La Expedición Real de 1837, principio y final



La Primera Guerra carlista (1833-1840) fue un conflicto civil español pero también internacional. Enfrentó a la Revolución (liberal) y a la Contrarrevolución (absolutista). Fue desastrosa para el país y sus habitantes, proyectando sus dinámicas de violencia más allá del frente y más allá de su finalización. Durante la misma, la población se politizó y movilizó ampliamente en favor de uno u otro bando, tanto en ámbitos urbanos como rurales; los liberales llegaron al poder y construyeron el Estado Liberal; y entre 1836 y 1843 España tuvo uno de los regímenes políticos más avanzados de Europa. La guerra carlista tuvo tres grandes frentes (provincias vacas y Navarra, Aragón y Castellón, Cataluña) y varios focos intermitentes y difusos en Galicia, Andalucía, La Mancha y Extremadura. 

En mayo de 1837 partía de Estella la Expedición Real. Tras el fracaso carlista ante los muros de Bilbao en la Navidad de 1836 (fueron derrotados por espartero en la batalla Luchana) y el éxito del Plan Sarsfield que en la primavera de 1837 cerró la frontera con Francia (bloqueando y aislando el territorio carlista vasconavarro), Don Carlos, pretendiente al trono de España frente a Isabel II, y firme defensor del absolutismo, reunió a 12.00 soldados y recorrió Navarra, Aragón, Cataluña y Castilla hasta Madrid. Su objetivo era reunir a todos sus partidarios, y llegar a las puertas de la Villa y Corte. Allí, en teoría, la regente María Cristina de Borbón saldría a recibirle y le ofrecería el trono a cambio de que la librase de los revolucionarios, pues los liberales progresistas habían accedido al gobierno de la nación tras el triunfo de la Revolución de 1836. Pero no fue así, entre medias, la regente había promovido una conspiración moderada que, con apoyo de oficiales del Ejército, expulsó a los progresistas Calatrava y Mendizábal del Ministerio.

En el transcurso de la Expedición Real hubo grandes batallas: Huesca y Barbastro (victorias carlistas), Grá y Chiva (victorias isabelinas), Villar/Herrera de los Navarros (victoria carlista) y, finalmente, Aranzueque (victoria decisiva de los isabelinos).

Sobre la batalla de Huesca, animo a leer lo que escribí en otros sitios:


La batalla de Barbastro (2 de junio de 1837): Expedición Real 2 – Ejército isabelino 0

Tras la batalla de Huesca del 24 de mayo de 1837, los carlistas estuvieron tres días de celebración. Después, continuaron su Expedición, hacia Barbastro. En el bando isabelino saltaron todas las alarmas tras la victoria y avance del ejército de Don Carlos. En la revolucionaria liberal Zaragoza cundía el pánico. Su Milicia Nacional se puso sobre las armas. Un poco más al sur, en Teruel, recibía las noticias Marcelino Oráa, que era Capitán General de Aragón y comandante del Ejército del Centro. Inmediatamente, marchó a Caspe el día 25 de mayo. Mientras, las brigadas de Villapardiena y Lebrón se concentraban en Villamayor para dirigirse a reforzar a los restos del Ejército del caído Iribarren. Oráa pasó por Zaragoza y se dirigió hacia el noreste, reuniendo todas las tropas isabelinas disponibles. A marchas forzadas llegaron los soldados isabelinos a Berbegal el 31 de mayo. Oráa quería impedir que los 15.000 carlistas cruzasen el río Cinca y se internasen en Cataluña.
El ejército isabelino que se aprestaba a enfrentarse al carlista, le superaba ligeramente en efectivos: 3 divisiones de infantería, 11 escuadrones de caballería y 3 baterías de artillería -de la que carecía Don Carlos-.
El 2 de junio de 1837, los dos ejércitos se encontraron en el campo de batalla, junto a Barbastro. Oráa dispuso a sus tropas en dos líneas de 3 columnas, precedidas por tiradores. El brigadier de la Legión Francesa, Conrad, ocupó el ala izquierda y avanzó en buen orden. El ataque central quedó frenado y la primera línea del flanco derecho hubo de replegarse. La caballería -lanceros de la Guardia, Borbón y húsares- del centro e izquierda cargó en apoyo de la derecha, donde resiste el 2º batallón de fusileros de Aragón junto a los batallones del Rey e Infante. Mientras, los batallones de Córdoba y Almansa refuerzan el centro, sufriendo la carga de la caballería carlista. Al final, el ala izquierda -con los legionarios franceses- ha de replegarse, muriendo el propio Conrad. Los granaderos de la Guardia Real, al mando de Van-Halen, salvan de la destrucción total el flanco izquierdo. La actuación de la caballería de Diego de León evitó asimismo que los carlistas aprovechasen para flanquear al ejército isabelino. Las tropas de Isabel II, acusaban escasez de agua y municiones, por lo que, al caer la noche, Oráa ordenó la retirada, dejando 1200 bajas en el campo de batalla. La Expedición Real cruzó el Cinca y se internó en Cataluña. Allí se enfrentó al ejército comandado por el Barón de Meer…
La Revolución liberal y la Contrarrevolución absolutista seguían su pugna por las armas. En sus retaguardias también pugnaban diversos proyectos. Ese verano de 1837 fue clave, tanto para el devenir de la guerra como para el político… El 18 de junio, en Madrid, sería promulgada una nueva Constitución de carácter eminentemente progresista.



De las puertas de Madrid a la batalla de Aranzueque (19/09/1837)

Tras la victoria carlista el 24 de agosto de 1837 entre las localidades zaragozanas de Villar y Herrera de los Navarros, Don Carlos, apoyado por Cabrera, avanzó con sus tropas hacia Madrid. Tenía el camino expedito tras la debacle del ejército isabelino de Buerens, había esquivado al Ejército el Centro de Oráa, y Espartero se desplazaba a toda prisa al norte de Castilla, para destruir a los 3.000 carlistas de Zariategui que había conquistado Segovia y amenazaban la capital del reino.
El Pretendiente y sus 12.000 soldados llegaron a las puertas de Madrid el 12 de septiembre de 1837. A pesar del ímpetu y decisión de Cabrera, la orden del pretendido rey para asaltar Madrid (defendido por pocos soldados, aunque sí 8.000 milicianos nacionales) nunca llegó. Aun así, el Tigre del Maestrazgo acercó a sus 5.000 soldados a las tapias de Madrid, desplegando cazadores que se tirotearon con la infantería ligera que guarnecía la villa. En ella, cundía el pánico, pero a la vez, los más decididos liberales se armaban y erigían barricadas. Toda la Milicia Nacional fue movilizada, algunos diputados como Olózaga cogieron fusiles, los redactores del exaltado periódico el Eco del Comercio abandonaron la imprenta y tomaron las armas… Esperaban ese ataque que no se llegó a producir, para desesperación de Ramón Cabrera. Don Carlos seguía esperando ser recibido por el pueblo de Madrid encabezado por su cuñada, la reina regente María Cristina, pero ésta, al parecer, se echó para atrás en sus secretos acuerdos.
La situación de los carlistas ad portas, no se podía sostener mucho tiempo. Espartero con todo su ejército se dirigían a marchas forzadas hacia allí. Don Carlos dio la orden de retirada, hacia Guadalajara. Al día siguiente, el 13 de septiembre, Espartero entró triunfalmente en Madrid, cual libertador. No paró mucho, ya que seis días después, posicionaba a sus tropas al otro lado del río Tajuña, en la localidad de Aranzueque (provincia de Guadalajara). Con ese movimiento había cortado el paso a la Expedición Real en retirada. Obligaba así al enfrentamiento. La batalla de Aranzueque se saldó con una importante victoria isabelina, la Expedición real volvió a duras penas, mermada, derrotada y desmoralizada a su refugio vasconavarro.
La batalla de Aranzueque fue un punto de inflexión. A partir de ahí, la guerra en el frente norte languideció hasta su final menos de dos años después. Por su parte, Cabrera, que se había separado de su rey, percibió su soledad y la usó en su favor, creando su propio estado carlista en el Maestrazgo y Bajo Aragón, alargando su sombra por todo el sur del Ebro, amenazando la misma Zaragoza. Desde sus fortalezas de Cantavieja y Morella, Cabrera, cual virrey, nombró una junta de gobierno, fundió cañones, editó un periódico, reclutó un ejército aún más poderoso que el Don Carlos, y sostuvo la guerra más tiempo, hasta 1840.

Daniel Aquillué

Algo de bibliografía sobre el periodo:

Antonio PIRALA: Historia de la guerra civil y de los partidos liberal y carlista. Tomo IV. Año 1837, Madrid, Turner/Historia 16, 1984.
Daniel AQUILLUÉ DOMÍNGUEZ: “La Constitución de 1837: ¿una Constitución transaccional?”, Revista Historia Autónoma, 6 (2015), pp. 45-59.
Daniel AQUILLUÉ DOMÍNGUEZ: El liberalismo en la encrucijada: Entre la revolución y la respetabilidad 1833-1843, Tesis doctoral. Universidad de Zaragoza, 2017.
Evaristo SAN MIGUEL: De la guerra civil de España, Madrid, Imprenta de Don Miguel de Burgos, 1836.
Isabel BURDIEL: Isabel II. Una biografía (1830-1904), Madrid, Taurus, 2010.
Jordi CANAL: El carlismo. Dos siglos de contrarrevolución en España, Madrid, Alianza, 2004.
Pedro RÚJULA: Contrarrevolución. Realismo y carlismo en Aragón y el Maestrazgo, 1820-1840. Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 1998.
Raúl MAYORAL: El cinco de marzo de 1838 en Zaragoza. Aquella memorable jornada…, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2014.
Una sociedad de ex milicianos de Madrid: Vida militar y política de Espartero, obra dedicada a la ex –Milicia Nacional del Reino, Madrid, Imprenta de la Sociedad de Operarios del mismo Arte, 1844.
Wilhelm von RahDen: Recuerdos de la guerra civil española. Introducción de Pedro Rújula, Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2013.



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