(Esta foto, como el resto son de mi amigo Diego L.)
Ya he sido "baja" de esta guerra
que hemos recreado. Tras tres disparos, no he podido con un cuarto, las tropas del
ejército napoleónico me han dado y he caído en el Coso, en la defensa de
Zaragoza.
Estoy realmente emocionado tras
esta jornada, pues he podido ver cómo tantos esfuerzos obtienen la merecida
recompensa del éxito. Porque esta IV edición de recreación de Los Sitios está
siendo eso, un auténtico éxito. A pesar de tantos obstáculos y algunas incomprensiones
incomprensibles. Estoy orgulloso de pertenecer a la Asociación Histórico Cultural
Voluntarios de Aragón (http://www.voluntariosdearagon.com/) donde la recreación se toma en serio, la Historia con
rigor y la máxima es el compañerismo. Este Valor y Principio del Compañerismo,
con mayúsculas es muy importante entre todos los buenos recreadores, pues sino
no sería posible sacar adelante las recreaciones históricas de calidad, en
Zaragoza y otros tantos lugares. Muchas épocas, personas de mil procedencias y
opiniones, localidades a lo largo y ancho de España y más allá, pero siempre
con Compañerismo y unas ganas tremendas de (re)vivir la Historia, en la medida
de lo posible, y darla a conocer al resto de la sociedad, labor que también es
de mi oficio de historiador, pero que gracias a la recreación, a los
recreadores, puede llevarse más lejos.
Hoy, en esta Inmortal Ciudad tan
rebosante de Historia y mil historias, nos hemos congregado 450 recreadores y
recreadoras, venidos de diferentes puntos del territorio peninsular y del resto
de Europa. Portugueses, aragoneses, catalanes, rusos, asturianos, andaluces,
valencianos, castellanos, franceses, vascos… Todos juntos compartiendo esta afición
tan bonita que parte del amor hacia la Historia. Y acompañados, por el pueblo de
Zaragoza, miles y miles de personas que han desbordado las calles, parques y plazas,
interesados por conocer este pedazo de Historia.
Mi granito de arena ha sido guiar
a grupos de visitantes por el campamento-museo situado en el Parque Tío Jorge. He
disfrutado mucho explicando de forma didáctica lo que la gente podía ver, y
alguna cosa más. Desde el contexto de 1808, de guerra internacional y fractura
socio-política en España, el motín de 24 de mayo, los desastres de la guerra,
la participación portuguesa en Los Sitios, las facetas del personaje de Palafox
(muy bien interpretado por mi amigo Jon Valera), las banderas de la época
(aunque el mayor experto en este tema es Luis Sorando), el modo de combate napoleónico
y la excepcionalidad asombrosa y terrible de Zaragoza, la vida del soldado y su
alimentación, o la participación de la mujer en la época.
A la gente, a la sociedad, le
interesa la Historia. Y la recreación histórica de calidad es un elemento muy
interesante para divulgar. Y sí, se puede. Podemos hacerlo. El buen hacer de
tantas asociaciones sin ánimo de lucro, de tantos voluntarios, lo demuestra. Historiadores,
eruditos y amantes de la Historia en general, unidos, con buena voluntad y buen
hacer.
Gracias a todas las personas que
habéis hecho esto posible y a todas las que nos habéis acompañado.
Que esto continúe.
Para saber más sobre Recreación Histórica pueden leer este articulo: https://medium.com/punto-y-coma/yo-luch%C3%A9-por-napole%C3%B3n-y-contra-%C3%A9l-f4321edb655
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Breve resumen histórico de Los Sitios de Zaragoza
En
1808, Zaragoza era una ciudad que rondaba los 50.000 habitantes, más de cincuenta edificios religiosos, numerosas
casas de nobles y comerciantes, una torre mudéjar inclinada -la Torre Nueva-,
el Pilar con una única torre e inacabada, un barrio en la margen izquierda -el
Arrabal- conectado por un único puente, con una guarnición de algo más de un
centenar de fusileros, un palacio andalusí reconvertido en cuartel -La
Aljafería-, unas tapias de ladrillo que no podían llamarse murallas, y rodeada
de una fértil huerta, viñedos, olivares y eras.
En
mayo, llegaron las noticias de Madrid y la represión napoleónica; después la de
las Abdicaciones de Bayona. El 24 de
mayo de 1808, una buena parte del pueblo zaragozano estalló en un motín contra la autoridad, asaltando la
Capitanía General, apresando y destituyendo al general Guillelmi (partidario de
Godoy) y tomando las armas custodiadas en la Aljafería. Ningún noble quería
ponerse al frente de una rebelión encabezada por labradores. Finalmente, el Tío
Jorge fue a La Alfranca a buscar a José Palafox, que el 25 de mayo se vio al frente
de todos los aragoneses que se habían sublevado contra Napoleón y el rey José
invocando el nombre de Fernando VII.
La
filosofía militar de la época llevó
a Palafox a presentar batalla en campo abierto a los franceses, en Tudela,
Mallén y Alagón, sufriendo derrotas
estrepitosas de sus inexpertas tropas. Finalmente, el ejército napoleónico al
mando de Lefebvre se presentó ante las tapias de Zaragoza el 15 de junio de 1808. Pensaba que una
ciudad sin apenas militares y sin fortificaciones caería al primer disparo de
cañón. Algo similar pensó Palafox, que abandonó la ciudad. Sin embargo, la ciudad -la población civil, con
activa participación de mujeres, clérigos y algunos militares- resistió el ataque, dejando más de 700
bajas francesas en las Eras del Rey (actual Pª María Agustín). A partir de ahí
comenzó el Primer Sitio, el cual se prolongó hasta el 14 de agosto de 1808,
cuando tras la batalla de Bailén, las tropas napoleónicas se retiraron. El
momento crucial fue el 4 de agosto,
cuando en un asalto masivo, los soldados franceses llegaron hasta el Coso. A
pesar del pánico inicial (una multitud intentó huir por el Puente), la
población resistió erigiendo barricadas en las callejuelas colindantes al Coso,
que se convirtió en línea de batalla durante los diez días siguientes. Eso
rompió toda lógica de la guerra tal y como se concebía en la época: los civiles
eran el núcleo de la defensa, la ciudad no capitulaba tras la caída de su
perímetro defensivo, se combatía calle a calle.
En
el verano de 1808 los españoles levantados en armas creyeron que la victoria
ante Napoleón era inminente. Sin embargo, los franceses volvieron. La Grande
Armée con el mismísimo Napoleón al frente cruzó los Pirineos, venciendo
sucesivamente. Palafox y Castaños fueron estrepitosamente derrotados en Tudela,
en noviembre de 1808. Un mes después, 50.000 soldados y 151 piezas de
artillería napoleónicas volvían a sitiar Zaragoza, comenzaba el Segundo Sitio (20 de diciembre de
1808-21 de febrero de 1809). Este se desarrolló en pleno en invierno,
habiéndose concentrado en la ciudad una gran masa de población: sus habitantes,
refugiados de los pueblos de los alrededores, y 31.000 soldados. Eso fue letal.
Los reductos exteriores y el perímetro defensivo cayeron en la segunda quincena
de enero. A partir de entonces, el mariscal Jean Lannes intentó minimizar bajas
ante una guerra inaudita y terrible, una
guerra a muerte, en la que la población se defendía casa a casa. La
epidemia de tifus, los bombardeos (dispararon 35.000 proyectiles) y la brutal
guerra de minas que amenazaba con no dejar ladrillo sobre ladrillo acabaron por
forzar la capitulación de la ciudad,
pues desde el exterior no hubo ayuda posible. El panorama era dantesco a la
entrada de los franceses. Ruinas y más de 6.000 cadáveres que acabaron
sepultados en una fosa en la arboleda de Macanaz.
Inmediatamente,
esta resistencia zaragozana fue convertida en mito, por españoles, franceses, polacos, ingleses y americanos. Los
fenómenos de nacionalismo, liberalismo, romanticismo, de literatura de memorias
contribuyeron a ello a lo largo del siglo XIX. Alcalde Ibieca, Belmas, Lejeune,
Vaughan, Toreno… fueron algunos de los escritores que heroizaron aquellos
Sitios.
Daniel Aquillué
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