al redactar el texto sobre Foces 2019, me he acordado de ello y…
más vale tarde que nunca.
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