Hace
tres años, cuando me encontraba investigando en los fondos del Archivo de la
Diputación Provincial de Zaragoza y leyendo el diario de viaje por España y
Portugal de Karol Dembowski entre 1838 y 1840, anoté una serie de anécdotas, que
a continuación comparto.
La
guerra es muy mala, pero a veces también tiene sus toques de "humor"
(para quienes no la han sufrido y desde la distancia temporal, claro). Empezamos con "anécdotas" de la I Guerra
Carlista combinaremos ambas vertientes y lo aderezaremos con un consejo:
cuidad con las campanas.
I
I
Comencemos
con una escena que leyéndola y, sobre todo, imaginándosela no deja de ser
cómica a pesar de desarrollarse en plena Guerra de Civil Carlista (1833-1840). Calatorao es un pueblo al suroeste de
Zaragoza. Imaginémoslo en pleno agosto, con el calor típico de estas tierras, a
eso sumamos que agosto es periodo habitual de fiestas varias en numerosos
pueblos, allí se estarían preparando para las de San Bartolomé, y no descarto
hubieran celebrado -o se hubieran ido a celebrar a alguna localidad cercana- fiestas
o romerías por la Virgen el 15 de agosto...-. Y ya sabemos lo que pasa en las
fiestas de pueblo, ayer, hoy y siempre... El caso, que amanecía el día San
Roque, 16 de agosto de 1837, en Calatorao, cuando una partida de 18 carlistas
armados se presentó por sorpresa en el pueblo ¿qué tuvieron que hacer los
vecinos significados con Isabel II y el liberalismo? Desde luego, era una
arriesgada opción quedarse como si nada, a la vista de los hechos podían acabar
fusilados o, peor aún, en las cárceles de Cantavieja esperando que algún
familiar pudiente pagase un rescate o dándose al canibalismo, como los
prisioneros de la batalla de Villar de los Navarros... Otra opción era
envalentonarse, tomar el fusil y sable de milicianos -si les habían llegado- y
liarse a tiros... claro, si tenían munición. Pero hay que ponerse en la piel de
los más liberales del pueblo inscritos en las beneméritas filas de la Milicia
Nacional... A ver, a ver, que yo soy muy liberal, de toda la vida desde el año
1820, y la Reina es un angelico... pero... de ahí a dar mi vida... oye, que
sean otros los "mártires de la Libertad". Al final, la solución era
huir, "salir como alma que lleva el diablo" del pueblo. Así que
imaginemos a los milicianos saltando de sus camas al oír gritos de "Viva
Carlos V" y "Mueran los nacionales", y en mangas de camisa,
somnolientos -y siendo esas fechas, quizás alguno resacoso, por qué no, es todo
más divertido así- huyendo ¿por las calles? No, allí estaban los carlistas.
¿Por dónde entonces? Por los tejados, como así manifestó el alcalde al Jefe
Político de la Provincia unos días después: “(los milicianos) no han tenido otro recurso para salvarse
que huir por los corrales y tejados”. Así pues, tenemos por fin montada la
escena: milicianos en camisa dando brincos por los tejados del pueblo
perseguidos por carlistas con boinas azules y trabucos.
II
Seguimos,
con la guerra carlista, pero un año después, cuando el 31 de octubre de 1838
los ánimos andaban caldeados en la revolucionaria Zaragoza. Habían
llegado las noticias de las últimas atrocidades carlistas, pues Cabreara había
fusilado a 96 soldados isabelinos que capturó. En el Café Gimeno, situado en el
céntrico Coso, los más exaltados lanzaban balas dialécticas... Pero el Jefe
Político temía que se convirtieran en balas reales contra prisioneros
carlistas... y quien sabe si también contra la autoridad, contra él mismo.
Había precedentes de ellos, y ninguna autoridad quería verse linchada y
arrastrada por los suelos... Por ello, en una carta al Ministerio de la
Gobernación les cuenta su plan ¿Que el pueblo enfurecido quiere venganza y
matar carlistas? ¡Démosles toros! Así lo comunicaba: "Con el fin de
distraer al pueblo y no dejarle tiempo para que se concite, reuna y combine un
plan de operaciones he dispuesto que en la tarde de mañana haya una corrida de
novillos".
III
No
era tema baladí. En Villalengua, pueblo al sur del Ebro, el día 16
de agosto, San Roque, hubo una disputa porque los mozos del pueblo querían
toros y el ayuntamiento no. El resultado: amenazas al ayuntamiento que tiene
que recurrir a las armas y un vecino que intentó mediar asesinado de una
cuchillada en el costado. Aunque, una corrida de toros no siempre servía para
calmar los ánimos, o que les pregunten a las autoridades barcelonesas que el
día 25 de julio de 1835, la multitud que salió de la plaza de toros acabó
incendiando varios conventos de la ciudad.
IV
Y
tras estas escenas, la realidad cotidiana de una sociedad en guerra.
Eran las 7:30h de la mañana del 3 de mayo de 1838 cuando el ruido de descargas
de fusilería y disparos de cañón despertaban a los vecinos de la localidad
monegrina de Bujaraloz. No era allí donde habían llegado -en esa
ocasión- los desastres de la guerra, no, era a más de 30 kilómetros, en un
Caspe sitiado por las tropas carlistas. Esto nos puede dar una idea de lo que
debían sentir muchas poblaciones en 7 años de cruenta guerra, despertarse con
el ruido del fusil, no saber si era aquí o allá, si era en otra localidad
¿quién aseguraba que al día siguiente no sería en la que habitaban? El miedo, el
rumor y la incertidumbre fueron el día a día de muchas personas en aquellos
años.
V
Finalmente, acabaré con una experiencia
religiosa... El día del Corpus Christi
en Ateca transcurría con normalidad, la procesión recorría las calles, las
campanas repicaban... hasta que... el niño encargado de que estas tocasen dio
un traspiés, cayendo desde la torre de la iglesia... Milagrosamente, solo se
rompió un brazo. De ello dio parte el alcalde al Jefe Político en junio de
1838:
Tras la guerra, hablemos algo de viajes. En 1838, un italo-polaco inició un viaje de dos años por España. Se llamaba Karol Dembowski y dejó testimonio de sus dos años recorriendo la Península Ibérica, en plena guerra y revolución. Su obra Dos años en España durante la guerra civil, 1838-1840 fue publicada en 1841 y ofrece interesantísimas informaciones.
VI
Reseñaré,
por el momento, una anécdota ¡que nos es muy familiar aún hoy en día cuando
hacemos turismo! Era 15 de abril de 1838 cuando Karol dejó Madrid para pasar
unos días en la ciudad de Toledo. El 17 se decidió a visitar la
catedral. Una vez en su interior sacó su cuaderno, carboncillo, y se puso a
dibujar tranquilamente las columnas, arcos, coro y demás elementos
arquitectónicos y artísticos de la catedral toledana ¿cuál fue su sorpresa? Uno
de los clérigos que por allí andaban se le acercó y tocándole el hombro le
indicó que estaba prohibido realizar dibujos. El pobre Karol insistió en que le
dejase continuar, pero el clérigo argumentaba que era una falta de respeto a la
religión... Sin embargo, aquél "hombre intratable" le dijo que podía
comprar estampas de la catedral en cualquier tienda cercana. Desistiendo, Karol
salió sin su dibujo y prosiguió su visita a otros monumentos de Toledo. Otras
cuestiones que narra son como sus compañeros de viaje van disfrazados por
miedo, la obsesión de los españoles con los cigarrillos, su fascinación por
manolos y majas, o su compresión hacia los bandidos... En otra ocasión, el
pobre Karol fue detenido por hacer dibujos del Alcázar de Segovia ¡lo
confundieron con un espía carlista!
VII
Sigamos
con algo escatológico... En 1835, España estaba ya sumida en la guerra
carlista. En la zona de las Cinco Villas (provincia de Zaragoza) los distintos
pueblos estaban amenazados por distintas correrías de carlistas procedentes de
Navarra. Además, existía un largo conflicto entre ganaderos y agricultores que,
mezclado ahora con las ideas políticas de los distintos liberalismos y las
absolutistas, formaban un polvorín que fue estallando año tras año, con
asonadas, fraudes, y tensiones varias. El Subdelegado General de Policía de la
Provincia recibía semanalmente partes de seguridad pública de
los distintos distritos que resumía y remitía al Ministerio de la Gobernación.
Si ocurría alguna alteración política, invasión facciosa o se aumentaban los
precios...lo remitía al Gobernador Civil para que tomase cartas en el asunto.
Así pues, ¿de qué informaba el subdelegado de policía de las Cinco Villas en el
verano de 1835? ¿de algún motín? ¿de asesinatos o robos? ¿de la alguna fuerza
carlista? No... De una muerte "natural"...pero un tanto especial,
mejor transcribo: "Bernardino García, casado de edad de 62 años, que se
hallava al cuidado de sus bueyes, haciendo aguas mayores cayo en tierra"....
Sí, el pobre hombre se murió cagando... ¡y eso lo leyó la máxima autoridad
provincial de Policía como algo relevante! No me quiero imaginar su cara cuando
leyera aquel parte... La mía, en el Archivo (de la DPZ), os la podéis
figurar...
VIII
Hablamos
ahora de... ¡Urdangarín robando! No,
no hablo del actual, sino de un tal Bartolomé Urdangarín confinado en Calatayud
por diversos robos, de lo cual daba parte el gobernador bilbilitano Antonio
Bray a 2 de enero de 1835.
IX
En
1835 eran numerosas las denuncias que hacía Antonio Bray, Subdelegado de
Policía de Calatayud, sobre las pintadas
que hacían los carlistas en muros y casas de distintos pueblos. En dichas
pintadas escribían cosas como "Viva Carlos 5º", "muera la
Reyna" o "Mueran los Urbanos".
X
Señores
decimonónicos (de 1838) de un pequeño pueblo de provincias (Remolinos) que para
hablar de que se cometió fraude electoral en los comicios municipales dando
papeletas en la taberna, habla del "templo
de Baco".
XI
Que
alguien me explique, que yo no lo entiendo, a santo de qué la Reina Gobernadora
María Cristina, dos ministros (Armendáriz y Calderón Collantes), las Cortes, el
Jefe Político de la Provincia, la Diputación Provincial de Zaragoza y el Juez
de 1ª Instancia del Partido... se implican en resolver una irregularidad menor
de Ricla, de ¡Ricla! ¡Un pueblo de
la provincia de Zaragoza que hace que dos ministros escriban personalmente
misivas, se lleve el asunto a las Cortes y se informe y pregunte a la Reina! ¿Y
cuál era el asunto tan importante? Que el recién electo alcalde de Ricla no
llevaba suficientes años avecindado en la población y un ciudadano dice que eso
le invalida para el cargo. O uno de los dos o ambos tenían contactos en las más
altas esferas del estado o no me lo explico que un asunto tan común y una
irregularidad menor ocupara durante la primavera y el verano de 1840 varias
misivas, oficios, órdenes y contraórdenes de tantas y tan altas instituciones y
personas.
XII
Por
otra parte, de esto que estás leyendo lo típico, un caso de denuncia de fraude
en unas elecciones municipales en Villarroya
de la Sierra en 1839 y ves que en una de las misivas que envía el alcalde...
¡hay un sello de Bath! Y te quedas
diciendo ¿un sello de Bath? ¿aquí? ¿Será que el fulano en cuestión había estado
de vacaciones en la famosa ciudad inglesa a codearse con lo más exquisito de la
sociedad inglesa?
XIII
Hablemos
de una decimonónica, una viuda de armas tomar que denuncia en 1840 a todo el
ayuntamiento de su pueblo por corrupto. Se trataba de María Antonia Marco, de Villalengua. Hubo otras muchas mujeres destacadas, desde heroínas de guerra de Montalbán a jóvenes de Olot que luchaban vestidas con pantalones como milicianas.
XIV
Había
algunos "burgueses de levita" -término propio- que no llevaban nada
bien eso de que todos los vecinos pudieran votar en las municipales (según
legislación doceañista, es decir, de 1812 y 1823, recuperada en 1836) y repiten
el argumento de que aparecía en ellas "la ez del pueblo" ¡Vaya! Usan el mismo término los ricos
oligarcas malagueños de 1837, regidores de pueblo de provincia de Zaragoza y
altos mandatarios parisinos. Vaya, vaya...
XV
Por
otro lado, aparecen y reaparecen "revolucionarios profesionales" que
"casualmente" son de la Milicia Nacional -aunque entre sus filas hay
realmente de todo-, entre ellos un viejo conocido para mí es el miliciano de
caballería Pedro Navas, que no hacía
más que liarla en el Mallén de
1836-1840 incitando a no pagar el diezmo y el medio diezmo, criticando al cura
o dando arengas exaltadas para que hubiera un reparto de tierras desamortizadas
en pequeños lotes. En cada vez en más y más lugares por recónditos que
sean aparece tensiones y conflictos en las décadas de 1830 y 1840, para que
luego digan que el liberalismo en España fue débil y circunscrito a
las grandes ciudades ja ¡ja! ¡JA! Sobre esto pueden leer: Daniel
AQUILLUÉ: “Entre burgueses de levita, milicianos empoderados e ilusiones
liberales”, en Ignacio PEIRÓ y Carmen FRÍAS (coord.): Políticas del pasado y narrativas de la nación. Representaciones de la
Historia en la España contemporánea, Zaragoza, Prensas de la Universidad de
Zaragoza, 2016, pp. 47-66.
XVI
También
me he topado con un tal José Echenique
denunciando un fraude electoral en la Daroca de 1838... Echenique...
XVII
Érase
que se era un pequeño pueblo de las altas Cinco Villas llamado Murillo de Gállego. Un pueblecito
aparentemente tranquilo al pie de su iglesia románica… Pero dos voluminosos pleitos han puesto de manifiesto que no
era una balsa de aceite precisamente, al menos en los años 30 del siglo XIX.
Antonio Gil y Gállego acusó en 1835 al nuevo alcalde electo, José Castrillo, de
ser desafecto al gobierno de Isabel II, esto es, de carlista. Ahí comenzaba el
pleito… que al final acababa volviéndose contra el citado Gil Gállego, pues su
acusación era infundada, el verdaderamente absolutista era él y además tenía a
medio pueblo en contra porque bajo su gobierno municipal precedente (y
posterior) fue un déspota arbitrario que usó los fondos públicos -7.000 reales
nada menos- para sufragar pleitos personales contra medio pueblo, entre ellos
el mencionado Castrillo. Éste, por su parte, tenía su familia rota, con un hijo
cura y encarcelado en las Baleares por carlista y otro hijo liberal, residente
en Murillo y miembro de la Milicia Nacional de la villa. Vamos, todo
un culebrón (decimonónico).
XVIII
Si
el tal Gil Gállego era un corrupto, el diputado en Cortes por la provincia de
Zaragoza, Javier de Quinto no lo era
menos, o al menos con una cara más ancha que Castilla. Resulta que en 1842
reclama la friolera de 66.000 reales a la
Diputación Provincial de Zaragoza por –atención- un libro de oro en
el que está grabada la Constitución y con el que obsequiaron –él
y la Diputación se supone- al regente, Espartero. Ojo, 66.000 reales -4 reales cobraba un
jornalero o un soldado/miliciano al día, 200 reales se exigían para votar a
Cortes y 4.000 reales costaba un caballo de guerra- no eran moco de pavo… y más
en un contexto post-bélico en que la Hacienda estatal, provincial y
las municipales estaban exhaustas por una terrible guerra civil de 7 años.
XIX
Y
¿alguien dimitió por esto? No, por esto no. Pero había personas coherentes también en aquellos tiempos. El alcalde
de Daroca, en septiembre de 1843, presenta su dimisión al Jefe Político de
la provincia. ¿El motivo? Su hijo, soldado, estaba involucrado en el
levantamiento pro-esparterista y progresista de la ciudad de Zaragoza. En
aquellos sucesos revolucionarios de septiembre-octubre de 1843, Zaragoza fue
sitiada por las tropas gubernamentales hasta su capitulación.
XX
Alcaldes
de Cariñena en 1834 que se apellidan
Sulikowski –y son militares
isabelinos- ¿Sulikovski? O es un polaco de los que vinieron con los ejércitos
napoleónicos en la Guerra de Independencia o que alguien me lo
explique sino qué pinta ahí.
XXI
Aguarón
o el pueblo en que nadie quería ser alcalde por miedo a los carlistas. Razón no
les faltaba, en marzo de 1837 unos cuantos milicianos nacionales atrincherados
en la iglesia fueron pasto de las llamas o apresados y fusilados en su huida.
XXII
¿Qué
en 1848 no pasó nada en España? Los
documentos no dicen eso… En el Archivo de la Diputación hay cartas en que se
habla de las barricadas en Sevilla y Madrid, distintas conspiraciones en otras
ciudades, partidas etc. Y si no, pueden leer al historiador Ignacio García de
Paso: https://ifc.dpz.es/recursos/publicaciones/35/84/11garciadepaso.pdf
XXIII
Tanto
en los escritos de Karol Dembowski como en actas municipales he encontrado varias
poblaciones que, durante la Guerra Carlista, tenían dos ayuntamientos, uno liberal y otro carlista, y dependiendo de
qué ejército aparecieses, se colocaban unos u otros. Todo con tal de evitar
saqueos y represalias. Un caso es el ayuntamiento bicéfalo de Villamayor. Supervivencia.
XXIV
Encontrar
documentos reservados del Ministerio de la Gobernación de la
Península y la Diputación Provincial… que enseñan como abrir
cartas, leerlas –por si son “sospechosas de sedición”- y volver a cerrarlas sin
que se nota. Maravilloso…
Para
más información sobre este periodo:
Ø Daniel
AQUILLUÉ: “Entre burgueses de levita, milicianos empoderados e ilusiones
liberales”, en Ignacio PEIRÓ y Carmen FRÍAS (coord.): Políticas del pasado y narrativas de la nación. Representaciones de
la Historia en la España contemporánea, Zaragoza, Prensas de la Universidad
de Zaragoza, 2016, pp. 47-66.
Ø Daniel
AQUILLUÉ: "Líderes populares y bandas políticas en la Zaragoza de 1835-1843. El
caso de Melchor Luna “Chorizo”, Revista
de Historia y pensamiento contemporáneos XIX y Veinte 13 (2017), pp.
114-125.
Ø Daniel
AQUILLUÉ: “La violencia desde el liberalismo 1833-1840”, en HERNÁNDEZ
RODRÍGUEZ, Paula et al. (coords.): Las
Violencias y la Historia, Salamanca, Asociación de Jóvenes Historiadores,
2016, pp. 345-367.
Daniel
Aquillué Domínguez
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