"El absolutismo ya no es posible de otro modo entre nosotros que triunfando D. Carlos, y por lo tanto en los montes de Navarra es donde hay que defender la Libertad" señalaba el editorial del periódico liberal el Eco del Comercio el primer día de abril de 1835.
Tras ello, se preguntaba "¿Cómo 18.000 hombres escasos infunden temor a una nación que cuenta con tantos elementos para acabar con ellos?". Se referían al ejército carlista levantado por el general Tomás de Zumalacárregui en base a los Voluntarios Realistas vascos y navarros, junto a paisanos y algunos pocos militares. Esa tropa que en 1833 no podía ni llamarse "ejército" carlista, era ya rival a la altura de la primavera de 1835 para los soldados de la Reina Isabel II, más numerosos y mejor equipados, pero quienes no conseguían finalizar la guerra.
En la Primera Guerra Carlista (1833-1840) no sólo se luchaba por una cuestión dinástica, por Isabel o Carlos, sino que estaba en juego el modelo de Estado y se enfrentaban dos grandes ideologías, el liberalismo y absolutismo, la revolución y la contrarrevolución, que dividían a Europa desde 1789.
Visto que la guerra se prolongaba sin éxitos para las armas isabelinas, el general Mina dimitió el 8 de abril, y el mismo Ministro de la Guerra, Jerónimo Valdés, se puso al frente del Ejército de Operaciones del Norte, como general en jefe, llegando el 15 de abril de 1835 a Logroño, desde donde partió hacia Vitoria. Le acompañaban Evaristo San Miguel y Antonio Seoane. Mientras tanto, la prensa liberal indicaba que "en Oñate prepara el rey aspirante una solemne semana santa, a que debían concurrir más de mil clérigos y frailes ¡buena coyuntura para que el general Valdés pudiera alegrarles los oficios!". Muy ufanos se mostraban los periodistas en Madrid.
Jerónimo Valdés había nacido el 6 de mayo de 1784 en Villarín (Asturias) y falleció en 1855. Siendo estudiante en la universidad de Oviedo estalló la Guerra de Independencia en 1808. Participó en numerosas batallas como Rioseco, Espinosa de los Monteros, La Albuera... en las que fue logrando ascensos militares. En 1816 partió a Perú, para combatir a los independentistas. Bajo sus órdenes sirvieron allí Seoane y Espartero. En 1825 regresó de nuevo a la España peninsular, primero destinado a Vitoria en 1825-1827, después a Zaragoza y, finalmente, a Cartagena como gobernador militar, donde proclamó a Isabel II como reina en 1833. Antes, en 1829 se había enfrentado al absolutista ministro Calomarde. Con el estallido de la guerra carlista, lo primero que hizo fue desarmar y derrotar a los Voluntarios Realistas de Murcia. Tras ello, pasa a mandar, por primera vez, el ejército del Norte. Allí tuvo sus diferencias con el general Quesada. El 17 de febrero de 1835 fue nombrado ministro de la Guerra en el gabinete de Martínez de la Rosa.
Cuando en abril de 1835 llegó a Vitoria, reunió 24 batallones para marchar a socorrer Estella y atacar al ejército carlista de Zumalacárregui. Este, enterado, buscó un terreno propicio en el que hacer frente a un enemigo superior, pues solamente contaban con 14 batallones, con 6 de los cuales marchó a Amezcoa. Valdés formó tres divisiones, al mando de Córdoba, Aldama y Seoane. Antes de partir dio varias proclamas donde hacía referencia a la nación y sus libertades. El 18 de abril proclamaba "Soldados: llamado por la ilustre reina regente para ponerme a vuestra cabeza, es para mí un deber espresaros mi satisfacción al verme por segunda vez entre vosotros (...). Compañeros de armas: la reina, la nación entera, esperan terminemos tan pronto como sea posible una guerra deplorable". Finalmente, el ejército isabelino partió rumbo a Estella el 19 de abril.
El 20 de abril de 1835, los isabelinos llegaban a Contrasta, de donde se retiraba el carlista Villarreal hacia Eulate, donde se encontraba Zumalacárregui. Este, al día siguiente, consigue reunir 10 batallones. Valdés marcha contra él, para proteger Estella, pero los caminos estrechos de los valles obligan a sus soldados a marchar en hileras.
En San Martín de Amezcoas los carlistas, en guerrillas, comienzaron a atacar a los isabelinos, que marchaban para cruzar la sierra de Urbasa por los puertos de Aranche y Eulate.
Mientras 15.000 soldados del ejército de Valdés acampaban a la intemperie en la planicie, los 5.000 del de Zumalacárregui lo hacía en los pueblos de Artaza y Amescoa.
Así llegó el 22 de abril de 1835, cuando Valdés ordenó marchar hacia el puerto de Artaza, desde donde les tiroteaban los carlistas, en posición ventajosa. Comenzó una batalla que duró todo el día. Los carlistas, atacaron desde arriba y por el flanco al ejército isabelino, generando, además, confusión en su retaguardia. Tras una poco ordenada retirada, por la noche, con pérdidas considerables, Valdés entraba en Estella con sus tropas. Las bajas en las filas de la Reina fueron de entre 500 (29 muertos, 173 heridos, 229 prisioneros o desaparecidos) y 1.700 (800 muertos, 300 heridos, 600 prisioneros) por 100 carlistas. Además, el golpe psicológico para Valdés fue fuerte, al ser incapaz de vencer a fuerzas tan inferiores. La desmoralización cundía entre los isabelinos que, días después, abandonaron Estella. En Oñate, Don Carlos (Carlos V) organizaba un Te Deum por la victoria.
El 28 de abril de 1835, Valdés fue el encargado de firmar, por la parte isabelina, el Tratado Elliot, con Zumalacárregui, Por mediación británica, se pretendía "humanizar" la guerra en el frente vasconavarro, y evitar fusilamientos masivos. A partir de entonces, en teoría, los prisioneros serían respetados y canjeados en Navarra y provincias vascas.
La noticia de la batalla de Artanza o Amescoas, fue minimizada en la retaguardia isabelina. A 27 de abril, aún se recogían optimistas noticias como "Una carta particular de Vitoria del 22 nos dice que desde que abrió campaña el general Valdés, los facciosos se han subido a las breñas, que tantas veces les han servido de guarida; pero como el general lo entiende, pronto veremos a los facciosos como gazapos en soto quemado"... Sin embargo, como hemos visto, esos "conejos" no se dejaron "cazar". En mayo, Valdés lanzó una nueva ofensiva, en la que fracasó y permitió a los carlistas tomar numerosas poblaciones. Y la guerra continuó.
El ejército que comandaba Valdés, era heredero del que Fernando VII había restablecido, tras dos años de purgas, en 1827, según creía "limpio" de liberales. El Ejército de Isabel II estuvo bastante politizado, al igual que su rival, siendo foco de conspiraciones, motines y revoluciones en esos años de guerra. Tuvo, además, problemas de intendencia por su sobredimensionamiento, pues llegaron a movilizarse más 100.000 soldados a la vez, aunque en el frente del Norte combatían unos 50.000 (frente a 30.000 carlistas). A ellos había que sumar decenas de miles de cuerpos francos y milicianos nacionales, y la participación extranjera (franceses, británicos, portugueses) a partir de 1835. A grandes rasgos, generalizando y simplificando, las unidades y uniformes eran los siguientes:
- La élite del ejército de la Reina era la Guardia Real, siendo la unidad mejor equipada. Se componía de dos divisiones de infantería, (4 regimientos de 3 batallones cada uno) con 16.000 hombres en total, y otra de caballería. Los granaderos vestían con chacó -antes llevaban morriones de pelo-, casaca azul y pantalón rojo.
- La infantería de línea, se componía de 18 regimientos, y la infantería ligera contaba con 6 regimientos. El uniforme de la infantería de línea constaba de chacó, casaca azul y pantalón gris o blanco; mientras que la infantería ligera portaba, en teoría, casacas verdes. En campaña solían llevar capote gris. En teoría iban con zapatos, aunque a veces, al destrozarse estos y no llegar recambio, iban con alpargatas.
- La Milicia Nacional (antes Urbana) lucía chacó o gorra, casaca azul y pantalón blanco. La casaca era con vueltas y cuello amarillo, salvo la de Zaragoza que lo llevaba rojo. Los cazadores llevaban charreteras y plumero verde, rojo los granaderos y amarillo los fusileros. El uniforme era, en este caso, autocosteado, aunque muchos ayuntamientos progresistas financiaron los uniformes de milicianos de clases populares.
- La caballería tenía 13 regimientos. Uno de nueva creación fueron los Húsares de la Princesa. Cada regimiento estaba formado por 4 escuadrones.
- Junto a la infantería y caballería, la tercera arma era la artillería, formada por tres regimientos de a pie y un escuadrón a caballo. Durante la guerra se crearon unidades de artillería de montaña.
El reclutamiento de todas estas tropas siguió el sistema de quintas, las cuales se sucedieron durante la guerra, la cual se convirtió en "una máquina de devorar soldados".
Daniel Aquillué Domínguez
BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES:
- Carlos CANALES TORRES: La Primera Guerra Carlista 1833-1840. Uniformes, armas y banderas, Ristre multimedia, 2006.
- Alfonso BULLÓN DE MENDOZA: "La guerra en el norte 1833-1835", Desperta Ferro. Historia Moderna 18 (2012), pp. 26-35.
- Antonio PIRALA: Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista, T. 1, pp. 563-573.
- Eco del Comercio, 1 de abril de 1835, núm. 336; 20 de abril de 1835, núm. 355; 27 de abril de 1835, núm. 362.
- Revista Española Mensagero de las Cortes, 24 de abril de 1835, núm. 55.
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