De moriscos, austracistas y curas refractarios. Historias "Modernas"



El pasado mes de diciembre asistí a algunas de las charlas que se dieron en las "Jornadas de Historia de la tolerancia en la España en la Edad Moderna" y a la presentación del libro Diario de un sacerdote refractario refugiado en España (1791-1800). Y en este mes de enero he acudido a la defensa de una Tesis Doctoral sobre D. Alonso de Aragón. A continuación recojo algunas cuestiones sobre episodios de los siglos XV al XVIII.

Y es que, el mundo del Antiguo Régimen (etiqueta puesta por los revolucionarios liberales) no fue un ente monolítico y homogéneo bajo el tardofeudalismo, bajo monarquías absolutas que nunca fueron omnipresentes o bajo las iglesias que luchaban en guerras religiosas. Había sujetos individuales y colectivos que forjaban su historia, la Historia, en un mundo de distintas esferas políticas, jurídicas y religiosas en las que había numerosas grietas y vías acción.

Comencemos por algunas cuestiones que planteó el profesor Trevor J. Dadson en una ponencia titulada "La tolerancia y la confusión identitaria". Comenzaba con una pregunta "¿Era posible ser español y musulmán en el siglo XVI?". A ella podría añadir un ¿qué significaba ser español en el XVI -cuando no existían las naciones- más allá de habitar en uno de los reinos peninsulares, tener un rey Habsburgo y ser católico (desde 1526 no había otra opción)?
Dadson narró varios episodios de la época para intentar dar respuestas a la pregunta. Recordó que en 1502 en la Corona de Castilla y en 1526 en la Corona de Aragón se había forzado a los mudéjares a convertirse al cristianismo. Sin embargo, manifestó que en Granada continuaron prácticas musulmanas hasta 1560.
Habló de que a fines del siglo XV existía una "confusión identitaria" y para ello ponía los siguientes ejemplos:
1) Las peregrinaciones a La Meca. Entre 1492 y 1495 varios mudéjares abulenses viajaron a Jerusalén y La Meca, haciendo "turismo" cristiano e islámico, visitando los lugares santos de ambas religiones. Dejaron por escrito el viaje, dando muestra de un gran conocimiento de la religión cristiana, lo que refleja su aculturación.
2) Otro ejemplo que indicaba era la de musulmanes que a comienzos del XVI debatían de teología con cristianos y utilizaban "nuestra lengua castellana" para leer y escribir. Más adelante, moriscos expulsados recordaban haber leído El Quijote o recitaban obras de Lope de Vega.
3) Y, finalmente, una anécdota. Entre 1609 y 1611 fueron expulsados de la Monarquía Hispánica los moriscos. Muchos, cristianizados y aculturados en verdad, se vieron lanzados a tierras de Túnez. Allí fundaron pueblos en los que se tenía nostalgia por las Españas, incluso hasta el siglo XVIII. Trevor Dadson contaba a este respecto una curiosa anécdota. Unos de estos moriscos hispanos, al llegar a Túnez comenzaron a construir su nuevo pueblo en torno a una edificación particular. Un musulmán tunecino les preguntó "¿Qué están construyendo?", a lo que respondieron "Una Plaza Mayor", "¿Para qué?" demando el tunecino, a lo que contestaron con naturalidad pero con extrañeza por la pregunta: "¿Dónde vamos a hacer corridas de toro si no?".

Por su parte, el experto en moriscos, Gregorio Colás, nos recordaba que el asunto de los moriscos era más complejo. Ni eran todos unos criptomusulmanes quintacolumnistas del Imperio Otomano ni todos estaba tan idénticamente aculturados como los de los ejemplos puestos por Dadson. Sin embargo, una cosa estuvo clara: para los reinos de Aragón y Valencia, en particular, fue un desastre económico, quedando muchos pueblos y señoríos bajo mínimos demográficos, sin brazos para trabajar las tierras.

Continuamos con "Tolerancias cotidianas", de las que nos habló el profesor Manuel Peña. En la línea de las tolerancias y heterodoxias de época moderna, mencionaba las múltiples resistencias y tolerancias cotidianas. Desde arriba había prohibiciones y condenas pero también tolerancia de lo que "era costumbre". Desde abajo se obedecía y desobedecía según costumbre. Por ejemplo, se toleraban oficiosamente los juegos de naipes y la embriguez siempre que no conllevaran escándalo o si su prohibición podía conllevar alteraciones del orden. A pesar de las prohibiciones, la tolerancia a la costumbre formó parte de todas las autoridades en la Edad Moderna. Pero ¿y la Contrarreforma? Peña señalaba cómo el disciplinamiento trentino tuvo muchos límites a la hora de llevarse a la práctica.



En el siglo XVI se erigió como paradigma de la idea de tolerancia la defensa de un personaje, aragonés, Miguel Servet, condenado por Calvino. De ello habló Eliseo Serrano en su charla "La tolerancia y la libertad de conciencia. Miguel Servet". Natural de Villanueva de Sijena en 1512, fue condenado por sus ideas sobre la Trinidad, y quemado en Ginebra en 1553. Este episodio llevó a muchos a defender la libertad de conciencia, y condenar el asesinato de Servet. Como escribió Sebastian Castellion "Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet, no defendieron una doctrina, mataron a un hombre".

Finalmente, respecto a la tolerancia moderna, reseñaré lo que contó Joaquin Albareda sobre "Críticos, disidentes y proyectos alternativos en la Guerra de Sucesión de España".Y es que, a pesar de la polarización política en aquel conflicto y la represión en ambos bandos a partir de 1705, hubo disidencia política en ambos bandos. Como muestra señaló los siguientes casos:
1) Hubo visiones muy críticas contra el belicismo de Luis XIV, en su propia corte. El Arzobispo de Cambrai ya escribió una carta criticando al rey en 1693. Luis XIV apostó por Felipe V, lo que se anteponía a los intereses de su Reino. Por ello se le acusó de ambición personal desmedida. En 1713 se publicó una obra crítica con Luis XIV, al que comparaba con Enrique IV, con el que salía malparado, y se reivindicaba la paz.
2) Críticas de consejeros de Felipe V por su "estilo francés". El Cardenal Portocarrero se lamentaba, en una memoria de 1703, por la venta de cargos, disparada por las necesidades de la Corona de financiar la guerra. El Consejo de Estado se mostró contrario a la recaudación de 1704, destinada a mantener 30.000 soldados. El Conde de Fuensalida manifestó que se debían reducir gastos de la Casa Real. El Duque de Medinacelli criticó el autoritarismo del rey y clamaba por conservar el amor de los vasallos.
3) Voces críticas con la supresión de los Fueros de Aragón y Valencia en 1707. Al Conde de Robres, felipista, le repugnaba la política de Nueva Planta, apostando por el pactismo pues "aún en caso de rebelión del vasallo no está el mano del rey abolir las leyes". La ciudad de Zaragoza elevó un memorial al rey en junio de 1707, apelando al amor del rey para evitar la Nueva Planta. Lo mismo hizo la ciudad de Valencia en julio de 1707.
4) Conspiración del Duque de Orleans (primo de Felipe V y sobrino de Luis XIV). Intentó obtener réditos del descontento por la supresión de Fueros. Actuó como comandante del ejército pero se mostró receptivo a quejas aragonesas y valencianas. Pretendió hacer valer sus derechos al Trono si Felipe V no conseguía ganar la guerra, y prometió restablecer los Fueros. Para ello movió a sus agentes tras el sitio de Lérida de 1708, hizo contactos con la nobleza castellana y con militares como Antonio de Villarreal (que luego se cambió al bando austracista). Se llegó a barajar crearle un principado. Pero la Princesa de los Ursinos sospechó y en marzo de 1709 interceptó una carta del Duque a los británicos, y el plan de Orleans fracasó.
5) Los Duques de Medinacelli y Uceda formaron el "partido español" en 1710, momento crítico en la guerra para los Borbones. Les unía un sentimiento antifrancés y buscaban soluciones para la monarquía española. Reclamaban el retorno de los condados del Rosellón y la Cerdaña, buscaban representación en las conversaciones de Utrecht... Felipe V, abandonado de Luis XIV, cambió su política, implicó a la nobleza hispana en su gobierno, desplazó a los cortesanos franceses... pero en abril de 1710 detuvo al Duque de Medinacelli por sus contactos con los Aliados. Las victorias de Brihuega y Villaviciosa cambiaron el curso de la guerra, en favor borbónico.

Y hasta aquí algunas de las cuestiones comentadas en las "Jornadas de Historia de la tolerancia en la España en la Edad Moderna".
Pero no acaban ahí los temas de Historia Moderna de los que quiero hablar en esta entrada.



Vamos ahora, de los inicios del XVIII a sus finales, cuando estalló la Revolución Francesa en 1789, lo que nos lleva a hablar del libro Diario de un sacerdote refractario refugiado en España (1791-1800). En la presentación del mismo, el profesor Carlos Forcadell nos recordó el contexto histórico. Para empezar que "refractarios· fueron los clérigos que no aceptaron la Constitución Civil del Clero. Desde el Decreto de 4 de agosto de 1789 el clero secular francés quedó como funcionario público y, por tanto, debían jurar lealtad al nuevo Estado. Un 60% se negó, y fueron perseguidos. Entre 1791 y 1792, 171 sacerdotes y 3 obispos fueron asesinados en Francia. Muchos clérigos se exiliaron, pero regresaron en 1801 cuando Napoleón firmó el Concordato con el Papado.
El Diario de Joseph Branet, ahora reeditado por la Institución Fernando el Católico, es literatura de viajes de ese abate francés, exiliado en España entre 1791 y 1800.
El responsable de esta reedición ha sido José Luis Ona, quien en la presentación de la obra nos hizo un recorrido de las vivencias de Branet por Aragón.
Joseph Branet vivió entre 1750 y 1824, ordenándose sacerdote en 1774. En 1792 se exilió en España por negarse a jurar la Constitución. Tomó notas de su viaje, pero no fue hasta 1810 cuando les dio forma  en 4 cuadernos, de los cuales el primero "desapareció" misteriosamente, quizás porque a su familia no le parecieron "correctas" sus opiniones sobre la Guerra de la Convención.
Branet entró en Aragón por el puerto de Benasque en septiembre de 1792. De ahí fue a Graus, Barbastro y Zaragoza. Tras dos meses en Zaragoza, el Arzobispo lo mando al convento de San Francisco de Teruel. Allí estuvo 4 años y medio, viviendo de decir misas. Durante esa estancia hizo una excursión a Valencia.
En 1797 vuelve a Zaragoza y piensa en volver a Francia, por lo que se dirige hacia Jaca, cerca de donde otros clérigos franceses le informan de que no puede cruzar la frontera. Esperando mejores oportunidades intentó establecerse en Jaca, pero su Obispo se lo impidió. Entonces regresó a Zaragoza y de allí a Tudela, por el Canal Imperial de Aragón. Branet pasó 9 meses en Tudela, tras lo cual, nuevamente a Zaragoza en 1798. Comenzó entonces un nuevo periplo aragonés, al norte del Ebro, durante 2 años. En carro por el Camino Real de Barbastro, pasó por Villamayor, Perdiguera "donde llegamos a las 11 de la noche. Allí no había mesón, ni fuego, ni pan, ni provisiones. Me estaba muriendo se hambre y de sed, pues no había tomado nada desde la mañana, salvo un vaso de agua de nieve en Villamayor".
Finalmente llegó a Roda de Isábena, donde estuvo 3 meses en la masía de la familia Fontdevila, como capellán. Se dedicó a decir misas y a leer clásicos españoles. También hizo varias salidas por los alrededores. Branet huyó de allí cuando se declaró una epidemia de viruela. Fue acogido por la familia Azara en Monzón, donde estuvo año y medio, dando clases de francés a los hijos de la élite local.
En 1800 abandonó las tierras el Cinca para irse a las Cinco Villas, ya que fue contratado como preceptor del hijo del Conde de la Rosa. Ese viaje del Este al Oeste de Aragón fue cómodo, a caballo. Así pues, como preceptor, estuvo 5 meses en Sádaba. Allí, Branet, llevó una vida acomodada, pero no le agradaba dar clases y quería volver a Francia. Al fin, en 1800 regresó a Francia, donde entró por el paso de Benasque en octubre de ese año.


Y para acabar esta larga entrada dedicada a la Historia Moderna, picoteando de varios asuntos, dejo lo más novedoso y reciente: la nueva hornada de historiadores modernistas. Y es que el el viernes 25 de enero se defendió una Tesis Doctoral en la Universidad de Zaragoza sobre los inicios de la época moderna, los siglos XV y XVI, titulada Iglesia, familia y poder en la época de Fernando el Católico: el arzobispo don Alonso de Aragón, y cuyo autor es Jaime Elipe. Se trata de una investigación que arroja luz sobre un periodo de transición poco estudiado y menos conocido. Entrelaza el papel de príncipe de la Iglesia que tuvo Alonso de Aragón, hijo bastardo de Fernando el Católico, pero reconocido y con poder, sus redes familiares, su papel en la administración aragonesa siempre en nombre y bajo la sombra de su padre el Rey Católico. En el acto se plantearon cuestiones acerca del "círculo zaragozano" o "república de las letras" en torno a don Alonso; cuál fue su papel entre 1516 y 1520 cuando su padre ya había muerto y por doquier surgían rebeliones contra Carlos I, pero no en Aragón; si podríamos considerar hombre de la Iglesia a alguien que sólo dio una misa en su vida... Pues don Alonso fue hijo de Fernando el Católico, arzobispo de Zaragoza, Lugarteniente del Reino de Aragón, comandó tropas en la conquista de Tudela, favoreció a su familia (vital en todo fue su madre y Ana de Gurrea), pacificó los ánimos aragoneses, fue diputado... De todo hizo y en todo estuvo pero en nada destacó como un protagonista épico de la Historia. Su vida y su poder estuvieron ligadas a las de su padre, Fernando V de Castilla y II de Aragón.
Al nuevo Doctor, le queda campo para seguir investigando.



Y no es el único. el año pasado también defendió su Tesis Laura Malo, sobre mujeres de la nobleza aragonesa entre los siglos XVI y XVIII, donde la autora se plateaba "rescatar nombres femeninos olvidados que, pertenecientes a mujeres de la aristocracia en la modernidad, contribuyeron a la formación de sus linajes y fueron figuras fundamentales en su evolución y desarrollo. Centrado en dos destacadas familias de la elite social moderna española, los condes de Aranda y los duques de Híjar, el estudio plantea la necesidad de una reconstrucción genealógica en femenino" y explicar "Su infancia y educación, la elección de sus destinos y la maternidad, su capacidad de decisión y poder, así como su cultura y sentimientos religiosos guían a través de un texto que presenta a un amplio conjunto de mujeres de la elite cuyas vidas platean lo cotidiano y lo excepcional, los cambios y la continuidad dentro del universo femenino noble a lo largo de la Edad Moderna".



Junto a los dos citados, acabaré mencionado las obras de Juan Postigo, sobre la vida cotidiana y el conflicto en la Edad Moderna, en la historia urbana de la Zaragoza de los siglos XVI al XVIII, que el año pasado publicó, como resultado de su Tesis, El paisaje y las hormigas. Sexualidad, violencia y desorden social en Zaragoza (1600-1800), la cual viene a completar a La vida fragmentada. Experiencias y tensiones cotidianas en Zaragoza (siglos XVII y XVIII). Ambos una delicia de libros. Termino con una fragmento de esta última obra de J. Postigo:

"Se trata más bien de observar a la ciudad como un microcosmos, como una plataforma a través de la cual poder apreciar directamente los rasgos culturales propios de la civilización occidental en los tiempos de la modernidad". 
"Las puertas abiertas de las casas dejaban ver desde el exterior los destartalados patios de los artesanos (…) olores de las pieles curtiéndose o los trozos de carne expuestos encima de los tablones de la carnicería, los sonidos de los pregoneros que gritaban a viva voz las últimas novedades o de los ministriles del Pilar que hacían uso de la música para transmitir un mensaje, o incluso avisos escritos que quedaban plasmados en multitud de carteles”. 

Daniel Aquillué

PD.: Para otra ocasión, a ver si dedico una entrada a cuestiones varias de Historia Contemporánea, comentando asimismo las nuevas investigaciones y publicaciones al respecto.





















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